Cuando me quedé embarazada de mi primera hija hacía ya nueve años que era médico, pero desde el momento que supe que iba a llegar empecé a profundizar más en algunos temas y a conocerlos desde otra perspectiva, la de madre. Mi hija ya tiene seis años, y tiene una hermanita que acaba de cumplir uno, y si de algo me he dado cuenta a lo largo de estos años, es de lo difícil, por muchos conocimientos que se tengan, que es abordar algunos temas como madre, desde el propio embarazo, lactancia, postparto, alimentación, sueño, desarrollo, en fin, un abanico casi infinito.
Hoy voy a tratar un tema que, en mi caso, ha sido imposible que las abuelas de las niñas comprendan (bueno y también muchas más personas), y que desde hace unos días, ha vuelto a aparecer en nuestras conversaciones y me temo que, hasta por lo menos el mes de mayo, no desaparecerá: LOS RESFRIADOS Y SU CAUSA.
De todas las maneras imaginables les he explicado que los niños se resfrían al estar en contacto con otros niños o adultos que están resfriados, ya que las infecciones respiratorias se transmiten de persona a persona a través de las gotitas de saliva que emitimos al hablar, toser o estornudar o a través de nuestras manos. Y precisamente, los niños están siempre en contacto muy directo unos con otros, compartiendo juguetes, botellitas de agua, y en el caso de los más pequeños, manitas pegajosas y llenas de babas, así que en el momento que uno se acatarra, es facilísimo que la infección se transmita a los demás. Si es cierto que hay más infecciones respiratorias cuando hace frío, pero no debido a éste, sino porque el aire frío, incluido el de los aires acondicionados en verano, produce una vasoconstricción en los capilares de la mucosa de nariz y garganta, y disfuncionalidad de los cilios, que son los que realizan la función de filtro, lo que facilita la entrada de los virus al organismo, y por tanto, nos hace más vulnerables a la infección.
A pesar de esto, no entienden de ninguna de las maneras que las niñas no se van a refriar por andar descalzas. Mi hija de un año aprendió a andar este verano descalza y lo continua haciendo en casa, a pesar de la bajada de las temperaturas y la insistencia de las abuelas por ponerle zapatillas (a la mayor ya la han dado por imposible). Hay muchos estudios y especialistas que indican que descalzos los pies se desarrollan mejor y con mayor funcionalidad, al fortalecerse las articulaciones y músculos y poder desarrollar el niño la pisada libremente. Además de estos beneficios físicos también los hay cerebrales y cognitivos, ya que reciben muchos más estímulos sensoriales del mundo que les rodea, permitiendo, por tanto, la maduración del sistema nervioso, mejor desarrollo de la conciencia de su propio cuerpo y un mayor desarrollo intelectual. Ponerle unos zapatos, incluso calcetines, limita su capacidad de sentir, de obtener información del entorno y, por tanto, de relacionarse con el mundo que le rodea.
A pesar de todo esto, son muy pocos los bebés y niños que andan descalzos, principalmente por el miedo a que se resfríen y se pongan malitos, ya que es muy antigua y extendida la creencia de que “los resfriados entran por los pies”, aunque sea completamente errónea.
Tampoco se van a resfriar por salir a la calle y que haya corrientes de aire, destaparse al dormir, sudar o no salir a la calle forrado de ropa. Es mejor llevar varias capas antes que una muy gruesa, pero tampoco nos debemos pasar. Los niños no solo tienen la misma temperatura que nosotros sino que además se mueven más, por lo que entran en calor más fácilmente, así que a la hora de abrigarlos, debemos hacerlo de la misma manera. Lo que si debemos tener en cuenta es que por la cabeza si se pierde mucho calor y los niños pequeños tienen la cabeza más voluminosa que el resto del cuerpo, por lo que no debemos olvidarnos de ponerles un gorro. En resumen, la mejor manera de prevenir las tan temidas infecciones respiratorias es en primer lugar aprender nosotros, y en segundo enseñárselo a nuestros hijos, hábitos de vida básicos como son lavarse las manos, limpiarse los mocos y desechar el pañuelo y no toser y estornudar nunca encima de los demás, sino sobre su propio codo.