El pasado domingo, el Líbano despidió a Hasán Nasrala, líder de Hizbulá durante tres décadas, en un funeral multitudinario celebrado en el Estadio Deportivo Camille Chamoun de Beirut. Miles de personas, vestidas de negro y portando banderas de la milicia pro iraní, se reunieron para rendir homenaje tanto a Nasrala como a su sucesor, Hashem Safieddine, ambos asesinados por Israel en septiembre y octubre.
La ceremonia contó con la presencia de altos cargos libaneses, representantes iraníes y miembros de los rebeldes hutíes. Los restos de Nasrala habían sido cuidadosamente preservados en un lugar secreto hasta que se alcanzaron las condiciones adecuadas para su despedida, tras el acuerdo de paz con Israel.
Durante el funeral, el actual líder de Hizbulá, Naim Qasem, reafirmó el compromiso del grupo con la resistencia contra Israel, destacando que esta es una cuestión de fe y derecho. Sus palabras resonaron entre los asistentes, quienes coreaban consignas contra Israel.
El evento no estuvo exento de tensiones, ya que aviones de combate israelíes sobrevolaron Beirut a baja altura, lo que fue interpretado como una provocación. El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, afirmó que el vuelo de los cazas era un mensaje claro de que cualquier amenaza contra Israel sería respondida con contundencia.
El funeral se llevó a cabo en medio de estrictas medidas de seguridad, y el estadio, con capacidad para más de 80,000 personas, se llenó de seguidores que incluso acamparon durante la noche para asegurar su presencia en el evento.
La muerte de Nasrala, ocurrida tras un bombardeo masivo por parte de Israel, marcó un punto de inflexión en el conflicto entre Hizbulá e Israel. Este ataque, que también acabó con la vida de varios comandantes de la milicia, fue el resultado de una operación meticulosamente planeada por el servicio secreto israelí.
Nasrala, quien vivía en la clandestinidad desde 2006, era considerado un símbolo de resistencia en el mundo árabe. Bajo su liderazgo, Hizbulá se transformó de un grupo de combatientes desorganizado a una de las milicias más poderosas de Oriente Próximo, gracias al apoyo de Irán.
La escalada bélica entre Israel y Hizbulá, que se intensificó tras la muerte de Nasrala y Safieddine, culminó en un alto el fuego mediado por Catar y Estados Unidos a finales de noviembre de 2024. Este acuerdo puso fin a dos meses de enfrentamientos abiertos, ofreciendo un respiro temporal a la región.