El problema del agua es mucho más que falta de lluvias. La contaminación del agua y la mala gestión hídrica hacen peligrar las reservas para las próximas décadas
A pesar de que el verano de 2021, en cuanto a precipitaciones, ha sido más húmedo de lo normal, nuestro país ya tiene la cuenca del Guadalquivir declarada en sequía y otras, como la del Guadiana, Duero, Guadalete-Barbate, Mediterráneas andaluzas, Segura o Miño-Sil, están por debajo del 40 % de sus reservas. Greenpeace se ha desplazado hasta Andalucía para mostrar, en imágenes, la situación hídrica de parte de nuestro país.
Los informativos llevan semanas hablando de lluvias, DANAS y desbordamientos en distintos puntos del país, pero estas precipitaciones, abruptas y desiguales, no garantizan las reservas de agua necesarias para todo nuestro territorio. El pasado domingo, 5 de diciembre, se celebraba el Día Mundial del Suelo y cabe alertar de que España sigue siendo el país de Europa con mayor riesgo de desertificación: el 75 % de su territorio se encuentra en peligro de sufrirla y un 6 % ya se ha degradado de forma irreversible.
El problema de la falta de agua no solo se debe a la disminución de las precipitaciones (agravada por la crisis climática), sino que depende también de la mala gestión de los recursos hídricos (regadíos industriales, trasvases, pozos ilegales, exportación…) y del grado de contaminación de las aguas (por factores como la industria, las macrogranjas, la agricultura intensiva…). La cuenca del Guadalquivir es un buen ejemplo de este problema. Allí se pretende justificar como “sequía” una situación de escasez hídrica, que ha sido provocada por la enorme demanda de recursos hídricos por parte de los regadíos de uso intensivo (especialmente el olivar). Sin embargo, cabe recordar que ninguna de las subcuencas de la demarcación del Guadalquivir ha superado el umbral de “sequía meteorológica”, es decir, no ha habido escasez de precipitaciones propiamente.
“Cuando estamos en pleno proceso de presentación de alegaciones al plan hidrológico de la cuenca del Guadalquivir, es preocupante la apuesta que este plan hace por el olivar intensivo e hiperintensivo, que puede llevar al colapso hídrico de la misma. Deberíamos planificar ya una transición hídrica justa para el sector agrícola andaluz, adaptada a los escenarios de cambio climático”, ha explicado Luis Berraquero, coordinador de Greenpeace en Andalucía.
Greenpeace ha recorrido Andalucía para mostrar, en imágenes, las causas y efectos del problema del agua en nuestro país. Su principal cuenca hidrográfica, la del Guadalquivir, fue declarada oficialmente “situación excepcional por sequía extraordinaria” el día 2 de noviembre. Según Julio Barea, responsable de agua en Greenpeace, “las imágenes muestran una realidad alarmante y no se puede seguir mirando para otro lado. Es imprescindible cambiar el modo en el que administramos los recursos naturales para mitigar los efectos de la desertificación y las sequías venideras”.
Con el fin de mejorar la gestión del agua, Greenpeace considera urgente:
- Cambiar la política hidráulica tradicional centrada en la ejecución de grandes obras.
- Luchar contra el grave estado de contaminación que sufren nuestras aguas continentales (superficiales, subterráneas y costeras).
- Implantar regímenes de caudales ecológicos científicamente establecidos.
- Garantizar el equilibrio entre las demandas de recursos y los recursos realmente disponibles, asumiendo los límites actuales de cada demarcación hidrográfica y previendo la reducción de las aportaciones que traerá consigo el cambio climático.
- Poner freno a la edificación y a la construcción de instalaciones muy demandantes de agua (campos de golf, parques temáticos…), especialmente salvaguardando emplazamientos cercanos a espacios protegidos o costas.
- Controlar los volúmenes de agua realmente utilizados y erradicar los usos irregulares de agua, empezando por los pozos ilegales
- Establecer una hoja de ruta de cara a incrementar la superficie dedicada a la agricultura ecológica y el uso de variedades locales adaptadas al clima.
- Reconversión del regadío intensivo y superintensivo a explotaciones pequeñas y medianas, sostenibles, diversificadas, de bajo consumo de agua, que contribuyan al equilibrio territorial y al asentamiento de la población rural.
- Orientar la política hacia un nuevo modelo de uso y aprovechamiento del agua, que sea sostenible en términos ambientales y sociales, siendo imprescindible iniciar una transición hídrica justa.
- Prohibir los nuevos proyectos de ganadería industrial y apoyar la producción extensiva, local, de calidad y ecológica.
- Establecer la hoja de ruta que logre la transformación completa del sistema energético actual hacia un sistema 100 % renovable.