Carola García-Calvo investigadora principal Real Instituto ElCano
Tras más de 13 años de guerra civil en Siria, y en tan sólo 10 días, la coalición de organizaciones rebeldes liderada por el grupo islamista suní Hay’at Tahrir al-Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante), designado como organización terrorista por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea (UE) y Estados Unidos (EEUU), entre otros, logró imponerse al régimen de Bashar al-Assad.
Desde su formación en 2017, HTS se ha consolidado como la milicia más relevante de la coalición rebelde que hacía frente al régimen sirio, proyectándose tanto dentro como fuera de sus fronteras, como una opción moderada y pragmática. Esto ha sido resultado de un giro estratégico impulsado por su líder, Ahmed Hussein Ahmed al-Sharaa, conocido por su nombre de guerra Abu Mohammed al-Jolani, quien rompió sus vínculos con la yihad global en 2016 para transitar desde el salafismo yihadista hacia un islamismo enfocado en el contexto sirio, que, aunque mantiene preceptos salafistas, es menos extremo que el promulgado por al-Qaeda y Estado Islámico. Sin embargo, su pasado yihadista, junto con las prácticas autoritarias ejercidas en los territorios bajo su autoridad, generan suspicacias en la comunidad internacional. Entre las preocupaciones de los países occidentales se encuentra tanto el posible resurgimiento de la actividad yihadista en Siria, como que el país se convierta en una base para la planificación y ejecución de ataques terroristas transnacionales.
‘’La capacidad del nuevo gobierno para estabilizar el país será clave para prevenir un eventual repunte del terrorismo en Siria, un territorio de gran significación ideológica y simbólica para el yihadismo global, desde donde estos grupos puedan proyectar su amenaza hacia Occidente’’.
Este comentario analiza la trayectoria de Abu Mohammed al-Jolani desde los inicios de su militancia yihadista hasta el momento actual, como líder de HTS. Asimismo, se examinan los principales retos y dilemas que afronta HTS tras el derrocamiento del régimen de Assad, en su intento por consolidarse como un actor confiable ante la comunidad internacional. Esto podría traducirse en la exclusión de la organización y de su líder de los listados de organizaciones y personas designadas como terroristas, legitimándose como actores clave en el futuro de la nueva Siria, también en relación con la amenaza terrorista que pueda proyectarse desde el país hacia Occidente, ya que de su capacidad para estabilizar y controlar el territorio dependerá también el futuro de las matrices terroristas, al-Qaeda y Estado Islámico en Levante, territorio con especial significado simbólico para el yihadismo global.
La presencia de Abu Mohammed al-Jolani, en actividades yihadistas se remonta a los primeros años de los 2000, en el contexto de la guerra en Irak tras los atentados del 11-S, donde militó en fuerzas insurgentes relacionadas con al-Qaeda. Allí conoce en prisión y se relaciona luego con Abu Baker al-Bagdadi, líder de al-Qaeda en Irak, organización terrorista conocida posteriormente como Estado Islámico de Irak, hasta su ruptura en 2014 con la matriz yihadista global dirigida entonces por Ayman al-Zawahiri, para establecerse finalmente como matriz independiente bajo las siglas de Estado Islámico.
En 2012, en el marco de las revueltas populares iniciadas en Siria contra el régimen de Bashar al-Assad, ambos líderes acordaron expandir sus operaciones desde Irak al territorio sirio a través de una nueva organización, denominada Jabhat al-Nusra (JN), bajo la dirección de al-Jolani. En 2013, al-Jolani rompió con al-Bagdadi convencido de que la intensa violencia sectaria practicada por el líder iraquí se volvería en contra de su proyecto en Siria, más tolerante con otras minorías, declarándose líder autónomo de JN y jurando lealtad (bayʿa) a al-Qaeda. Este vínculo le permitió inicialmente acceder a combatientes, armamento y financiación, situándose como una extensión territorial de al-Qaeda en Siria. Sin embargo, en 2016, al-Jolani también rompe con al-Qaeda, marcando la ruptura con el yihadismo global y comenzando un reposicionamiento estratégico.
Ese mismo año, fundó Jabhat Fateh al-Sham (JFS, Frente para la Conquista del Levante), una organización islamista con objetivos nacionalistas. Este cambio buscaba tanto reducir la presión internacional sobre su grupo al desvincularse formalmente de las redes yihadistas globales, como ganar influencia en el conflicto sirio proyectándose entre las facciones rebeldes y la población local como un actor moderado. Este grupo es el precedente inmediato de HTS, una amalgama de facciones islamistas establecida en enero de 2017 bajo la autoridad de al-Jolani, una muestra más de su pragmatismo político.
En la provincia de Idlib, bastión de HTS desde 2019, el grupo liderado por al-Jolani estableció un Estado de factocon un gobierno de tipo burocrático, que funcionó como un ensayo de su modelo de gobernanza, el cual tratan de aplicar en todo el país hoy. Al-Jolani trató de imbricarse en las estructuras locales y establecer alianzas con una pluralidad de actores para ganar el apoyo de la población, absteniéndose de imponer la estricta visión de la Sharía que propugnaba en el pasado. Más recientemente, tras la caída de Assad, al-Jolani se mostró igualmente inclusivo y conciliador, decretando la amnistía para los militares que sirvieron a Assad, clamando respeto para la amplia variedad de minorías étnicas y religiosas que conforman el país y garantizando la libertad de las mujeres, entre otras medidas. Sin embargo, estas declaraciones contrastan con prácticas extremistas y autoritarias constatadas en el ejercicio del gobierno. En el noroeste del país, HTS mantenía una nutrida red de prisiones en la que confinaban a opositores que eran intensamente reprimidos. Del mismo modo que lo eran las poblaciones bajo su dominio que contestaban la forma de gobierno o decretos promulgados por HTS.
En cuanto a la amenaza terrorista yihadista, el líder sirio lanzó un mensaje a las audiencias globales insistiendo en que el nuevo gobierno no permitiría que el país se convierta en plataforma para el terrorismo internacional. Como líder de HTS, al-Jolani ha sido un activo en la lucha contra las organizaciones terroristas globales en Siria, a las que ha reprimido con severidad, imposibilitando su resurgimiento en la zona. Por un lado, sus fuerzas militares han golpeado las Brigadas Hurras al Din, la debilitada filial de al-Qaeda en Siria. Por otro, HTS también ha dirigido operaciones contra Estado Islámico en la provincia de Idlib con el fin de evitar la reagrupación de sus militantes tras la derrota militar del califato en 2019. Es remarcable que el cuarto califa, Abu al-Hussein al-Husseini al-Qurashi, fuese abatido por fuego de HTS en agosto de 2023. Con estas acciones, al-Jolani no sólo buscaba minar las capacidades de sus competidores yihadistas sobre el terreno y situar a HTS como la fuerza predominante en el conflicto sirio, sino también legitimarse ante Occidente como un actor responsable, no sólo alejado de sus raíces yihadistas sino enfrentado a éstas. Sin embargo, esto no es coherente con el apoyo público de HTS al terrorismo de Hamás o la ausencia de reprobación a los ataques ocurridos en Occidente relacionados con la publicación o exhibición de caricaturas del Profeta.
Pero la capacidad del nuevo gobierno para estabilizar el país será clave para prevenir un eventual repunte del terrorismo en Siria, un territorio de gran significación ideológica y simbólica para el yihadismo global, desde donde estos grupos puedan proyectar su amenaza hacia Occidente. Para empezar, existen dudas sobre la propia naturaleza de HTS y de su capacidad para ejercer las funciones propias de un Estado, en un contexto tan complejo como el sirio, en el que se entrelazan una multitud de actores e intereses geopolíticos. Otros procesos de transición fallidos ocurridos en la región mediterránea desde 2012 previenen de ser excesivamente optimistas. Además, HTS se enfrenta a retos adicionales como el de gestionar los elementos más radicales que forman parte la coalición. Estos se refieren, principalmente la presencia de combatientes terroristas extranjeros (CTE) en sus filas, algunos de ellos europeos, así como la llegada de otros desde terceros países para sumarse a Estado Islámico, atraídos por la posibilidad contribuir a un proyecto de construcción nacional de carácter islamista radical, como el califato establecido en Oriente Medio entre 2014 y 2019.
En este sentido, hay que recordar que el colapso del califato no significó el fin de la presencia de Estado Islámico en Siria, cuyos remanentes buscan desde entonces reagruparse y llevan a cabo ataques selectivos, especialmente contra prisiones y campos de detenidos, custodiados por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) en el noroeste del país, muy próximos a la frontera turca. Estos albergan todavía a unos 50.000 seguidores y simpatizantes de Estado Islámico. La inestabilidad en la zona propiciada por la presión de Turquía sobre las fuerzas kurdas, a las que considera una extensión del grupo terrorista Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), obligan a una reorganización de los milicianos destinados a la custodia de estos establecimientos, creando brechas de seguridad. Situación de vulnerabilidad que puede ser aprovechada por los militantes de Estado Islámico para liberar a los militantes y estar más cerca de alcanzar sus objetivos.
Aunque la situación en Siria es todavía de máxima incertidumbre, organismos internacionales como la ONU y países como el Reino Unido y EEUU, entre otros, valoran ahora la posibilidad de retirar a HTS de sus respectivos listados de organizaciones terroristas. Sin duda, HTS ha hecho esfuerzos notorios para legitimarse como un actor responsable y confiable, asumiendo un papel preeminente en el debilitamiento de las matrices yihadistas globales en la zona, lo que ha impedido el resurgimiento de la actividad terrorista en la región que constituyó el epicentro del yihadismo global entre 2012 y 2019, aunque no rechaza otras expresiones terroristas, como, por ejemplo, la de Hamás. Así, persisten dudas con relación a su capacidad no sólo para estabilizar el territorio, sino también para controlar a los actores extremistas que traten de imponer sus propias agendas, incluidos los yihadistas. Además, para demostrar la genuinidad de su transición, el nuevo gobierno deberá probar su moderación ideológica, superando el autoritarismo con el que se ha desempeñado esta organización en el pasado y salvaguardando la integridad de la pluralidad de todas las minorías étnicas y religiosas que conforman el país ahora que el objetivo común de derrocar al régimen alauita se ha alcanzado.
El reconocimiento de HTS como actor estatal, plenamente normalizado, si se diesen las condiciones, permitiría a Occidente contar con un activo cualificado en la lucha contra los grupos yihadistas globales en el país, que ambicionan volver a ser fuertes en un territorio crucial en su ideario religioso. Esto, sin duda, aliviaría los temores de que Siria se convierta de nuevo en un foco de atracción para CTE y base para la ideación y planificación de atentados como los ocurridos en Europa occidental entre 2015 y 2017.