Amar Al Sukhn, una humorista libanesa de 34 años, ha visto cómo su vida y su país se han transformado drásticamente desde el inicio del conflicto entre Israel y Líbano. Antes de la escalada, Amar recorría escuelas para hacer reír a los niños, pero ahora esos mismos lugares son refugios para miles de desplazados.
Desde el 17 de septiembre, cuando explosiones masivas causaron miles de heridos y decenas de muertos, la situación ha empeorado. Las incursiones israelíes han dejado al menos 3,700 muertos y más de un millón de desplazados. La periferia de Beirut está devastada, y la incertidumbre reina entre los habitantes.
Amar explica que el pueblo libanés se ha organizado en pequeñas asociaciones para ayudarse mutuamente, ya que el Estado carece de capacidad de respuesta. ‘Vivíamos en una calma tensa que en cualquier momento podía estallar’, comenta, reflejando la desesperación de muchos libaneses.
La propuesta de un alto el fuego, impulsada por Estados Unidos y discutida por el Gabinete de Seguridad de Israel, ofrece una luz de esperanza. Sin embargo, el escepticismo persiste. Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios árabes e islámicos, señala que Israel tiene objetivos específicos en Líbano que no abandonará fácilmente.
Las condiciones impuestas por Israel, como la retirada de Hizbulá del río Litani y la supervisión internacional, son vistas como inasumibles por la organización chií. Esto complica aún más la posibilidad de una tregua duradera.
La historia del Líbano está marcada por conflictos recurrentes. Desde la guerra civil que comenzó en 1975 hasta la actual crisis, el país ha enfrentado desafíos políticos y económicos significativos. La deuda pública ha alcanzado niveles alarmantes, y la infraestructura básica, como el suministro eléctrico, está en crisis.
En medio de esta turbulencia, la sociedad libanesa sigue dividida entre bloques pro occidentales y pro regionales, lo que dificulta alcanzar un consenso político. A pesar de todo, muchos libaneses, como Amar, mantienen la esperanza y luchan por un futuro mejor.
‘No queremos ser resilientes, queremos ser normales’, concluye Amar, reflejando el deseo de muchos de sus compatriotas de vivir en paz y estabilidad.