La Fundación Luz Casanova está gestionando ‘No Second Night’, un proyecto que impulsó el el Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento de Madrid para ayudar a mujeres abocadas al sinhogarismo provocado por la pandemia de la COVID-19.
El contrato con el ayuntamiento estuvo en vigor de junio a octubre de 2020, el tiempo que duró el Estado de Alarma en España, pero esa grave situación de desamparo sigue ocurriendo. Por ello, desde la Fundación Luz Casanova han querido seguir trabajando por los derechos de todas aquellas mujeres con el nombre ‘Ni una noche más’. Actualmente, la fundación corre con todos los gastos, menos los de hospedaje que son pagados por el ayuntamiento.
‘Ni una noche más’ es un espacio donde las mujeres abocadas al sinhogarismo pueden tener una atención en la que se tenga en cuenta que son mujeres y por el hecho de serlo pueden correr más peligros que un hombre.
El Samur es el encargado de acercar a las mujeres a la fundación, una vez pasan una noche en un hospedaje. “Cuando las mujeres llegaban a nuestro programa, solían llegar asustadas y angustiadas por la incertidumbre de su situación y la desprotección que sentían. Hablamos de que la mayor parte de ellas nunca habían estado en contacto con la Red Personas Sin Hogar, por lo que no la conocían y mucho menos, conocían la realidad que se vive en estas circunstancias”, explica Vanessa Bellón, educadora social de la fundación.
Vanessa cuenta que las mujeres que han atendido, en un alto porcentaje, “residían en viviendas inseguras (65%), bien por ser internas sin contrato y sin derechos, bien porque convivían con sus parejas agresoras. También se da que estuviesen acogidas como favor en la habitación o en un sofá de una persona conocida. Ese es el sinhogarismo oculto en el caso de las mujeres. Nada visible pero muy abundante en nuestra sociedad”.
“La realidad del sinhogarismo femenino sigue siendo invisible y oculta. Ocupan menos el espacio público y no se contabilizan las situaciones de horror en las que están y sobreviven. Muchas mujeres aguantan situaciones muy duras y acaban enfrentándose a distintas agresiones e incluso a acoso sexual al pernoctar en viviendas inseguras de amistades, emplearse como internas sin ningún tipo de derecho o malvivir en sofás prestados… Otras llegan a acuerdos con hombres para mantener relaciones sexuales por el pago de una un vivienda”, señala Noelia Gómez, psicóloga del programa, en un vídeo de la fundación sobre el proyecto.
Prevención
Desde la fundación hacen hincapié en el carácter preventivo del proyecto, aunque “hay una parte de intervención porque las mujeres ya están en situación de calle”, explica Vanessa. “La parte preventiva tiene que ver con el trabajo que se realiza con ellas de cara a que conozcan sus derechos fundamentales y se acerquen y accedan a los sistemas de protección, como son los servicios sociales o el sistema de salud”.
Por otra parte, Bellón resalta que tienen que “tener en cuenta que muchas de las mujeres no tienen una situación administrativa regularizada y en muchos casos tan siquiera habían accedido nunca a una atención sanitaria y mucho menos a la atención con trabajadoras sociales del sistema de protección. Así mismo, trabajamos con ellas para prevenir las violencias machistas a las que están expuestas”.
Desde la fundación, aclara Vanessa que hacían todo aquello “a través de un acompañamiento exhaustivo, individualizado y continuo”, ya que el Programa ‘No Second Night’ era de emergencia, por lo que la atención era de 24 horas al día, todos los días de la semana. “En esa misma iniciativa, la prevención venía dada también porque las mujeres estaban alojadas en hostales y pensiones en habitaciones compartidas únicamente con otras mujeres del programa y realizaban todas las comidas fuera de la Red de Personas Sin Hogar. De esta manera, podían «normalizar», en mayor medida, su situación y se favorecía su inclusión desde otro lugar”.
Las ayudas económicas que recibían eran “de transporte, medicamentos, recargas telefónicas, productos de higiene personal e íntima o ropa, algo que también ha prevenido aún más su exclusión social”, contaba Bellón. “El objetivo en todo momento era evitar que estas mujeres estuvieran en la Red Personas Sin Hogar y se conectaran a la vida a través de procesos de inclusión en todas sus vertientes: servicios sociales, atención sanitaria, empleo y formación, procesos migratorios, conexión con otras entidades, etc”.
Las ayudas económicas que puede hacer frente la fundación a día de hoy son las del transporte, los productos de higiene y los medicamentos, ya que antes se hacía cargo el ayuntamiento gracias al contrato que tuvieron hasta el pasado mes de octubre
Consecuencias físicas y psicológicas
Las situaciones por las que pasan muchas de las mujeres “las afectan muchísimo tanto física como psicológicamente. Algo de lo que nos dábamos cuenta en el programa, es de que cuando las mujeres se relajaban al estar en «sitio seguro», comenzaban a salir todo tipo de síntomas, en la mayor parte de los casos, somatizaciones por estrés, ansiedad o miedo que se convertían en dolores de cabeza, insomnio, problemas estomacales…”, puntualiza Vanessa.
Al tener un acompañamiento diario y 24 horas al día, desde el programa, “apoyábamos a las mujeres en el instante, realizando orientación de dónde acudir, realizando acompañamientos a hospitales, seguimiento y coordinación con las unidades de Trabajo Social de los hospitales, apoyo emocional, y también dando ayudas económicas con las que cubrir los tratamientos farmacológicos y, en algunos casos, también los traslados desde el hostal hasta el hospital en taxi”. Además, cuenta Bellón que se realizaron “derivaciones a recursos en los que podían trabajar sus dolencias emocionales y psicológicas”.
Por otra parte, “hay que resaltar el impacto que ha tenido la COVID-19 en el programa y en las mujeres», ya que “ha habido varios casos positivos y eso generó un aumento de la intervención psico-socio-educativa con las mujeres, así como mediaciones entre las mismas, ya que compartían habitación. Eso provocó también miedos e incertidumbres”, expresa Vanessa
Perspectiva de género
Bellón explica que “tener una mirada de género implica mirar a cada una de las mujeres con las que trabajamos de una manera individualizada, holística e integradora. Hay que estudiar sus vivencias, experiencias, fortalezas y heridas que han vivenciado como personas y también como mujeres específicamente. Todas ellas están atravesadas por historias estigmatizantes y dolorosas que han sufrido por el hecho de ser mujeres: violencia de género en la pareja, violencia sexual como abusos sexuales infantiles o agresiones sexuales de adultas, violencia económica o institucional, además de la carga que soportan por el rol que se nos ha asignado a todas las mujeres al nacer: cuidar, sostener, acompañar a personas y el mantenimiento de los hogares. Por todo eso la mirada de género es fundamental en estos proyectos, sin ella, las necesidades que viven por su situación de desamparo y sinhogarismo, no se verán paliadas”.
Otro de los problemas del sinhogarismo es que, normalmente, “está representado y va dirigido a la figura de los hombres, ya que el porcentaje de los que se encuentran en calle, es mayor, por lo que los recursos de la Red de Personas sin Hogar, no está preparado concretamente para las mujeres. Ellas, por lo tanto, se ven expuestas a mayores peligros y desafíos que un hombre”, destaca Vanessa.
Violencias sexuales
Muchas mujeres sufren sinhogarismo a causa de la violencia de género: el 42% de las participantes ha sufrido violencia de género en la pareja; el 27% ha sufrido violencia sexual, “contabilizando solo las mujeres que lo habían verbalizado, que a día de hoy, sabemos que el porcentaje es mayor porque lo han podido verbalizar fuera del programa”; un 17% afirma haber vivido violencia intrafamiliar y un 10% violencia económica. Otras violencias que hay que erradicar son los abusos sexuales infantiles y la violencia institucional.
Desde la organización constatan que la violencia machista puede ser una de las causas del sinhogarismo femenino. Por ello, la perspectiva de género comentada anteriormente es muy importante para combatir la situación, ya que por la invisibilización en la sociedad de este problema en las mujeres y el machismo que impera en ella no pueden atender a las afectadas de una manera correcta en los centros sociales del sinhogarismo tradicional.
Datos del proyecto
El 88% de las mujeres que atendieron (52 en total) nunca habían estado en contacto con la Red de Personas sin Hogar y el 59% de las mujeres, una vez atendidas por el proyecto, salió de la red.
El 77% de las afectadas ha accedido a Servicios Sociales. Este logro no fue sencillo, puesto que el 69% de las mujeres no tenía acceso a Sanidad y el 39% no lo había tenido contacto nunca.
El 38% de ellas consiguió en tan solo cinco meses, en mitad de una pandemia, iniciar una vida autónoma y el 54% obtuvo ingresos propios después de recibir ayuda en este proyecto.
Cambio de vida
“Se me acabó el dinero que traía. Quedé en la calle al poco de llegar a España. No sabía dónde iba a dormir ni qué iba a ser de mí. No sabía qué podía comer y con la situación de la COVID-19 se hizo más difícil: la pandemia acrecentó los temores de todos”, cuenta Glore Días García. Ella es una de las 52 mujeres que fueron atendidas de junio a octubre.
Muchas de las mujeres que llevaban consigo un trabajo precario fueron excluidas por la mayor parte de la sociedad cuando la COVID-19 se instaló en España. Ellas perdieron un espacio donde poder vivir, quedando expuestas a todo. Son parte del porcentaje de mujeres sin hogar (15-20%), pero muchas no están contempladas en él porque pernoctan en espacio inseguros y sin condiciones para una vida digna. Las personas expertas afirman que si en las estadísticas estuviesen todas ellas, la cifra estaría alrededor del 50%.
Días, de un día para otro, perdió todo: un lugar para dormir, su trabajo, dinero y no tenía papeles. Llegó de Venezuela antes de que se declarase el Estado de Alarma en España. El país estaba paralizado y no podía salir de la situación en la que se encontraba, por ello, decidió ir al Samur Social, donde pasó una noche. De ahí, pasó al programa ‘No Second Night’. Desde entonces su situación ha cambiado por completo. Ahora viven en un piso de la red de protección social que comparte con otras mujeres.
Vanessa valora que desde “las instituciones públicas pongan el foco en esta realidad como se hizo con el programa de emergencia No Second Night, pero además de en la emergencia, deben ser prolongados en el tiempo para mayor eficacia y efectividad. Es fundamental apostar por la prevención, por lo social, por lo humano. Es lo que sustenta la vida más allá de las máquinas o las estructuras físicas. Sin prevención desde la educación, sin concienciación y sin la perspectiva feminista, seguiremos escuchando y viendo casos de mujeres en calle y sufriendo todo tipo de violencias”.
Artículo de Lydia Navarrete López para Amecopress