Con el verano a la vuelta de la esquina, como se suele decir, las primeras volaeras comienzan a instalarse en la explanada del Chorrillo como lo hacen cada año. Habrá que ver cómo afecta la crisis de la COVID-19 a este minúsculo sector que ya es casi una reminiscencia del pasado marinero de la ciudad y al que un golpe mal dado puede terminar por mandarlo definitivamente a la lona, perdiendo así Ceuta una de sus más antiguas y características
La pandemia de COVID-19 no privará a Ceuta de una estampa que es santo y seña de la ciudad en época estival: las volaeras del Chorrillo con decenas de ejemplares de pescado secándose al sol. Otro años más, los/as ceutíes podrán degustar estos exquisitos productos tan valorados fuera de nuestras orillas: volaores, bonitos, mojamas o las preciadas huevas de bonito -afortunados/as los/as que las consiguen y dichosos sus bolsillos por el precio al que lo hacen-. Sin embargo, algo que no ha conseguido la pandemia, le puede conseguir la falta de un impulso decidido y notorio al sector.
Si bien este año el Gobierno de la Ciudad ya ha asegurado que apoyará al sector y que su objetivo es, por resumir, que la industria se adecue a las exigencias hiegiénico-sanitarias del s. XXI para incluso incentivar la exportación de este producto con denominación de origen, cierto es también que no es la primera vez que los salazoneros ceutíes oyen está música y ya no la bailan con la misma esperanza.
En cualquier caso, al menos en 2020, y ya veremos qué pasa en 2021, Ceuta volverá a tener volaeras.