Estoy, de un tiempo acá, en modo positivo, ilusionado, con ese viaje para conocer de cerca la cultura tibetana.
Gastos que pasaré al generoso ayuntamiento, para no ser menos en la asignatura de religión, que luego te suspenden, aunque no cuente para la nota media. Puede que no puntúe en éste mundo material, no obstante, miro al desconocido espiritual, más de la cuenta, conforme van apareciendo goteras, y los años cumplen, sin que sea posible jugar con el reloj. Que, para juegos, los de mesa.
Es así, con la nueva actitud, cuando todo me parece bien. Súper en el argot de los tiempos que corren.
Se entera uno de las mismas cosas que habían sido publicitadas en años anteriores, pero no saben a abusos de la paciencia, es lo normal.
Se van a finalizar las interminables obras de la Gran Vía, que pensé de forma ingenua, que ya había sido inaugurada, hace años.
Se terminará la estación, que, en línea con su mala fama de otra época, no es que el tren vaya a llegar puntualmente para su inauguración, es que lo mismo sirve para su utilización en ese proyecto ferroviario del paso del mar estrecho, ancho, para arriesgar vidas.
Como se sabe, se ha retomado la idea de unir los dos continentes, por tanto, no es descabellado pensar que, en algún siglo, la Estación de Ceuta sea más transitada que la de Atocha, con destinos hacia la península y el vecino país, enlazando con toda África.
Y las tortugas ya no serán sólo relacionadas con sus pasos de los tiempos.
Los tiempos no se los marcarán al socialista. De la mesa, que no la de la redonda, hay que expulsar a la ultraderecha.
Menudos problemas tienen que resolver nuestros políticos, para que luego estemos criticando desde la facilidad de la lengua suelta. Por eso, prefiero pasar de temas tan serios.
Opto, por otras vías, buscando desesperadamente el tren, por seguir con mi vieja pluma insistiendo en recomendar la máxima prudencia en éstos señalados días porque podremos acariciar el haber ganado la batalla, pero la guerra, no ha terminado.
Particularmente, abogo por pasar una Navidad en la más estricta intimidad. Es más, no se tendría que haber dado tantas alas a los ciudadanos. Lo suyo, lo apropiado, habría sido su suspensión. Eliminar para poder seguir celebrando. Hasta que la vacuna no esté suministrada, las olas seguirán sumando: la primera, la segunda, la tercera…
Así, pues, es otro buen momento para seguir con las recomendaciones para disfrutar de las reflexiones en tiempos difíciles.
Eclesiastés: El momento oportuno
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar
y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz.