Este año recordar, visualizar y sensibilizar en el Día Internacional de la Mujer es más necesario que nunca porque pese a todos los avances en la conquista de una igualdad real a lo largo de los años, paradójicamente y en etapas de crisis como la que estamos viviendo somos conscientes del peligro de retroceso y de la fragilidad de los logros conseguidos.
Retrocediendo en los años, el antaño denominado Día Internacional de la Mujer trabajadora parece que hoy en día mantiene una vigencia actual que la pandemia nos ha mostrado a lo largo de todos estos meses de restricciones, confinamientos, ERTES, ERES, precariedad y obstáculos. En este último año tan duro las mujeres hemos seguido trabajando intentando paliar la escasa protección social de un sistema que sigue sin invertir en políticas de familiares de conciliación y corresponsabilidad.
Esta crisis ha afectado más a las mujeres. Son más las que han perdido su empleo, las autónomas que han visto frustradas sus empresas, las que han sufrido recortes salariales. Son muchas más las que han hecho malabares con las clases de sus hijos e hijas, la atención a sus padres o abuelas, el trabajo profesional, las tareas del hogar. Las que más han sufrido esos efectos, a costa de su propia carrera laboral y hasta de su bienestar, y las que más se han visto abocadas a una situación de pobreza. Este año la brecha salarial ha aumentado, y las mujeres han visto reducido sus salarios en un 14,9 % frente al 11,3 % que han perdido los hombres. La Agencia Estatal de Administración Tributaria asevera que las mujeres cobran de media 4.948 euros menos que los hombres, una cifra que ha aumentado en 33 euros durante el último año.
Si el trabajo de las mujeres se valorara de forma equivalente al de los hombres, y percibieran salarios más equitativos, aumentarían las cotizaciones a la Seguridad Social, por lo que con esta discriminación económica perdemos todos y todas.
También a raíz de la pandemia de la Covid-19 han surgido y se han intensificados nuevos obstáculos que frenan la participación y el liderazgo de las mujeres. En nuestro país las mujeres se enfrentan a un aumento de la violencia inadmisible en sociedades como la nuestra y que tiene reflejo en Ceuta. Como muestra, frente al descenso generalizado de los índices de criminalidad en nuestra ciudad en el pasado año 2020, los delitos contra la libertad e indemnidad sexual crecieron nada menos que un 65,2%. Fueron 38 delitos registrados en 2020, lo que prueba la necesidad imperiosa de atajar una violencia que no da tregua, y esto pasa necesariamente por concienciar a la sociedad de que la violencia sobre la mujer es un problema público estructural.
Desde la Plataforma Feminista de Ceuta instamos a los poderes públicos y administraciones a impulsar políticas de igualdad que supongan un cambio, políticas de igualdad que no sean lo que son hoy en día, un compartimento estanco aislado y olvidado. Las políticas de igualdad tienen que ser transversales abarcando e impregnando todas las áreas que afectan a la ciudadanía: educación, sanidad, urbanismo, juventud, cultura, seguridad, justicia, economía y todas aquellas políticas sociales que necesariamente tienen que tener el valor de la igualdad desde la base hasta la cúspide. Solo así podremos superar una sociedad todavía machista.
Es un sinsentido que en pleno siglo XXI sigamos explicando y justificando lo que significa “feminismo”: es la herramienta que lucha contra las desigualdades que sufrimos las mujeres e indaga en sus causas y sus soluciones para alcanzar una sociedad más igualitaria.
Por ello, este 8M y a pesar de los obstáculos alzamos nuestra voz, somos fuertes y seguimos en esta lucha por la IGUALDAD REAL