Los elementos transversales en la política están cada vez más presentes y suelen ser determinantes. La transversalidad nos condiciona y nos presiona mucho más de lo que creemos por lo que habrá que tratarla y aceptarla con toda naturalidad; es más, es inevitable, al final acabará siendo reconocida para terminar imponiéndose y eso que muchos ni siquiera la perciben. El debate ideológico, tal y como lo conocemos, tiene los días contados.
Y eso que los llamados elementos transversales, en cuanto salen del político a la luz cuestionando lo establecido en el ideario correspondiente, éste enseguida queda estigmatizado, es automáticamente, por lo general, censurado, criticado y apartado a veces con notable agresividad y crueldad. No importa en qué dirección se produzcan estas manifestaciones; pongamos dos casos de cambio profundo achacables, posiblemente, a este elemento, como pueden ser los de los señores Jorge Verstrynge y Ramón Tamames.
En ambos, la transversalidad seguro que estuvo detrás y seguro, también, que es el elemento que activó el tránsito hacia un cambio de posición e incluso de siglas. Del primero podríamos decir que el cambio está determinado por una transición ideológica “difícil de explicar”, eso sí. Y del segundo se podría entender que está llevado por puro pragmatismo, dada su profesión y su edad.
Casos recientes como el debate sobre la gestación subrogada o vientre de alquiler se pueden convertir en un elemento común –transversal- entre miembros de distintos partidos y producir un encuentro entre distintas ideologías. O todo lo contrario, la ley del “Sí es Sí”, no sólo divide a distintas fuerzas políticas, sino que divide hasta la propia coalición que forma el actual gobierno. Los elementos transversales o comunes fluyen entre las corrientes de las distintas organizaciones, no importa lo marcada que sea su seña de identidad.
Mientras que este fenómeno no sea reconocido y utilizado por todos con naturalidad, tendremos una sociedad fragmentada e inconformista. Esto se observa en todos los niveles de nuestra sociedad; la polarización y fragmentación existe en nuestro quehacer diario llegando a generar profundos desencuentros entre personas donde, a menudo, es difícil restañar.
Ahora, en época electoral, es cuando inevitablemente resultan más evidentes esas diferencias de opinión en la clase política. Ahora, inevitablemente, tiene su momento álgido el desencuentro forzado para marcar territorio, para confrontar ideas; son los momentos del antagonismo inútil e irracional. Ahora, es donde se suele olvidar por completo la enorme importancia que tiene, por ejemplo, el tener en cuenta quiénes somos y de dónde venimos.
Pronto, el pueblo tendrá su oportunidad, comenzará un nuevo ciclo, se encomendará una gestión, se propiciará un cambio y, de nuevo, sedará la confianza. De la transversalidad sabemos que es sentido común al 99%.