El 16 de noviembre es el día en el que, desde 2010, se conmemora la declaración del Flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Para nuestra organización es un orgullo que dicha declaración fuera fruto del intenso trabajo llevado a cabo por los entonces gobiernos socialistas en la Junta de Andalucía y el Gobierno de España, de la mano de otras instituciones, entidades y personalidades; y que los veinticuatro miembros del Comité Intergubernamental de Patrimonio Inmaterial de la Unesco se decantaran por darle a este arte nuestro tan alta consideración, cuando se presentaron nada menos que cuarenta y siete candidaturas de treinta y un países.
Debemos por tanto sentir una enorme satisfacción por varios motivos, pues esta cultura milenaria, que va mucho más allá de sus propias y genuinas expresiones artísticas que han cruzado fronteras, debía ser reconocida y tratada como lo que es, un bien cultural e inmaterial, con un lugar no sólo en las políticas culturales municipales, autonómicas o nacionales, sino también en el ámbito académico e institucional. Para ello, hay que ser consciente del camino que nos queda por delante en materia de difusión y protección de un arte que fue labrado en cuerpo y alma por familias humildes y trabajadoras en un ambiente intercultural.
Aquella implicación y convencimiento de llevar al flamenco hasta la Unesco no fue flor de un día, ya que intenso fue el trabajo que se llevó a cabo, por ejemplo, con la campaña Flamenco Soy, en la que se implicaron a deportistas, el Instituto Cervantes y un incalculable número de artistas y profesionales del flamenco para
dar a conocer la candidatura en grandes urbes como Londres o Nueva York.
España estaba decidida a que al fin uno de sus bienes culturales más preciados obtuviera el reconocimiento que se merecía, después de haber conquistado el Palladium de Nueva York con Camarón de la Isla, o el Nuevo Teatro Nacional de Tokio con la Paquera de Jerez, tal como hiciera por medio mundo y varias décadas antes, otra flamenca como era Custodia Romero. Con embajadores de tal talla, nuestra misión era mucho más fácil, pues la internacionalización del flamenco llevaba ya más de un siglo labrándose.
Y también hay que reconocer que le debemos mucho a las dinastías o casas cantaoras. Gracias a ellas no sólo se ha magnificado y multiplicado el número de personas que se han sentido atraídas por esta filosofía de vida que traspasa, como decimos, la expresión artística, sino que incluso se ha catapultado fuera de nuestras fronteras a toda una industria en la que se incluye la moda, la música o la danza. Hasta tal punto es importante el flamenco en nuestro país que la música clásica española y sus grandes compositores como Turina, Falla o Granados beben en ciertos momentos de una fuente inagotable de compases y ritmos flamencos, los cuales han servido a su vez como modelos a otros grandes compositores internacionales. De este modo, han sonado hasta nuestros días en decenas de representaciones teatrales y artísticas, incluyendo las recientes olimpiadas de Tokio, por no hablar de los festivales flamencos de Nimes (Francia), o la bienal flamenca de Países Bajos, por citar sólo algunos ejemplos de su notable y visible proyección.
Hablamos pues, de una cultura forjada a fuego en Andalucía por los pueblos que la han habitado, teniendo en el campesinado andaluz y en el Pueblo Gitano a alumnos aventajados que han creado no sólo una infinidad de palos, sino también estilos propios que hacen aún más grande al propio flamenco. Junto a Andalucía y este crisol de culturas que han contribuido directa o indirectamente en su creación, también están por méritos propios Murcia, Extremadura y Cataluña, cunas de otra serie de palos flamencos, sin olvidar, por supuesto, otros lugares de España que han visto nacer y crecer a grandes artistas flamencos como pueden ser Madrid, Salamanca o Pamplona, donde nació el magnífico guitarrista Agustín Castellón Campos, “Sabicas”.
Además, las casas donde se ha cultivado el flamenco han tenido en la mujer un bien preciado. De hecho, el terreno de las conquistas laborales para las mujeres cayó en tierra fértil con el flamenco, ya que en este ámbito comenzaron a producirse en España dichos avances antes que en otros espacios de empleo,
tradicionalmente ocupados casi en exclusividad por hombres.
En tiempos en los que la tasa de empleo femenino era especialmente escasa, las artistas flamencas a finales del siglo XIX, ya llenaban los cafés cantantes como el de Silverio Franconetti en Sevilla, por no hablar de otros lugares emblemáticos de Europa y América, siendo París y Nueva York el destino de muchas artistas españolas que llevaron nuestro patrimonio a los principales teatros de esas ciudades. Por su tesón y trabajo, desde el Partido Socialista queremos también aprovechar esta conmemoración para homenajear y reconocer la trayectoria vital de estas mujeres, que en muchos casos han sido silenciadas.
En definitiva, los socialistas somos conscientes del rico valor que representa el flamenco y seguiremos apostando por este patrimonio tan nuestro, contribuyendo a su promoción y a que sea tenido en cuenta no sólo por su vertiente de expresión artística, sino por su influencia en nuestra cultura, tan ligada al mundo rural, y que en sí misma promueve un estilo y una filosofía de vida.