El drama socialista que se inauguró oficialmente con la dimisión de Juan Gutiérrez, apenas dos meses atrás, ha desembocado en el peor de los finales previstos: el del transfuguismo. Las costuras que unen al PSOE de Ceuta se deshacían en la Asamblea sin mediación de palabra alguna, a través del más sonoro de los gestos de nuestra cultura política, que se suele materializar con la ruptura de la disciplina de partido.
No era una cuestión menor la que se debatía esta mañana en el Pleno de la Asamblea, ni, con respeto a la privacidad del pensamiento de cada cual, es poco creíble que el momento elegido por los diputados Navil Rahal y Fidda Mustafa para alinearse con los intereses del Partido Popular y garantizar la legislatura de Juan Vivas sea una mera coincidencia.
La potencia simbólica del momento elegido es mayor de lo que el shock inicial deja entrever a primera lectura: la insurrección ante la primera decisión de la Gestora de Melchor León, vicepresidente de la Asamblea y presidente de esta, y la primera oposición de calado a una decisión del Ejecutivo.
Sin querer recaer en los avisos previos que prensa, sociedad y militancia han venido dando de agotamiento en los últimos meses, la situación enfrentada es tan sorpresiva como anunciada. La tensión interna del grupo parlamentario era pública y notoria, con constantes cambios de criterio del rumbo, sin programa ni base ideológica.
Dicho esto, y a la espera de las aclaraciones que como servidores públicos adeudan tanto Rahal como Mustafa, y en menor grado la diputada Hanna Ahmed, quien desapareció estratégicamente de la polémica, la ética pública de nuestro sistema político cuestiona que el hartazgo de un representante electo en listas cerradas y bloqueadas pueda expresarse a través de la traición al mandato primero.
El votante de Ceuta expresó su voluntad a través de un partido político concreto sin posibilidad de decisión entre los nombres de esa lista. Se entiende, por tanto, y en consonancia con el interés que inspiró al legislador, que ante la existencia de discrepancias entre la conciencia y el programa, la solución que equilibra el interés social y el individual es la renuncia al acta y dejar que corra la lista.
Además, ante el inminente proceso interno del PSOE, se le ofrecía al sector crítico del grupo parlamentario una posibilidad cierta de encaminar las discrepancias en una candidatura a la Secretaría General en el próximo Congreso, donde la militancia se exprese en un programa político que podría respaldar el disenso primero.
El coste de oportunidad es el tiempo y la dificultad de la decisión correcta, que conllevaría una retirada de la escena al son del “Manual de Resistencia” del presidente Sánchez, quien con su “No es No” a Rajoy dimitió de sus cargos para, con el refrendo de los afiliados, hacer de las primarias su moción de confianza.
Sobre los beneficiarios de esta situación, no deberían olvidar que la II Adenda al texto del Pacto Antitransfuguismo, con subtítulo «Un compromiso por el respeto a la voluntad de los ciudadanos y a la lealtad política en los gobiernos locales», en su artículo tercero establece que los firmantes se comprometen a impedir la utilización de tránsfugas para constituir, mantener activamente o cambiar las mayorías de gobierno de las instituciones públicas. Con la ruptura de la disciplina de partido, el Gobierno de Juan Vivas ha garantizado su estabilidad presupuestaria con este voto. Se espera al menos del presidente una actuación rotunda que envíe un mensaje claro en la línea de los acuerdos de los que su partido es parte.