Las distintas formas de violencia sexual que las mujeres pueden sufrir a lo largo de toda una noche van desde las miradas continuas y molestas hasta la agresión sexual con uso de fuerza, pasando por los comentarios, acercamiento físico sin consentimiento, tocamientos no deseados o acorralamientos
Por Gloria López
La investigación «Noches Seguras Para Todas» (que incluye dos estudios) revela que las mujeres jóvenes perciben el ocio nocturno como un espacio donde se producen violencias sexuales con gran permisividad. El trabajo fue presentado ayer en la sede del Ministerio de Igualdad, contando con la intervención de Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la violencia de género; Patricia Bezunartea Barrio, directora general de Diversidad Familiar y Servicios Sociales; Ada Santana Aguilera, presidenta de la Federación Mujeres Jóvenes, organización que impulsa la investigación, y Mónica Said Martínez, coordinadora técnica de «Noches Seguras Para Todas».
En unas semanas en las que se han conocido varios delitos de violaciones grupales, incluso a niñas de 12 años, cuando los casos de sumisión química están a la orden del día y los discursos que justifican y hasta avalan las violencias sexuales son aplaudidos en las redes sociales, la presentación de estos trabajos parece más que oportuna. La primera investigación, realizada en 2019, no se pudo presentar públicamente en el Ministerio por la llegada de la pandemia. Pero la FMJ sí tomó los datos y los transformó en “acciones de sensibilización, prevención, intervención y también formación”, según explicó Ada Santana. En el año 2021 comenzaron con el segundo trabajo, el cual abarca dos puntos: en primer lugar, se amplía el objeto de estudio, al incorporarse también la violencia que se ejerce sobre las mujeres lesbianas con mayor detenimiento, y en segundo lugar, se incorpora el aprendizaje obtenido de la puesta en marcha de un plan de acción integral que se ha aplicado en el municipio de Fuenlabrada.
Como explicó Patricia Bezunartea, se trata de “diagnosticar la realidad para poder articular mejor las políticas públicas” que, además, “incorporen la perspectiva de género”. “Hay que celebrar que se realicen investigaciones feministas participadas como estas”, dijo Victoria Rosell, porque el rigor de los datos es lo que ayuda a hacer políticas públicas útiles.
Rosell puso en valor la Ley Integral de Garantía de la Libertad Sexual, conocida como ley de sólo sí es sí, que se aprobará próximamente en el Congreso, y recordó algunos de los datos sobre violencia sexual recogidos en la Macroencuesta de 2019, que es la mayor estadística que se realiza en España sobre violencia contra las mujeres y que fue presentada por la Delegación de Gobierno contra la violencia de género en el mes de septiembre de 2020.
La violencia sexual se denuncia muy poco
El 57,3% de las mujeres residentes en España mayores de 16 años ha sufrido algún tipo de violencia por el hecho de ser mujer en algún momento de su vida. En cuanto a la violencia sexual, la han sufrido el 13,7% de las mujeres residentes en España mayores de 16 años en algún momento de su vida, más de 2, 8 millones de mujeres. El 6,5%, más de 1.322.000 mujeres, sufrieron violencia sexual de alguien que nunca había sido su pareja y el 2,2%, 453.000 mujeres, ha sufrido una violación, y de estas, el 13,7% bajo los efectos del alcohol o de alguna sustancia tóxica. El 99,6% de los agresores son hombres, el 21,6% un familiar y el 49% un amigo o conocido, sólo el 39% de la violencia sexual sería de un desconocido y en el caso de las violaciones el porcentaje es aún menor, 15% de desconocidos. Por tanto, en violaciones, el 85% de los agresores son personas conocidas.
“De todos estos porcentajes”, dijo Rosell, “quizás el más sangrante para las instituciones públicas es el 8% de denuncia, es decir, más del 90% no se denuncia”, aunque “las jóvenes lo cuentan más”.
Una de las principales conclusiones de «Noches Seguras Para Todas» es que las mujeres jóvenes sufren una usurpación de su tiempo de ocio por parte de aquellos hombres que las interpelan sexualmente de manera constante. Las distintas formas de violencia sexual que las mujeres pueden sufrir a lo largo de toda una noche van desde las miradas continuas y molestas hasta la agresión sexual con uso de fuerza, pasando por los comentarios, acercamiento físico sin consentimiento, tocamientos no deseados o acorralamientos. Las mujeres jóvenes perciben el ocio nocturno como un escenario donde las violencias sexuales se dan con mayor permisividad, siendo el propio contexto, los códigos de comportamiento, y el consumo de alcohol y otras drogas, lo que las legitima y justifica.
La investigación también recoge la experiencia de mujeres afro descendientes y latinoamericanas, las cuales advierten sufrir una violencia sexual específica, derivada no sólo del machismo sino también del racismo, que las colocan en una situación de mayor vulnerabilidad.
Además de analizar el comportamiento juvenil en los lugares de fiesta, Noches Seguras también ha trabajado las rutas de vuelta a casa, uno de los escenarios donde concluye el ocio nocturno y donde el miedo a una agresión sexual se hace más presente.
Durante la presentación, la presidenta de FMJ destacó “la presencia de la pornografía en la juventud, como esa primera ventana que tienen los y las jóvenes de acceso al mundo de las relaciones sexuales, sin tener ningún tipo de referencia”. En este sentido, “celebramos que se incluya la educación sexual” dentro de las leyes que se han impulsado desde el Gobierno.
La investigadora Mónica Saiz Martínez destacó que también han querido tener en cuenta qué pasa con los hombres porque “debido a la cultura de la violación imperante tendemos a fijar la mirada en las mujeres”, en qué pasa con sus emociones, con sus conductas, que por supuesto es muy importante y también han sido recogidas en el estudio, pero “se nos olvida que en las relaciones de género no solamente estamos nosotras sino también los hombres que ejercen la violencia y es importante analizar el discurso de estos hombres jóvenes”.
No solamente se han investigado las violencias sexuales más hostiles, como puede ser en último caso la violación, sino que también han querido poner la atención en una gran cantidad de violencia existente, aparentemente sutil, que está normalizada y no se ha conceptualizado todavía como violencia sexual.
Conclusiones
Una de las principales conclusiones de Noches Seguras, es que los hombres se apropian del tiempo del ocio nocturno de las mujeres jóvenes interpelándolas sexualmente de manera constante. Permanecen los roles de género y con ello la existencia de una relación de poder: hombres sujetos activos sexualmente que acosan incesantemente a las mujeres a quienes exigen estar disponibles sexualmente para ellos.
Hay dificultades para identificar todo el abanico de las violencias sexuales, especialmente cuando no existe una conciencia feminista. En mujeres con conciencia de género, las violencias sexuales comprenden todo un abanico de acción: un rango de opciones como miradas, gestos, comentarios y acciones, tocamientos de pelo, meter mano, agarrar la coleta, ponerse pesado, quedarse pegado, agarrar y tirar de ti, querer meterte en el coche, besarte cuando estás a punto de vomitar, amenazar, etc.
El feminismo aparece como una herramienta para identificar las diferentes formas de violencia sexual y codificarlas como una intromisión indeseada del espacio, tiempo, energía y cuerpo de las mujeres, que les conduce al pensamiento crítico, a la acción y al empoderamiento. Por el contrario, en las mujeres sin conciencia de género, esas violencias sexuales sutiles se interpretan simples comportamientos agobiantes propios del ligoteo y de un “baboso”. En definitiva, hay una violencia sexual amortiguada, simple e invisible que se produce porque el imaginario patriarcal convierte las violencias sexuales y conductas normalizadas y naturalizadas para las propias mujeres que las sufren.
La ausencia o existencia de miedo es una variable determinante para la identificación de la violencia sexual y determinar su gravedad, que a su vez dependerá de variables como la equidad entre los hombres, el estar o no acompañadas de gente de confianza, el lugar donde están (solas en la calle, sin transporte…) etc.
En cuanto a los hombres, en la mayoría de los casos no eran capaces de ver estas vivencias sexuales y cuando las veían tendían a justificarlas como técnicas de ligoteo y atribuirlas a otros (exculpación). Son conscientes de la agresividad de ciertos comportamientos, pero mientras las mujeres no les pongan el límite, no se contienen, porque todo forma parte de las técnicas del ligoteo.
La cuestión de la sumisión química ha sido reconocida en mayor medida en la segunda parte de la investigación, aunque ya los resultados de 2019 advertían de su utilización como una estrategia usada por los jóvenes para acceder a los cuerpos de las mujeres, para lo cual en muchos casos cuentan con la complicidad de otros hombres y de los camareros de los bares y discotecas.
Cuando la violencia sexual es ejercida por conocidos a las y los jóvenes se les hace difícil identificarla como tal. Y es que, aunque los datos demuestran que la mayor parte de la violencia sexual, incluyendo violaciones, se ejerce por parte de personas del entorno, en el imaginario colectivo todavía aparece la imagen del agresor como alguien desconocido.