Loren era la única mujer transgénero de Versalles, un pueblecito del Valle del Cauca, en Colombia. «Tenía una vida maravillosa», relata con nostalgia. Siempre se sintió querida por sus vecinos y vecinas y, sobre todo, por su familia. Sin embargo, un día, cuando regresaba a su casa, un hombre que consideraba su amigo le estaba esperando y le disparó dos veces con un arma de fuego.
Su hermana fue a pedir ayuda a las autoridades, pero según cuenta, no acudieron en un primer momento. «En Colombia ser una mujer transgénero es una sentencia de muerte. La vida no tiene ningún valor, ni para las autoridades ni para nadie». El hombre que la atacó se fue del pueblo durante un tiempo, peroregresó y la amenazó con acabar lo que había empezado. No soportaba vivir con miedo y no confiaba en las autoridades, así que solo le quedaba huir.
Cuando llegó a España, esperaba encontrarse un país en el que pudiera ser ella misma. Aunque pronto se dio cuenta de que «no todo era de colores. Aún hay muchísima homofobia, mucho estigma y muy pocas posibilidades de conseguir un trabajo digno». «Por eso, muchas mujeres trans, incluyéndome a mí, tuvimos que ejercer el trabajo sexual para salir adelante.», señala.
«Gracias a Dios llegué al proceso de CEAR y en estos momentos, mi vida cambió muchísimo». Actuamente está estudiando para ser técnica sociosanitaria y sueña con ser enfermera en un futuro. No obstante, es consciente de que queda mucho camino por recorrer: «Ser homosexual, transgénero o lesbiana no nos hace menos, porque somos seres humanos».Al menos 3.664 personas transgénero han sido asesinadas en el mundo desde 2008. Muchas más personas LGTBIQ+ han tenido que huir para vivir con orgullo, para poder SER, SENTIR y AMAR en libertad.