Este año aunque un poco incierto, en las campañas navideñas, todo el mundo debería pedir a sus seres queridos y amigos que realicen sus compras en las tiendas y negocios de su localidad, zapaterías, peluquerías, tiendas de juguetes, de ropa, de decoración, etc. en lugar de aumentar las ganancias a esas multinacionales que, ya son millonarias.
El gremio de la hostelería y el pequeño comercio lo está pasando realmente mal, pocos serán los que puedan resistir esta nueva crisis, resultado de una devastadora pandemia que comenzó el pasado mes de marzo.
Debemos apostar por nuestro barrio, ese que siempre ha estado ahí, el vecino que levanta su persiana a las seis de la mañana y que tiene esa relación tan cercana con todo el que le compra. Entre todos tenemos que conseguir que se salven y que no desaparezcan. Son muchos puestos de trabajo los que a su vez dependen de éstos. Miles de personas dedicadas a la hostelería y al pequeño comercio se están dando cita en las plazas de Ayuntamientos y Delegaciones del Gobierno para exigir ayudas tanto a sus comunidades autónomas como al Gobierno central tras decretar el cierre de estos establecimientos.
Lo que pretenden es reivindicar ayudas y dejar claro que ellos son esenciales, entienden la situación sanitaria por la que está pasando el país, pero necesitan que se les tienda la mano y que no se les deje de lado, porque de ser así, muchas personas se quedarán sin nada, en la calle dependiendo de la caridad del Estado.
Estos negocios, nuestros bares, los de toda la vida, los que siempre nos han acompañado, son el alma y el escape de muchas personas que acuden a diario para poder soportar lo cuesta arriba que se les está haciendo lidiar con esta situación pandémica.
Deberíamos ser más solidarios con nuestros productos y con nuestro país y consumir producto nacional, de nuestra tierra, como antaño e ir a nuestro vecino a comprar el pan caliente a primera hora de la mañana, ir a nuestra pescadería o carnicería de confianza, como han hecho nuestros padres y abuelos, nosotros mismos cuando éramos pequeños. La evolución es muy buena y hay que seguir adelante, pero nuestras costumbres no tienen porqué desaparecer ni cambiar y tampoco permitir que nuestra esencia desaparezca.