La situación de la frontera ceutí no se puede comprender desde nuestro paradigma social. En un día cualquiera si nos desplazamos a la frontera del Tarajal nos encontramos con: mujeres trabajadoras de hogar marroquíes, mujeres porteadoras -u hombres en función del día de la semana-, coches llenos de mercancías, algunos taxis, el autobús L7 y cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Prácticamente todos los días son iguales, al menos de lunes a jueves, todos los días son tan manifiestamente repetitivos que se normaliza la violencia de la frontera.
La representación social que tenemos de violencia es aquella en la que se emplea la fuerza física para agredir a una o varias personas. Sin embargo, no es la única violencia existente, aunque sí es la más mediática. Por ello, cuando desde la investigación social o el asociacionismo apelamos a la violencia de la frontera sur pensamos rápidamente en la valla y en las personas subsaharianas cruzando -o intentando cruzar- la frontera. Si especificamos un poco más, y reivindicamos la violencia contra las mujeres porteadoras nuestro imaginario social lo relaciona con los golpes de la policía a las porteadoras, pero no es la única violencia.
Las violencias que diariamente atacan a las porteadoras, además de la crudeza de la violencia física ejercida contra ellas, son la simbólica y la estructural, ambas son inherentes a la situación de las mujeres porteadoras. La invisibilización de las porteadoras como sujetos de derechos humanos, la baja consideración social de su actividad laboral, el hecho de que no sean consideradas como trabajadoras etc. En resumen, la estructura de género que rodea al comercio atípico en el que las porteadoras ocupan el eslabón más vulnerado económica, social y físicamente del circuito. ¿Qué es lo ocurre si visibilizamos todas o casi todas las violencias hacia las mujeres porteadoras? Pese a que todavía no lo hemos logrado, si que hemos avanzado en la visibilización de esta realidad, ¿y cuál ha sido la respuesta de las administraciones competentes? El maquillaje de la situación de las porteadoras. Estrategias políticas y mediáticas inocuas sin una reglamentación jurídica y de dudosa implantación real en el día a día de las porteadoras. Me refiero a las medidas como la limitación del tamaño del fardo, el uso del carrito para sacar la mercancía, y la más reciente, la restricción del peso del fardo a 70 kilos para las mujeres. ¡70 kilos y creen que están ayudando a paliar la violencia contra las porteadoras! Con estas medidas maquillan la imagen de la ciudad sobre la situación de las porteadoras -o eso creen-, sin embargo, me gustaría que reflexionasen sobre la violencia simbólica que ejercen sobre ellas cuando no les permiten trabajar durante 20 días seguidos porque es navidad en España. ¿Y cómo la práctica habitual de cerrar la frontera al comercio atípico durante las festividades deteriora la situación de las mujeres porteadoras? Háganse esa pregunta. Plantéenselo antes de maquillar con medidas, que en la práctica no se cumplen, y que únicamente tienen como finalidad proteger la imagen de Ceuta bajo el supuesto de mejorar la situación de las porteadoras.