En un contexto de tipos de interés más bajos y mercados en constante transformación, los movimientos internacionales y regionales en el ámbito empresarial están marcando la pauta en España. Mientras los fondos árabes consolidan su dominio en el sector energético, el País Vasco entra en la lucha por atraer a Talgo y sus activos a su territorio, dejando a Madrid como un espectador aparentemente pasivo.
Los árabes se consolidan en el sector fotovoltaico español
El martes pasado, Masdar, el gigante de las energías renovables de Abu Dabi, sorprendió al mercado al anunciar la compra de las instalaciones fotovoltaicas de Endesa y Genia Solar, en una operación valorada en 500 millones de euros. Este movimiento posiciona al holding árabe como un competidor directo de gigantes nacionales como Iberdrola y Solaria. No es su primera incursión: Masdar ya ha invertido más de 3.000 millones de euros en España en los últimos años, consolidando su presencia en el sector energético, y su fondo soberano controla desde hace tiempo Moeve (antigua Cepsa).
Este interés árabe en el mercado español contrasta con los antiguos debates sobre la “defensa de la españolidad” de las empresas estratégicas, debates que parecen haberse disuelto frente a la necesidad de inversión extranjera. La recepción del Gobierno español hacia estas iniciativas árabes ha sido más que favorable, especialmente tras la entrada de Arabia Saudí en Telefónica.
Mientras tanto, el impacto de estos movimientos no pasa desapercibido. En Israel, por ejemplo, ya se han dado cuenta del giro que ha tomado España en su relación con los países del Golfo, destacando la nueva normalidad de los capitales árabes en sectores clave de la economía.
El País Vasco pone la mira en Talgo
En el ámbito industrial, la batalla por Talgo refleja una competencia cada vez más marcada entre las comunidades autónomas españolas. Sidenor, el gigante siderúrgico vasco, ha presentado una oferta para adquirir el 30 % de Talgo, aunque a un precio mucho menor que el ofrecido anteriormente por Ganz Mavag, una empresa húngara que lanzó una opa de 5 euros por acción. La oferta de Sidenor, de 4 euros por acción, viene acompañada de una propuesta política: trasladar la sede social, fiscal y de I+D de Talgo a Álava, apoyada directamente por el lehendakari Imanol Pradales.
La estrategia no es nueva, pero muestra cómo los apoyos políticos se han convertido en un factor determinante en las decisiones empresariales. Las comunidades ya no compiten solo con incentivos fiscales y seguridad jurídica, sino también con gestiones políticas directas para atraer inversiones.
Madrid, fuera de juego
Frente a este panorama, Madrid parece haber quedado al margen. Óscar López, nuevo secretario general del PSOE en la capital, no parece tener incentivos para luchar por mantener a Talgo en la ciudad. Con un Partido Nacionalista Vasco que aporta cinco escaños fundamentales para la estabilidad del Gobierno central, López carece del poder político y del interés necesario para retener a la empresa en la región.
Este escenario deja claro que, en España, las decisiones estratégicas ya no dependen únicamente de las cifras económicas, sino de las alianzas políticas y de los equilibrios entre comunidades y Gobierno central.
El futuro: ¿más política que economía?
En Estados Unidos, los políticos de ambos partidos trabajan unidos para defender a sus empresas locales, conscientes de que su reelección depende de ello. En España, sin embargo, la lógica parece invertida: los intereses políticos nacionales y regionales pesan más que la defensa de los activos empresariales estratégicos.
La situación de Talgo es solo un ejemplo de esta tendencia. La relación con los inversores árabes y la competencia entre comunidades autónomas reflejan un cambio de paradigma en la economía española, donde los intereses económicos y políticos están más entrelazados que nunca. Solo el tiempo dirá si esta estrategia beneficiará o perjudicará al tejido empresarial del país.