La semana pasada traté en la Cadena Ser los temas de la actualidad mediante unas breves pinceladas. Si buscamos en el diccionario sinónimos de pincelada nos aparece el término huella. El dramatismo de los últimos acontecimientos me han hecho decantarme por titular así este artículo: “Las huellas líquidas de la injusticia”. Una de las acepciones de este vocablo es: Impresión profunda y duradera. Las huellas del destino, el desatino y la crueldad marcan esta semana.
No sé si ustedes tienen las mismas percepciones que yo: que los cambios se suceden en nuestra sociedad a velocidades de vértigo y que cada vez caminamos algo más rápido hacia el precipicio. Nos asomamos a un abismo tan profundo que difumina la esencia de los valores más elementales tanto a nivel individual como colectivo. Democracia y justicia en manos de unos pocos. Y me pregunto ¿no es la democracia el gobierno del pueblo? Del y para el pueblo.
Está claro que si venimos de una dictadura, en forma de fascifranquismo, que nos impuso a un monarca y que además tuvo que estar protegido por una celada impuesta desde el muy demócrata Adolfo Suárez ultrajando el sentido de la propia existencia de la Constitución española, poco podemos esperar. De hecho gracias al pueblo español y solo a eso, al sacrificio de tantas generaciones de buenas personas España es hoy lo que es. Un trampantojo de democracia donde se puede vivir con un grado aceptable de libertad. Tan solo aceptable, aunque evidentemente infinitamente mejor que el de otros países de nuestro entorno.
Somos un “país bajo palio” gobernado por “la puerta de atrás” que tanto gusta a la derecha española. Los varales de dicho dosel lo llevan con orgullo: PP, VOX, medios afines a estos partidos y por supuesto parte de la judicatura. Y en el centro ¿quién se encuentra? Antes era Franco, tras él un títere de los herederos de la dictadura: el emérito depuesto al que se le permitían todo tipo de cacerías, ya sean sexuales o económicas, y que en algún momento en aquella España de principios de los 80 soñó con emular a “tito” Paco. Pero insisto ¿quién se cobija del sol de la democracia hoy día bajo el palio? ¿Quién?
“El fin justifica los medios” jamás perteneció a Maquiavelo, lo que sí es suyo es “El príncipe” y de su lectura se podría obtener una conclusión que llega hasta nuestros días: no existe justificación alguna para la política si no es tratada como un fin. ¿Y cuál es esa finalidad? Obtener el poder y mantenerlo. Y aquí sí enlazamos con la perversión del mensaje del teólogo alemán Hermmann Busenbaum: “Cuando el fin es lícito, también lo son los medios” que degeneró en el archiconocido: “El fin justifica los medios”.
Y debo decirles categóricamente que ¡No! ¡Jamás el fin puede justificar los medios en una democracia! ¡Jamás! Y el Tribunal Constitucional nos lo acaba de demostrar con absoluta crudeza. Seamos justos, una parte del Constitucional, los jueces conservadores. ¿Es lícito decir que los jueces son de derechas? ¡No! ¿Lo es decirlo de los seis que han votado para silenciar la voz del pueblo español? ¡Lo es! ¿Los jueces progresistas habrían actuado de manera diferente dado el caso? No sabría qué contestar pues el Tribunal Constitucional está hecho a la medida del bipartidismo.
¿Es fundado argumentar que la justicia española está en manos de la derecha? Hagamos memoria, hace cuatro años ¡solo cuatro años! el portavoz del PP en el Senado reveló las intenciones de este grupo político con un whatsapp enviado a algunos de sus compañeros: “Controlaremos la sala segunda desde detrás” refiriéndose al Tribunal Supremo. Saquen sus conclusiones. Y por favor no me vengan con las diferencias entre un juez de sala, el Tribunal Constitucional, el Supremo o el Consejo General del Poder Judicial. Al PP y a quienes mueven los hilos que cortaron la cabeza a Casado y coronaron a Ayuso y Feijóo solo les interesa aquellos órganos que tienen la capacidad de controlar al Estado. Lo hemos comprobado con descarnada nitidez en estos días, si alguien tenía aún alguna duda. Esta huella embarrada manchará la historia de España. Esa historia que Almudena Grandes tan maravillosamente nos describió.
Para concluir un escueto comentario sobre la muerte del pequeño Mohamed. Brevedad por el enorme respeto al dolor de la familia. Para un padre o una madre no existe mayor tragedia que la pérdida de un hijo o hija. Si un accidente o la enfermedad se lo lleva quedan infinidad de preguntas en el aire que nos envuelve en una neblina que nos acompañará toda la vida. Si su partida la origina algún hecho violento queda una única certeza: ¡que se haga justicia lo antes posible! Tanto en un caso como en el otro nos queda la huella indeleble de su sonrisa e inocencia en nuestros corazones. Mi más sincero pésame.
Como diría Soul Etspes: “quien mancilla la inocencia merece el castigo eterno” o “en la sonrisa de un niño se cobija la humanidad”.
Un poco ladrillo