El buen hacer y el rendimiento de las instituciones de la Administración Pública depende de la relación entre los políticos y el alto funcionariado, a estas dos figuras se les presupone que deben ser profesionales con cualidades como la calidad humana, la compenetración y la empatía. El político como tal, debe tener legitimidad política a la hora de tomar decisiones que vayan encaminadas a la mejora de la Administración Pública. La tecnocratización de las cúpulas políticas siempre han supuesto un error ya que un grupo nutrido de políticos carecen de habilidades para la dirección de ciertos cargos que le son concedidos.
La relación político-funcionaria constituye un condicionante negativo para que esta relación laboral fructifique, relación comparable a la de una pareja mal avenida; como solemos observar, el sistema funciona sobre la base de que el inexperto (político) dirige al experto (funcionario). Esta situación resulta cuanto menos patológica e inaudita. Es obvio que el funcionario se sienta violento al verse dirigido por una persona que no tiene conocimientos amplios sobre la materia además de no comprender el significado de las palabras honor, lealtad y dignidad.
El político no tiene autonomía discrecional de decisión ya que depende de otra persona que está por encima de él y que le exige que cumpla con determinadas decisiones. La cadena de mando suele ser muy clara entre los cargos políticos aunque pueda haber excepciones, pero el mayor punto de incertidumbre de un político se produce cuando entra en contacto con el alto funcionariado.
No hay nada nuevo en la política cuando se produce un cese a un cargo que resulta incómodo, porque esta situación se ha dado durante toda nuestra democracia y aunque nuestros políticos no se cansen de repetir una y otra vez que existe la separación de poderes.
Este hecho se ha convertido en una ruleta rusa porque no hace mas de un año le tocó ser destituido al Jefe de Servicios de Prevención de Riesgos Laborales del Cuerpo de Policía Nacional. Con esta serie de sucesos, acaecidos de nuestra política, dentro del panorama internacional no nos situamos nada bien. Tampoco es entendible que estando de luto por las miles de personas que han fallecido en nuestro país durante esta pandemia, tengamos a nuestros políticos sobreactuando y como siempre encabezando noticias en todos los medios de comunicación y no por estar trabajando sino por todo lo contrario.
Si la gobernanza de un país solo recae en la confianza que consiste en velar intereses espurios que solo benefician a un conjunto de personas, estamos demostrando que como nación no hemos aprendido absolutamente nada después de haber sufrido un golpe tan sumamente duro y esto solo demuestra que a nivel político, se está fracasando y que los valores se están perdiendo dando lugar a que la sociedad se vea huérfana de políticas que vayan encaminadas a salvaguardar los intereses de todos los ciudadanos.
«La lealtad es difícil de encontrar, la confianza es fácil de perder y las acciones hablan más que las palabras»
José Antonio Carbonell Buzzian