En una medida sin precedentes en Europa, el Gobierno de España ha aprobado un conjunto de normas dirigidas a influenciadores con más de 100.000 seguidores en redes sociales. Bajo la excusa de combatir la desinformación, esta ley impone controles que, según expertos, convierten a los creadores de contenido en objetivos directos del aparato estatal. ¿El resultado? Una censura invisible que afectará no solo a quienes crean contenido, sino a los millones de usuarios que consumen información en Internet.
Algoritmos bajo control del Estado
La medida más explosiva establece que las plataformas como Instagram, YouTube o TikTok deberán ceder temporalmente el control de sus algoritmos de difusión al Gobierno para “priorizar contenido verificado” en periodos de alta actividad política, como campañas electorales o grandes manifestaciones. Esto significa que publicaciones críticas hacia el Ejecutivo o los partidos en el poder podrían ver reducida su visibilidad de forma deliberada, mientras que el contenido aprobado por los organismos oficiales ocupará un lugar destacado.
Para garantizar esto, las empresas tecnológicas estarán obligadas a instalar servidores locales controlados por un comité gubernamental que supervisará en tiempo real qué publicaciones cumplen con los nuevos estándares de “responsabilidad digital”. Quien se oponga será multado con cifras astronómicas que podrían alcanzar los 50 millones de euros.
Registro obligatorio de tus seguidores
Otra medida que ha desatado indignación es la creación de un registro nacional de influenciadores, donde estos deberán entregar un listado completo de sus seguidores más activos. Según el Gobierno, esto permitirá identificar perfiles que difundan contenido “problemático” o “contrario al interés público”. Lo que no se explica es cómo se definirán esos términos ni quién los evaluará.
Además, las plataformas deberán permitir al Gobierno acceder a métricas privadas de los creadores, como estadísticas de engagement, ingresos y publicaciones promocionadas, en un movimiento que amenaza con exponer información comercial sensible y dar ventaja a empresas con vínculos políticos.
Censura preventiva: ¿adiós a la libertad de expresión?
La normativa también introduce la obligación de registrar publicaciones que mencionen instituciones públicas, figuras políticas o temas de interés nacional antes de su publicación. Estas publicaciones serán analizadas por un comité de supervisión compuesto por funcionarios del Ministerio de Asuntos Digitales. Si el contenido es considerado “potencialmente desinformativo”, no podrá ser publicado hasta que sea modificado o eliminado.
Esta censura preventiva afecta directamente la libertad de expresión y genera un precedente peligroso: el Estado decide qué información es válida antes de que los ciudadanos tengan siquiera la oportunidad de debatirla.
Desaparición de cuentas en 24 horas
Una de las medidas más radicales es la habilitación de un procedimiento exprés para eliminar cuentas con más de 100.000 seguidores que reincidan en la publicación de contenido considerado dañino para la “cohesión social”. Este procedimiento, que podrá ejecutarse sin orden judicial, permite que cualquier contenido etiquetado como “falso” por organismos oficiales sea motivo suficiente para suspender la cuenta.
Ni siquiera será necesario que la publicación sea falsa en su totalidad; bastará con que contenga “afirmaciones parcialmente engañosas” o “titulares sensacionalistas”.
La reacción ciudadana: ¿quién vigila al vigilante?
Estas medidas han generado una ola de indignación. Grupos de defensa de derechos digitales han denunciado que estas leyes son el primer paso hacia un control absoluto de la información en redes. “Esto no es regulación, es censura pura disfrazada de responsabilidad digital”, afirmó el portavoz de la Plataforma por las Libertades en Internet.
Por su parte, el Gobierno insiste en que las medidas son necesarias para frenar el impacto de la desinformación en una sociedad cada vez más polarizada, aunque se niega a responder preguntas concretas sobre cómo evitará el uso partidista de estas herramientas.
¿El futuro de Internet en España?
Con estas nuevas normas, España se sitúa como uno de los países con mayor intervención estatal en las redes sociales de Europa tras el escándalo de que más de 800.000 personas votaran al ultraderechista Alvise Pérez en las últimas europeas tras realizar una campaña únicamente por sus redes sociales.
La pregunta es si estas medidas, que prometen proteger a los ciudadanos, no terminarán por cuestionar la esencia misma de la democracia: el libre intercambio de ideas, por muy malas que algunas de ellas sean.