Las mentiras son un instrumento que utilizan muchísimo los políticos que están gobernando. El universo de la política está muy lejos de moverse, empujado por la verdad y rinde culto a la mentira porque es más fácil capitalizarla y hacerla rentable. Abraham Lincoln advertía de que “podrás engañar a todos durante algún tiempo, podrás engañar a alguien siempre, pero no podrás engañar siempre a todos”.
Por otro lado, George Orwell calificaba el mundo de la política como un montón de mentiras, fraudes, estupidez, odio y esquizofrenia. La mentira se encuentra implícita en los trastornos psicológicos de nuestros gobernantes en mayor o menor medida, es la forma de ser del 90% de estos parlanchines que suelen utilizar estas estrategias para obtener un beneficio inmediato para conseguir sus fines.
Por ello debemos tener mucho cuidado con Vivas y el Equipo A, ya que a sus mentiras las han convertido en un hábito. Dicen lo contrario de lo que creen, faltando a lo prometido, en este caso sus mentiras empiezan a ser adictivas y revelan que pueden padecer un trastorno psicológico, que por la actividad pública que desarrollan en cuestión, deberían ser diagnosticadas.
La mentira, convertida en política y utilizada como estrategia ganadora, es aquella que cava aún más la fosa de la legitimidad de nuestras instituciones.
La frase de “tu mentira me embriaga, y mi alma se abreva” deberíamos de enmarcársela a estos profesionales de la farándula, esta misma como estrategia ganadora por los ciegos que ignoran con avaricia la historia de nuestra ciudad, convirtiéndola en la enemiga de nuestra democracia.
El acto reflejo de mentir ha sido y será parte integral de la política desde que los humanos se organizaban en tribus. Por ello queridos ceutíes deciros que la cultura nos sirve para perpetuar la dominación, pero es también un instrumento de liberación. El mismo que a la hora de ejercer nuestro voto hará que nos libremos de esa oligarquía que nos gobierna durante dos décadas.
Siempre he pensado que la libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos, aunque es conveniente no perder de vista que cuando un embustero no puede imponer su mentira, dice que es su opinión, pretendiendo con ello borrar la divisoria entre la verdad de hecho y la opinión, lo que no deja de ser una forma de mentira.