¿Qué recuerdos os vienen a la mente cuando pensáis en vuestra adolescencia?
Probablemente, para muchas personas, este periodo ha sido caracterizado por un flujo continuo de emociones, descubrimientos y, sobre todo, esperanzas. Ahora, imagináis veros obligadas y obligados a vivir esos años completamente solas o solos, sin nadie a vuestro lado para acoger y comprender vuestras necesidades. Sin nadie que escuche lo que os gustaría gritar al mundo.Imaginaros tener que vivir en la calle, experimentar en primera persona el trauma de tener que dejar vuestras casas, y a vuestros seres queridos. Tal vez para siempre, tal vez sólo por un par de años. Quién sabe.
De un día para otro, encerrar vuestra existencia en un coche, que a partir de ese momento, si tenéis suerte, se convertirá en vuestro hogar para los interminables días que vendrán.
¿Cómo lo afrontaríais?
Personalmente, me cuesta responder a esta pregunta. Tal vez, el imperativo occidental que a menudo nos lleva a evitar enfrentarnos al dolor, desencadena en mí mecanismos de autodefensa que no me permiten identificarme plenamente con estas situaciones.
Por otro lado, sé a ciencia cierta que si no hubiera tenido a mi lado a personas que se han ocupado de mi salud mental a lo largo de los años, quizá no estaría contando esta historia ahora.
En Ceuta, cada día, decenas de adolescentes pasan sus días en la calle, con la esperanza de ganar lo poco que necesitan para sobrevivir. Es cierto que muchos de ellos encuentran refugio en la pertenencia a un grupo, pero esto no significa que puedan encontrar en este grupo todo el apoyo y el soporte emocional al que todo adolescente tiene derecho. Al fin y al cabo, siguen siendo niños.Lo que prevalece en esta ciudad es la soledad, cuyos signos son visibles en todas partes.
En las miradas desconcertadas, empañadas por el uso excesivo de tranquilizantes, o de cualquier cosa que pueda, aunque sea temporalmente, inhibir el dolor. La piel, maltratada por las autolesiones, es la piel de los que experimentan el sufrimiento más profundo cada día. Un sufrimiento que nadie, y menos un adolescente, debería experimentar. El problema de salud mental en Ceuta es palpable. Sin embargo, parece pasar desapercibido.
El abuso de sustancias y las autolesiones se ven como meros caprichos, como actos inducidos por el aburrimiento, y esto implementa el estigma de la salud mental como un problema individual, una condición temporal responsabilidad del individuo.
Estos jóvenes están sometidos a un estigma binario: por un lado, en relación con su condición de personas en movimiento, por otro, en relación con su condición psicológica.Los propios profesionales de la salud no se esfuerzan por comprender las razones que subyacen al dolor de estas personas, lo que a menudo da lugar a que se las denigre y margine donde tendrían que ser cuidados: no se le dirige ninguna atención específica.La mayoría de estos chicos permanecen en un limbo en el que no pueden pedir ayuda a las instituciones ni denunciar los abusos que han sufrido.
Por lo tanto, nuestra tarea aquí, en la medida de lo posible, es tratar de subsanar estas deficiencias. Ciertamente no podemos resolver todos los problemas que tiene una ciudad como Ceuta, pero sí podemos intentar aportar nuestra contribución escuchando y comprendiendo las historias que la gente que se desplaza decide contarnos y denunciar la falta de apoyo psicológico en una ciudad donde este tipo de ayuda sería fundamental.