Por June Fernández, en Pikara Magazine
La politóloga feminista Arantxa Elizondo ha analizado en distintos medios de comunicación la gestión de la crisis de la Covid-19. En esta entrevista, charlamos sobre el rol del Ministerio de Igualdad, sobre los estilos de comunicación de las primeras ministras frente al de sus homólogos y sobre el reto de transversalizar la perspectiva de género en las políticas del confinamiento
La politóloga Arantxa Elizondo Lopetegi (Donostia, 1967) ha sido una fuente experta recurrente en los medios vascos y españoles durante el confinamiento. Esta profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) ha iniciado también una colaboración en el periódico Berria, bajo el antetítulo ‘Koronabirusa. Berdintasuna pentsaldian’ (Coronavirus. Una pensada a la igualdad). También era un rostro habitual en los medios de comunicación vascos antes de la crisis de la Covid-19, ya que participó en el grupo de personas expertas designado por los partidos políticos para preparar un borrador de nuevo Estatuto vasco. Fue la única mujer en esa Ponencia de Autogobierno, propuesta por Elkarrekin Podemos para que introdujera la perspectiva feminista.
Elizondo, actual presidenta de la Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración, es un referente en el feminismo institucional vasco. Cofundadora y codirectora del Master en Igualdad de Mujeres y Hombres de la UPV/EHU, fue secretaria general de Emakunde, el Instituto Vasco de la Mujer, entre 2009 y 2012. También militó en la plataforma política Plazandreok, de la que sigue siendo socia.
¿Cómo valoras la gestión que han hecho el Gobierno español y el vasco de la crisis de la Covid-19?
Me parece demasiado pronto como para medir su éxito. El número de muertes es un indicador demasiado simple, porque el nivel de contagio está relacionado con más factores y porque tendremos que valorar también aspectos como las consecuencias socioeconómicas. En general, no me parece que el Gobierno español haya actuado peor que la mayoría de gobiernos europeos. Un tema peliagudo e interesante ha sido el cambio que ha provocado el estado de alarma en la organización territorial. Me parece que el Gobierno español no ha andado muy fino a la hora de coordinarse con las comunidades autónomas. Creo que, salvo excepciones, la mayoría de gobiernos autonómicos habrían tenido una actitud colaboradora. Ha empleado un estilo centralista, contrario a la filosofía del Estado de las autonomías. Por otro lado, creo que los gobiernos autonómicos han utilizado a su favor la limitación de competencias, como diciendo: “Ponte tú al frente, por si acaso”. Salvo en el caso de Madrid, cuya presidenta ha encontrado la manera de lograr protagonismo a diario. En cuanto al Gobierno vasco, he echado de menos al lehendakari [Íñigo] Urkullu en más de una ocasión. Tal vez haya dado un paso atrás porque se acercan las elecciones…
De hecho, la oposición ha acusado a Urkullu de anteponer el interés electoralista sobre la salud pública.
Todos los gobiernos tienen un ojo puesto en las próximas elecciones. No veo qué argumento de peso se puede dar para sostener que es más adecuado celebrar las elecciones en septiembre que en julio. El Parlamento vasco no está parado pero su margen de actuación está limitado. Cuando salgamos del estado de alarma y haya que tomar nuevas decisiones o emprender reformas, será importante contar con un Gobierno vasco con mayor legitimidad de la que tiene en funciones. Bajo ese punto de vista, a mí me parece adecuado que las elecciones se celebren cuanto antes.
El Gobierno formado por PSOE y Podemos se presentó a sí mismo en enero con el feminismo como bandera, pero su gestión de esta crisis no ha sido nada feminista. Los militares han tenido más protagonismo que la ministra de Igualdad. Me recuerda a lo que ocurrió con José Luis Rodríguez Zapatero, que cuando tuvo que hacer frente a la crisis económica se olvidó de la apuesta feminista y tiró de recetas neoliberales…
No me parece comparable ni justo, porque este Gobierno no ha tenido tiempo. Hay que esperar a ver qué perspectiva tienen las decisiones sociales y económicas que tomen ahora. Sí que es claro que, desde que empezó el estado de alarma, las prioridades han cambiado de arriba a abajo y de un día para otro. Al principio hicieron apuestas claras, como el anteproyecto de ley integral para la libertad sexual. Pero en marzo la ministra de Igualdad [Irene Montero] estuvo desaparecida, con el argumento de que estaba en cuarentena… Ahora está más presente, porque las cifras de violencia de género son llamativas. Pero no han logrado aplicar una perspectiva feminista a la gestión de esta crisis. La presencia inicial de los militares fue muy impactante. Tal vez porque buscaban ese efecto, dar una imagen de firmeza. Pero es muy paradójico que un gobierno de centro-izquierda utilice una imaginería bélica. También es cierto que las personas que han estado en segundos puestos de poder han sido mujeres, de hecho, hubo una rueda de prensa en la que todas eran mujeres. La ministra de Trabajo [Yolanda Díaz] y la portavoz del Gobierno [María Jesús Montero] han tenido un gran protagonismo, y me ha parecido que han dado una imagen muy solvente.
¿Por qué cuesta tanto transversalizar la perspectiva de género en las políticas públicas?
Ese enfoque teórico denominado mainstreaming tiene más de veinte años. Es difícil llevarlo a cabo en circunstancias normales, más aún en un estado de alarma. En la Comunidad Autónoma Vasca se han dado pasos, pero se han centrado sobre todo en los procedimientos, en la elaboración de informes sobre el impacto de género. La clave está en que quien prepara un decreto o una ley tenga en cuenta si esa medida va a tener efectos contrarios a la igualdad. Pero es difícil medir si los resultados que da una medida política se deben a esa decisión o están condicionados por todo lo que rodea a la medida. A menudo, no se valora suficiente el contexto real y complejo, es decir, las costumbres y formas de hacer que afectan a nuestras vidas. Por ejemplo, si las mujeres asumen la mayor parte del trabajo doméstico, tendremos que tener en cuenta que el teletrabajo afectará de forma desigual a unos y a otras. ¿Qué trabajador supuestamente neutro tienes en mente cuando tomas esa decisión sobre las condiciones de trabajo? Pues está claro que la de un señor que tiene una oficina en casa y que puede trabajar en ella con la puerta cerrada.
Otra limitación es lo que podríamos llamar la paradoja del mainstreaming, y que tiene que ver con una inercia de las Administraciones Públicas. Los gobiernos sacan las partidas para mainstreaming del presupuesto de Igualdad. Entonces, una institución de Igualdad fuerte va a querer gestionar todo su presupuesto y mantener su personal; es una actitud comprensible, pero al mismo tiempo obstaculiza la transversalización.
La perspectiva interseccional implica dar un paso más. En la gestión de esta crisis no se han tenido en cuenta factores como la clase social o el impacto del racismo.
Desde luego. Ese sería un paso todavía más difícil, el de tener en cuenta los distintos ejes de discriminación o de desigualdad, no de uno en uno sino observando cómo se relacionan. La perspectiva de la interseccionalidad es más nueva, en nuestro contexto tiene unos diez años. El mainstreaming es mucho más fácil de entender, toma un solo eje, la igualdad entre mujeres y hombres, y aun así resulta difícil de aplicar. La filosofía de la interseccionalidad es interminable y además su definición cambia según el contexto: en uno la raza tendrá más impacto, en otro la edad… Tendríamos que decidir en qué ejes centrarnos en nuestro contexto para analizar esas combinaciones entre discriminaciones.
Ocurrió con las trabajadoras del hogar: quedaron fuera de las primeras ayudas generales anunciadas por el Gobierno español, pero cuando este anunció ayudas específicas, los requisitos dejaban fuera a las más desprotegidas, la mayoría migradas.
Dado que puede ser difícil tener en cuenta de antemano toda la diversidad que hay en la sociedad, tal vez sea más viable analizar “¿quién ha quedado fuera de esta medida concreta? Pues vamos a compensarlo de otra manera”. A menudo, los gobiernos no dan ese paso atrás, no reconocen ni enmiendan las meteduras de pata. Eso va a ser muy importante en los próximos meses y, me temo, años. Veremos qué colectivos sufren de forma más dramática la crisis económica y cómo responderá el Estado.
Podemos prever que esa crisis económica inminente acentuará las brechas sociales y de género…
Sin duda. Sabemos que las condiciones laborales de las mujeres son más precarias: jornadas parciales, ocupación en profesiones con salarios más bajos… Si a esto le añadimos la influencia de los roles de género, para las mujeres será más fácil (entre comillas) tomar la decisión de abandonar el mercado laboral. Pero esa no es una decisión autónoma sino una reacción.
Has cuestionado la hipótesis, difundida en un artículo de la revista Forbes, de que los países que han gestionado mejor la crisis de la Covid-19 coinciden en tener primeras ministras al frente.
Solo doce países en el mundo están gobernados por mujeres. Por tanto, sí que es muy llamativo el dato de que, entre 194 estados que hay en el mundo, siete de los que presentan menores tasas de mortalidad por coronavirus coincidan en estar presididos por mujeres. Lo que yo cuestiono es que haya una relación causa-efecto directa. Sabemos que influyen muchos factores: los recursos económicos de esos estados, su sistema de salud, un sistema de servicios sociales potente, las condiciones de vida… Yo le daría la vuelta al argumento: los recursos y el nivel de desarrollo de esos países son los que han propiciado que estén gobernados por mujeres. Por otro lado, sí que me parece que las estrategias de comunicación y las formas de esas mandatarias han sido muy distintas y más eficaces: un estilo más humilde y cercano a la hora de dar explicaciones a la ciudadanía, que contrasta con el estilo bélico y épico de los hombres. Es el caso de Pedro Sánchez: en la primera rueda de prensa en la que anunció las medidas de confinamiento, me pareció que hablaba como de cara a la historia, como [Winston] Churchill en la segunda guerra mundial. Entiendo que los líderes aprovechan esas oportunidades para reforzar su carisma, pero me parece que empleó una solemnidad desproporcionada.
El movimiento feminista de Euskal Herria convocó en marzo una mesa técnica con actores políticos y sindicales para hacer frente a la crisis de cuidados. Los Gobiernos vasco y navarro no respondieron a su invitación.
Los Gobiernos no son muy receptivos a planteamientos que se salen de los canales habituales. No se trata solo de que no den prioridad a este tema, sino más bien que no entienden estas formas. Hay una incapacidad, no tienen esa cultura de escuchar las aportaciones de los movimientos sociales. En las decisiones que tomen a partir de ahora, sí que podrán tener en cuenta las perspectivas feministas, a través de las asesorías o consultas que encarguen.
¿Qué puede hacer el movimiento feminista para influir como lobby?
Las feministas que tienen relación con los partidos políticos sí que tienen más posibilidades de encontrar la puerta abierta y lograr influencia política. Las mujeres del PSOE han tenido históricamente un gran peso, y también lo tienen las feministas que están en Podemos. Ahora que conviven en el Gobierno español, están teniendo conflictos entre ellas porque sus planteamientos difieren. En el concepto lobby subyace la pretensión de un colectivo de conseguir ventajas económicas. En el caso del feminismo, no es un concepto demasiado aplicable; es un movimiento que busca mejorar las condiciones de vida de las mujeres, pero no es exactamente lo mismo.
La coordinadora feminista Bizitzak erdigunean, creada por el movimiento autónomo en pleno confinamiento, defiende que esta es una oportunidad histórica para poner las vidas en el centro, ya que ha quedado patente el fracaso del sistema capitalista heteropatriarcal. ¿Coincides con ese análisis?
Sí, esta crisis ha mostrado la importancia de los cuidados, y que estos son lo realmente básico en nuestras vidas. Las feministas ya sabíamos y repetíamos que las personas que realizan los trabajos de cuidados son en su mayoría mujeres: las trabajadoras sanitarias, las que trabajan en las casas, en los supermercados… Pero parece que mucha gente se haya enterado ahora. Por primera vez, el imaginario de lo heroico está repleto de mujeres. ¿Qué efecto tendrá esto? Bueno, ya veremos, pero puede ser un momento histórico, ya sea para cambiar esa realidad o para dar a esas profesiones el valor económico y social que merecen.
Por último, ¿qué temas crees que deberían priorizar las políticas de Igualdad?
Mencionaría dos temas que deberían recibir mucha más atención y recursos. Por un lado, la violencia hacia las mujeres, desde un punto de vista amplio. Por otro lado, cómo introducir la igualdad en el sistema educativo. Son los dos grandes retos actuales, uno porque es la consecuencia más grave de la desigualdad y el otro porque digamos que es el origen de la discriminación.
En pocas palabras
Ponencia de Autogobierno
Ha sido una experiencia muy interesante pero también dura, nos ha llevado 14 meses. Mis compañeros del grupo de expertos han estado por lo general muy dispuestos a tener en cuenta mis propuestas. Nuestro objetivo era definir un borrador para el nuevo Estatuto, y después estaría en manos del Parlamento cómo encauzarlo. Así que tuvimos libertad para hacer nuestras propuestas. Mi trabajo era introducir la perspectiva feminista, no solo en los temas más ligados a la Igualdad, sino en todos los ámbitos.
Máster en Igualdad de Mujeres y Hombres
Llevamos veinte años con ese máster y ha cumplido una función importante formando a agentes de igualdad. En los últimos cuatro o cinco años se ha notado el bum del feminismo; las solicitudes de matriculación han crecido muchísimo, están duplicando el número de plazas con las que contamos. El perfil del alumnado se ha vuelto más amplio, no tan ligado al feminismo. Ser agente de igualdad ya es una profesión y hemos podido profundizar en esa especialización. La otra cara es que se ha perdido esa impronta militante que se notaba los primeros años.
Emakunde
Aprendí mucho. Conocía la política desde el punto de vista de la militancia, por un lado, y a nivel teórico, por otro lado. Me dio la oportunidad de conocer la gestión política y de comprobar los límites que tienen las Administraciones Públicas. La peor parte fue la de los obstáculos y las resistencias con las que topamos, que vinieron sobre todo de dentro del Gobierno. Fue frustrante encontrarnos con que muchas veces no podíamos aprovechar los recursos que teníamos, porque las prioridades eran otras. Eso fue hace diez años, me pregunto si en la actualidad será más fácil dirigir un organismo como ese, plantarse ante un cargo político y presentarle planteamientos feministas.
Plazandreok
Cuando empezaron a presentarse a las elecciones [a las municipales en Donostia y a las forales de Gipuzkoa], hace unos 25 años, esa decisión tuvo una importancia enorme. En ese momento militaba en Plazandreok y viví muchas cosas. La particularidad de Plazandreok es que siempre se ha propuesto entrar en la política activa. Aunque no haya logrado tener representación institucional, diría que sí que han logrado influencia. El Ayuntamiento de Donostia ha tenido en cuenta las propuestas de Plazandreok.