Desde Delegación sostienen que son las personas internas las que no quieren salir a pasear. Por contra, el tejido asociativo advierte que se ha impuesto una restricción que cercena el derecho de salir a pasear y hacer deporte que, como toda la población, tienen las personas residentes en el CETI
Desde primeros de mes, la población ha recibido «como agua de mayo», nunca mejor dicho, los permisos que alivian las restricciones al confinamiento obligatorio impuesto durante el estado de alarma. Tras más de cincuenta días en los que en muchos casos el aislamiento ha sido total, poder salir a la calle a pasear o hacer deporte supone un desahogo psicológico para la población tras casi dos meses de encierro dominado por el miedo a la COVID-19.
Tan esperadas han sido estas medidas que el primer fin de semana los y las ceutíes abarrotaron paseos y playas adoptando un comportamiento que rozaba la temeridad y obligando a las autoridades a tomar cartas en el asunto restringiendo así el acceso a las playas de la ciudad y estableciendo itinerarios recomendados para la práctica deportiva a fin de evitar aglomeraciones. Sin embargo, aunque la inmensa mayoría ya disfruta de estos permisos, las personas internas en el Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes (CETI) no lo están haciendo pese a tener, obviamente, el mismo derecho que el resto de la población.
La controversia surge cuando se trata de buscar una explicación al por qué de que personas que llevan reclusas en las instalaciones del CETI durante más de 50 días no estén saliendo a la calle. Principalmente, son dos las versiones que tratan de resolver el enigma. Una, ofrecida por el bando asociativo, sostiene que desde la dirección del centro se ha impuesto una serie de restricciones que estarían cercenando el derecho de los/as internos/as a salir a la calle para pasear o hacer deporte. Otra, expuesta desde la Delegación del Gobierno, apunta a que son los/as residentes, en su mayoría de confesión islámica, los que declinan hacer uso de los permisos ya que preferirían quedarse en el CETI hasta romper el ayuno.
Tampoco hay salidas después del iftar
En teoría, tras hacer la primera comida del día, las personas internas en el CETI dispondrían de más o menos una hora y media para hacer uso del derecho a pasear, algo que no está sucediendo. Los/as activistas con los que ha contactado este medio aseguran, por este motivo, que la justificación que se hace desde Plaza de los Reyes no se sostiene. «Otros años, en Ramadán, la gente después de romper el ayuno sale«. De hecho, en algunas barriadas de la ciudad entre las 22:00 y las 23:00 horas, cuando la población que practica el Ramadán ya ha comido y antes de consumir la franja horaria que permite pasear o hacer deporte, se experimenta un incremento de afluencia a las calles.
Delegación afirma que hay disponible un servicio para la gestión de salidas en el centro. Se trata de un listado, que se coordinaría entre las ONG que prestan asistencia en el CETI y la dirección del centro, y que tendría por objeto evitar salidas en masas y algomeraciones. A pesar de su existencia, Delegación advierte que ningún interno/a he hecho todavía uso de este listado.
El derecho a la práctica deportiva sí está limitado para las personas del CETI
Algo que si reconoce Delegación del Gobierno es la limitación al permiso de salir a practicar deporte. Dado que el centro es relativamente amplio y cuenta con una pista deportiva -un campo de fútbol sala- se insta a los/as internos a practicar deporte dentro de las instalaciones y evitar así salidas a la calle. Sin embargo, el permiso concedido por el Gobierno de la Nación para salir a hacer deporte no contempla limitaciones de espacio, más allá de seguir los itinerarios recomendados. Es decir, al contrario que para los paseos, no se establece el limite del radio de un kilómetro. Tampoco hay límite de tiempo.
De nuevo, activistas lamentan que, pese a que se les impide salir a practicar deporte individualmente, no se deja a los internos realizar actividad física en grupo dentro del centro para evitar aglomeraciones. «Pueden jugar a pasarse la pelota, pero no un partido de fútbol», explican a este medio.
Esta restricción al derecho a la práctica deportiva individual en la vía pública no tiene justificación más allá de aprovechar las instalaciones del centro que, dicho sea de paso, no están habilitadas para ese fin. Con que tan solo 100 personas de las 450 que residen actualmente en el CETI quisieran correr una hora al día, aún aprovechando las franjas horarias, siempre habría un mínimo de catorce personas corriendo, por lo que sería complicado que las catorce lo hicieran dentro del campo de fútbol -para guardar la distancia de seguridad deberían correr al unísono-.