Hacia tiempo que quería desnudar mi silencio momentáneo para hablar de educación, de compromiso, de respeto y de trabajo común.
Antes de centrarme en el nuevo curso escolar, quisiera romper una lanza hacia todo el colectivo docente que supo adaptarse en horas a las nuevas circunstancias que exigían reinventarse y adentrarse en el mundo digital y en el teletrabajo. Eso hizo que conociéramos más a nuestro alumnado, porque ya no era únicamente enseñar, era escuchar, estar las 24 horas detrás de un soporte para hablar, reír, llorar, animar. Supuso un enriquecimiento individual y profesional, un reto que jamás nos hubiéramos planteado sin el COVID-19.
Pero también trajo la realidad, es decir, la visualización de la desigualdad y la brecha digital. El alumnado no respondía en igualdad de condiciones por muchos motivos, algo que confirmó que la educación tiene y debe de ser, salvo que Sanidad confirme lo contrario, presencial.
Y en eso estamos. Llevamos tiempo trabajando en los Planes de Contingencia. No hemos parado. Llamadas, reuniones, lecturas, consultas, debates, asesoramiento, análisis, es decir, llevamos meses diseñando el escenario idóneo para una vuelta segura y eficaz.
¿Realmente piensa la gente que vamos a improvisar?
¿Realmente creen las personas analistas virtuales que cada decisión se ha tomado al azar?
No paro de leer opiniones que, lejos de ayudar, hacen alarmar a las familias. Opiniones que crean malestar y que sitúan en el abismo a todos los Equipos Directivos que están ajustando los planes a la realidad de cada centro.
Cada colegio e instituto ha diseñado su propio modelo. Un modelo que a su vez ha sido entregado a Prevención de Riesgos Laborales, a la Secretaria General y a Sanidad.
Se están mimando todos los detalles y en estos momentos a la Dirección Provincial no se le puede poner ningún pero. Tampoco al INGESA, institución que nos ha tendido la mano, durante una fructífera reunión de trabajo, en esta enorme responsabilidad.
Y claro que tenemos miedo, por mucho que creamos que lo tenemos todo controlado. Un miedo que se ve agravado cuando quienes tienen que impulsar la mano al estar en el mismo barco, se dedican a crispar el ambiente desde el más profundo desconocimiento hacia lo que se está fraguando.
Pero claro, ¿qué se puede pedir de quien ironiza sobre la idea de si en tres o cuatro horas, si en días alternos, el alumnado no se contagia? ¿Saben la justificación de programarlo así? No. Porque si lo supieran no caerían en el ridículo de enfocar el argumento en el contagio y no en la contingencia y en el bloqueo, que es lo que salva vidas, no el aumento del personal, por muy necesario que éste sea y facilite el plan.
Estamos ante un curso extraordinario que se requieren medidas extraordinarias. Todo va a cambiar porque tenemos una prioridad, que es no colapsar el Hospital. Evitar los brotes y en el caso que ocurra alguno, porque puede ocurrir, que éste se encuentre controlado y no haya que confinar a un colegio entero. Por eso creo que hay que tener especial cuidado con las aulas de conciliación. ¿De qué sirve un aula burbuja si luego los niños y las niñas se van a mezclar y juntar con otros grupos en el momento que salgan de la organización escolar? Y lo dice una persona que dedica parte de su vida a la igualdad y a la lucha por la conciliación. Hay un error en la política de conciliación, pues son los organismos públicos y las empresas quienes tienen que facilitar y flexibilizar los horarios a sus trabajadoras y trabajadores. Y de este asunto poco he escuchado. Hay un enorme retraso en los planes de igualdad y es ahora cuando se tiene que vertebrarse una coordinación que no ponga el punto de mira en exclusividad en los centros educativos.
Sigamos.
¿De qué sirve un Plan de Contingencia si al salir del colegio hacemos una vida normal y nos olvidamos de las medidas preventivas al juntarnos a menos de medio metro sin mascarilla? ¿ O es que en la playa, en los viajes o en los bares no existe el virus?
Así que pido sensatez, cordura, confianza.
Si de verdad se quiere aportar, y se está preocupado por el curso escolar, es mejor llamar y preguntar “¿ qué hace falta, cómo lo lleváis?”.
El resto es hacer tambalear los cimientos.
Por cierto, ni los Equipos Directivos ni quienes tienen la responsabilidad máxima de todos los colegios iniciarán nada sin garantías. Lo único que espero es que la Ciudad no destine el dinero que ha recibido del Gobierno Central para educación en otra cosa y sí en material sanitario preventivo y en el refuerzo de la desinfección.
Y termino dándole a los Equipos Directivos de Ceuta mi enhorabuena. Estáis a píe del cañón, en primera línea. Han sido unos meses duros, quizás los peores que se hayan vivido y ahora, tras un breve respiro, queda la batalla final: organización, prevención, reestructuración de los recursos y adaptación del currículo y su metodología.
¿Por qué?
Porque como decía John Dewey:
«La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma».