‘Huertos Urbanos de Ceuta’ se constituyó como una asociación en 2019, aunque aspira a ser una federación que esté presente en todas las barriadas. El proyecto de las 317 VPO de Loma Colmenar cuenta con el apoyo de la Consejería de Medio Ambiente y Servicios Urbanos, sin recibir ningún tipo de subvención. Cosechan cebollas, ajos, hierbabuena, perejil, ciruelos, cerezos, cilantro, higos, limones, aguacates, guayabas americanas, etc. Además, cuenta con ‘La hora del silencio’, destinada para que personas con TEA y TDAH puedan disfrutar del huerto ecológico en paz y libertad. Pero lo más importante de este proyecto es su carácter social, ya que acaba siendo una terapia de reconciliación con la naturaleza
«La tierra es para quien la trabaja». Con esta premisa lideró Emiliano Zapata la revolución mexicana que reivindicaba los derechos de propiedad de las tierras labradas y la dignidad humana de los campesinos y campesinas de su país. Salvando las distancias, podemos trasladar este sentimiento de lucha a las 317 VPO de Loma Colmenar donde en 2019 se constituyó como asociación ‘Huertos Urbanos Ceuta’. Aunque cuentan con el apoyo de la Consejería de Medio Ambiente y Servicios Urbanos para cualquier cuestión relacionada con el mantenimiento del huerto ecológico, no reciben subvención por parte de la Ciudad. En la zona residencial nos recibe Mohamed Tarek, presidente de la barriada, que nos acerca hasta la zona acotada, cercada y vallada. Sin embargo, de la tierra emana un remanso de paz y libertad. Quien entra en él, se sumerge en la naturaleza y escapa del trasiego de la ciudad.
Nada más llegar al huerto nos encontramos con un terreno denominado ‘Hospital de árboles’, donde los y las voluntarias se dedican a recuperar plantas dañadas. Una vez recuperadas, se transplantarán en diferentes zonas de la barriada. En estos momentos están trabajando en la recuperación de un cerezo y un ciruelo. «Le damos el corte al tallo y si vemos que aún tiene savia por dentro sabemos que está bien», presume Tarek, hortelano en su tiempo libre. Más adelante hay dos huertos más que están a diferentes alturas, cada uno con seis hiladas de tierra independientes cada una de ellas. «El 75% de lo que se genera dentro del huerto es para donaciones», señala el vecino. Una de las reglas que rigen este sistema es respetar las temporadas de cada planta. Cebollas, ajos, hierbas aromáticas como la hierbabuena autóctona o el cilantro, acelgas, lechuga, guisantes, habas, perejil, higueras, limones, aguacates, y hasta guayabas americanas. Uno de los sueños de Tarek es volver a ver crecer en Loma Colmenar la planta del algarrobo, típica de la barriada durante su infancia.
Todo es de cosecha propia, nunca mejor dicho, porque son los mismos vecinos y vecinas, alrededor de 80, quienes se autogestionan de forma libre. Se encargan de cuidar sus plantas, pero también del mantenimiento de lugar. Además, esto no es una cosa solamente de las viviendas de protección oficial, ya que al terreno acuden personas de cualquier punto de la ciudad: Zurrón, Monte Hacho, Benítez, etc. El fin de semana el huerto está abierto para que cualquier persona pueda acudir. «Es un huerto comunitario, eso significa que si quieres algo, trabájalo», reivindica. Tienen un contador a parte con un bidón y una cisterna que autoabastece de agua no potable destinada al riego. El abono es natural, lo recogen de la Hípica, además del que generan a través de otras plantas gracias a una biotrituradora. «Aquí no hay pesticidas, ni utilizamos abono químico», aclara.
‘La hora del silencio’
¿Lo más valioso del proyecto? Su carácter social. Han establecido ‘La hora del silencio’, que es un tiempo de respeto destinado a que las personas con TEA o TDAH puedan trabajar en el huerto urbano ajenas a cualquier ruido que pueda perturbar su tranquilidad. «Llegan, cierran sus puertas, se sueltan, andan, miran, tocan, desarrollan la actividad extrasensorial que es lo más importante y lo que hace falta en los colegios», asegura el agricultor, que pone de manifiesto el sentido terapéutico del proyecto.. También los y las niñas pequeñas se sirven de este espacio para «desfogar» y, en ocasiones, lo hacen en familia. «Hay una señora mayor que se acerca con su andador al huerto y se sienta en frente, le hemos ofrecido las llaves para que entre, pero no quiere, dice que se conforma con estar ahí porque el paisaje le recuerda al que había en Loma Colmenar cuando ella era pequeña», cuenta uno de los promotores del proyecto. PROI y el Proyecto ICI de Cruz Roja estuvieron visitando el huerto hace poco.
El nacimiento de la asociación les pilló a las puertas de la pandemia, por lo que durante los meses de confinamiento estuvo limitado el acceso. Sin embargo, la profesión de Tarek le permitió dedicar tiempo al cultivo, lo que supuso un desahogo. También han puesto en marcha el proyecto ‘Un niño, un árbol’, para que los padres, madres, hijos e hijas, puedan plantar juntos árboles. Cada vez sirve de terapia para más personas y están trabajando en implantar el huerto urbano ecológico en diferentes puntos de la ciudad, el último en la zona de ‘Las Caracolas’, en El Príncipe. El objetivo de este conjunto es que la asociación se convierta en una federación que tenga presencia en todas las barriadas.