JUAN JOSE CONTRERAS GARRIDO
No es difícil entender al ciudadano cuando manifiesta sin cortapisa alguna la incredulidad y desconfianza que le producen los políticos que nos desgobiernan y también la de aquellos que pretenden reemplazarlos.
Nuestros gobernantes legislan para si mismos olvidando los principios fundamentales de la Ley; única, justa y estable. Principios que son olvidados constantemente a base del uso y abuso de los decretos-ley. También han olvidado que legislar consiste en establecer reglas jurídicas de observancia general y que debe obedecer a la necesidad de regular algo en beneficio de los ciudadanos y no de los que los gobiernan, algo que los poderes públicos olvidan con frecuencia cambiando la Ley cuando esta incomoda sus intereses.
Por propia definición, como ciudadano no acepto aquellas leyes a todas luces injustas y a las que se ha llegado a través de exprimirla y retorcerla continuamente, con acciones que consisten en modificarla, desvirtuarla y desprestigiarla, llegando a un resultado final claramente obsceno que produce el propio rechazo del ciudadano ante el bodrio que sale publicado en el BOE, con la complicidad de todos aquellos que han sido colocados dentro de las instituciones, como si de un virus se tratara con el único objeto de intoxicar al sistema. ¿Piensa alguien en conciencia que el trato otorgado a los okupas y okupados en la nueva Ley de Vivienda cumple los requisitos necesarios para promulgarla? Una norma adquiere el rango de Ley porque es justa y no al contrario, no es justa porque unos desaprensivos sin escrúpulos la hayan aprobado, algo que sin duda ha hecho perder credibilidad de ciertos órganos.
De todo lo que está ocurriendo no podemos culpar solo a quién ha llegado al poder careciendo de ética y principios volviendo a una dinámica de confrontación entre los españoles, ya iniciada por Zapatero. Personalmente considero responsables a TODOS aquellos que lo hemos ido propiciando durante décadas, políticos, funcionarios, ciudadanos de a pie, jueces, fiscales, tribunales, etc. Todos hemos sido contaminados de una u otra forma por un interés humano, social o económico. A todos nos ha interesado en un momento determinado mirar hacia otro lado con la esperanza de que la próxima vez, seré yo o uno de mis allegados quién salga favorecido, consiga un puesto de trabajo con una desmerecida ventaja a través del familiar, el sindicato tal, o el partido cual, o el tribunal de una u otra sociedad municipal o estatal.
Lo único que une a esta clase que se refocila en el fango y las corruptelas es el afán de conseguir el poder a toda costa. La oposición ha participado hasta ahora de este continuo desprestigio de las instituciones y nunca ha tratado el despropósito que se vive porque siempre tiene la esperanza de que la alternancia le propicie obtener la mayoría en esas instituciones de las que ahora ha perdido cualquier control, haciendo ver al ciudadano que no se trata de resolver una situación de polarización, crispación e ingobernabilidad, sino la de ser ellos y no los “otros” la que la puedan dirigirlas y para ello, han de hacer caer al contrincante sin comprometerse a hacer lo que se espera de ellos, solo hacen
un llamamiento a la corrupción del contrario, al “y tu más” y la contestación del “tu también”.
No hace mucho dije en otro artículo que con el máximo reconocimiento a quienes realizan su digno e importante trabajo fuera de este círculo pernicioso,que la actual situación ha llevado a que cada uno de ellos sin excepción, me refiero a los partidos, acontar con SUS propios jueces, SUS propios fiscales, SUS tribunales, SUS periodistas y SUS medios de comunicación, convirtiendo a las instituciones en mero mercadeo de votos tratando siempre de obtener la mayoría sea cual sea el modo de lograrlo, olvidando que hablamos de instituciones y no es aceptable que estas se vean amordazadas y serviles a la causa del Gobierno en vez de a la de los ciudadanos perdiendo su independencia.
Puede parecer que esto que digo solo afecta al gobierno actual de España, no se confundan Vds. El ámbito de aplicación y las causas y maneras expuestas son exactamente iguales en nuestra ciudad, salvando las distancias e importancia, si lo dudan, ya veremos el resultado de las impugnaciones de los tribunales de AMGEVICESA y el PUERTO en lo tocante a los hechos denunciados sobre este tipo de abusos, que tenían que haber sido resueltos en el momento de la denuncia y no continuar como si nada hubiese pasado. Precisamente este es el sentimiento que embarga hoy a la ciudadanía, el de la impunidad de estos impresentables que nos gobiernan, los de allí y los de aquí.
También sigue vigente lo que decía hace un año sobre los políticos que nos gobiernan. Decía que esta sociedad en la que todo se compra y todo se vende, incluso las voluntades, necesita confiar en sus instituciones y la única forma de que sea así, es que estos políticos que padecemos y sufrimos, mantengan sus zarpas fuera de ellas. Quieren hacernos creer, tanto unos como los otros, que el hecho de poder ejercer el voto demuestra la libertad y soberanía del pueblo para revertir la situación. Hoy día esto no es así; ambos partidos mayoritarios compiten en apropiarse de los elementos ya mencionados para obtener un poder casi absoluto que les permite legislar y adueñarse de un sistema democrático que está mostrando una debilidad palpable en cuanto a la injerencia y cambios de indeseables sin que concurra en ellos la voluntad popular, haciendo lo contrario a lo prometido y por lo que se le ha votado.
Los ciudadanos hemos sufrido situaciones inexplicables cuando tras otorgar la mayoría absoluta a un determinado partido, la han empleado para sus pactos y enjuagues, como por ejemplo la que otorgó la ciudadanía a Rajoy en 2011 con 186 escaños y en lugar de restablecer y eliminar lo hecho por Zapatero, volvió a convertirse en el “mindundi” que sufrió una moción de censura que lo echó del poder sin enterarse de lo que había pasado. No fortaleció las instituciones por el simple motivo que pretendía lo mismo que el de ahora, ponerlas a su servicio y
no al servicio de los ciudadanos, aunque se ha de reconocer que no de una forma tan vergonzante.
Es necesario despolitizar las Instituciones a todos los niveles para recuperar la tan necesaria credibilidad en nuestro sistema democrático. Debemos pensar por si mismo y no caer en los mensajes subliminales del Gobierno que ahora prioriza los problemas de los ciudadanos según su propio interés en lugar de escuchar a quien los padece y parece que ahora lo que más le preocupa es la necesidad de cambiar el modelo territorial. Personalmente no es mi problema y creo que tampoco el de la inmensa mayoría de los españoles y mucho menos cuando este está en manos de auténticos “chorizos”. Me preocupa sin embargo la lapidación del dinero que entra en España y en nuestra ciudad en subvenciones mientras que no se observa cambios estructurales que me permitan pensar que se está abordando los verdaderos problemas, el paro, la corrupción, el endeudamiento público, la caída de la industria, la falta de viviendas, el continuo cierre de comercios y talleres y un largo etc. sin olvidar que hace unos años, muy pocos, teníamos la bota de Europa puesta en el cuello mientras que ahora se reparte con demasiada alegría un dinero que mis nietos seguirán pagando sin que nadie le haya resuelto el grave problema estructural que padecemos en esta Nación, ni nadie sepa donde va a parar. ¡Algunos si!
No quiero terminar este artículo sin mostrar mi respeto a la única institución que ha estado en las dos ocasiones en la que todas han sido cuestionadas a la altura de lo que se espera de ella, la que preside nuestro Jefe del Estado el Rey. La primera, ante el intento separatista de los actuales socios de la Moncloa y la segunda, viendo como actuó en Paiporta cuando otros huían como alma que lleva el diablo.