Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, Save the Children alerta de que los niños y niñas de todo el mundo han sufrido de media seis meses de confinamiento desde el inicio de la pandemia, con una creciente preocupación por el aumento de los niveles de depresión, ansiedad, soledad e incluso autolesiones
Un nuevo análisis realizado por Save the Children, utilizando datos del Oxford COVID-19 Government ResponseTracker, señala que, desde el inicio de la pandemia, los niños y niñas de todo el mundo han vivido de media seis meses (184 días) de confinamientos obligatorios y recomendados por las autoridades.
La infancia en Venezuela ha sido la que ha vivido más tiempo confinada, con cierres intermitentes de más de 16 meses (491 días), seguida de la de Líbano, con casi 14 meses (418 días). En Zimbabue, los niños y niñas han estado confinados casi nueve meses (266 días) durante este año.
Save the Children advierte de que estos confinamientos prolongados están teniendo un efecto devastador en la salud mental de los niños y niñas en todo el mundo e insta a todos los Gobiernos a incluir en sus sistemas nacionales de salud servicios de apoyo psicosocial y de salud mental para la infancia y la adolescencia.
La última encuesta realizada por Save the Children España, en marzo de 2021, en la que participaron casi 1.300 familias vulnerables a las que la organización apoya en diferentes comunidades autónomas, señalaba que más de la mitad de los niños y las niñas habían sufrido cambios negativos en su estado emocional, desarrollando estrés o ansiedad. Para ofrecer apoyo emocional a los niños, niñas y adolescentes, la organización cuenta en nuestro país con una línea telefónica de ayuda que ha atendido en el último año casi 700 consultas.
Los niños y niñas que sufren confinamientos prolongados corren un mayor riesgo de sufrir angustia emocional, soledad y abusos, y se enfrenta a la falta de acceso a servicios adecuados de salud mental. En algunos casos, el estrés prolongado, la incertidumbre y el aislamiento social también pueden provocar ansiedad, agresividad, comportamiento retraído o incluso depresión y autolesiones.
«Se está produciendo una crisis mundial de salud mental y para algunos niños y niñas sus efectos pueden ser catastróficos. La infancia en situación de pobreza o de vulnerabilidad tiene mayor riesgo de sufrir las consecuencias perjudiciales de los confinamientos de larga duración», señala Marie Dahl, jefa de la Unidad de Salud Mental y Apoyo Psicosocial de Save the Children.
A nivel internacional, otra encuesta realizada por la organización en septiembre del 2020 entre más de 13.000 niños y niñas de 46 países reveló que el 83% mostraron un aumento de los sentimientos negativos debido a la pandemia, con una incidencia mucho mayor para la gran mayoría de la infancia (96%) con motivo del cierre de las escuelas entre 17 y 19 semanas. Desde entonces, la situación de muchos niños y niñas ha empeorado, ya que los países han luchado contra la tercera o cuarta ola del virus, los confinamientos han continuado y las escuelas en algunos países han estado cerradas durante más de 18 meses.
«La privación de estímulos sociales puede afectar gravemente a la salud mental y al desarrollo de la infancia. Aunque los confinamientos son necesarios para frenar la propagación del COVID-19, el aislamiento social puede provocar sentimientos de desesperanza, ansiedad y depresión entre los niños y niñas. La falta de respuesta a esta crisis de salud mental podría tener implicaciones para ellos a largo plazo en su bienestar, desarrollo y mala salud en general, incluso después de que se levanten las restricciones», concluye Dahl.
En la India, que ha registrado más de 448.000 muertes por la COVID-19, la infancia ha pasado al menos 100 días en casa. Para apoyar el estado de salud mental de los niños y niñas del país, Save the Children creó una línea de ayuda que ofrece asesoramiento gratuito para la infancia y la juventud que se enfrenta a la pandemia. La línea de ayuda ha recibido más de 2.900 llamadas este año. El estrés, la ansiedad y el aburrimiento, así como la incertidumbre hacia el futuro, son algunas de las principales preocupaciones planteadas.
«Suelo recibir llamadas de niños y niñas relacionadas con cómo la pandemia les ha pasado factura a ellos y a sus estudios. Es estresante para ellos quedarse en casa sin hacer nada. También les ha provocado más problemas de ira», cuenta Isha, que trabaja en la línea de ayuda de Save the Children India.
La infancia y la adolescencia de casi todos los países ha sufrido algún tipo de confinamiento durante la pandemia de COVID-19. En los países de ingresos altos, como Canadá, algunos niños, niñas y adolescentes han permanecido encerrados durante un total de 13 meses (402 días). Aunque los países con ingresos altos tienen un mejor acceso a servicios de salud mental, la infancia de estos países también puede experimentar alteraciones en sus ciclos de sueño, rutinas de juego, interacciones sociales, educación online, así como un mayor riesgo de sufrir daños en el entorno online. Todos estos factores pueden poner en riesgo su salud mental.
En Europa, los cierres han mantenido a niños como Naya, de 14 años, en casa durante una media de nueve meses. Naya, que se trasladó a los Países Bajos desde Siria en 2013, conoce de primera mano el impacto positivo del apoyo a la salud mental y el bienestar, algo que defiende de manera activa junto a Save the Children. El pasado mes de junio pidió al Gobierno holandés que mejorara el apoyo al profesorado que presta apoyo psicosocial a los niños y niñas de origen refugiado.
«El apoyo psicosocial que he recibido me ha ayudado a aumentar la confianza en mis propias capacidades y a darme cuenta de que no tengo que avergonzarme de lo que he pasado. Mis miedos y pesadillas han desaparecido. Tener amigos me ayudó mucho a procesar mis experiencias y a sentirme como en casa», cuenta Naya.
En Nepal, donde los niños han permanecido en casa hasta 12 meses desde que comenzó la pandemia, Save the Children ha estado proporcionando asesoramiento terapéutico a la infancia y la adolescencia. Rajesh, de 18 años, recibió asesoramiento de Save the Children en Nepal después de luchar contra sus sentimientos de ira y la falta de sueño durante el confinamiento. Su escuela no pudo impartir clases online y cuando intentó salir a dar un paseo fue detenido por la policía. «Tenía miedo de no sobrevivir y de no poder ver cosas nuevas en mi vida. Temía que mis sueños se perdieran para siempre», cuenta Rajesh.
Save the Children quiere que todos los Gobiernos prioricen e inviertan en salud mental, bienestar y en el aprendizaje de los niños, niñas y adolescentes durante y después de la pandemia del COVID-19. La organización también pide que la salud mental y el bienestar de la infancia y la adolescencia se reconozca como un derecho e insta a los Gobiernos a abordar el estigma y las violaciones de los derechos humanos que sufren los niños y niñas con problemas de salud mental y discapacidades psicosociales.
Con la atención y el apoyo adecuados, muchos niños, niñas y adolescentes que experimentan una gran angustia debido a la pandemia podrán recuperarse y alcanzar su pleno potencial. Save the Children insiste en que la salud mental y el apoyo psicosocial como parte de los servicios de salud, educación y protección deben ser financiados urgentemente para responder mejor a futuros confinamientos, así como a otros desafíos emergentes, especialmente en los países de ingresos bajos y medios. Sin ello, podría tener graves consecuencias para la salud mental y el desarrollo de la próxima generación.