Estos días atrás, hemos revivido buenos recuerdos de nuestra infancia cuando la mañana del 1 de noviembre nos calzábamos los tenis, cogíamos la talega cargada de frutos secos y frutas de temporada y nos íbamos con la familia a pasar un maravilloso día de campo. Era un día diferente alejados de la rutina de la urbe, de los ruidos del tráfico, de los deberes de la escuela y de las horas frente al televisor. Era un día para abrirle todos nuestros sentidos a la naturaleza, respirar su aire puro, contemplar la amalgama de colores del paisaje, explorar nuevos espacios, escuchar los pajarillos cantar, oler la tierra húmeda, descubrir los habitantes que hay bajo las piedras, comprobar la amplitud del ancho cielo, divisar la silueta del Peñón de Gibraltar y de la PenínsulaIbérica vecina y sobre todo, ¡¡¡compartir!!! Compartir espacio, tiempo, risas, juegos y los frutos y frutas que tu familia había preparado con mucho cariño.Muchos son los recuerdos que aguardo de mis excursiones a los campos de Ceuta, pues hicieron mella en la persona quien soy hoy día. Como tantos otros y otras caballas que seguro que recuerdan La Mochila con tanta añoranza como yo.
Ahora miro a la sociedad, y percibo que nos encontramos más desconectados que antes del medio natural. Hoy en día, las ciudades presentan muchas más opciones de ocio que el campo y nuestro estilo de vida consumista, está dándole las espaldas ala naturaleza. De ahí a que una fiesta como Halloween haya hecho mermar la celebración de nuestra fiesta popular de «La Mochila». No debieran ser festejos incompatibles, pero pasar un día en el campo se ha vuelto menos atractivo y prioritario. Razón que ha hecho abandonar un poco esta práctica.
Pero lo que sí se hace realmente preocupante, es que muchas familias caballas no tengan ya contacto alguno con el campo. Es alarmante que muchos niños y niñas jueguen y crezcan exclusivamente en asfalto, pues, les estamos alejando de lo que más necesitan.
El contacto con la naturaleza es vital para los seres humanos, pues somos parte de ella y necesitamos desarrollarnos en su seno. La vida en las ciudades nos ha acarreado serios problemas psíquicos y físicos, pues el estilo de vida que en ellas se practican suelen ir contra la naturaleza.
De ahí a que en muchas ocasiones sintamos estados de estrés, tristeza o depresión y necesitemos acudir a un parque o a una playa para disminuir el impacto que sufrimos en estos estados y recuperar nuestro equilibrio mental y físico.
Hay numerosos estudios científicos que revelan que los niños y niñas necesitan estar en contacto con la naturaleza. Aquellos que lo están, tienen sentimientos más positivos sobre sí mismos, desarrollan un fuerte sentimiento de amor y armonía con el mundo, gestionan mejor sus emociones y presentan un mejor desarrollo cognitivo y de la psicomotricidad. Además, adquieren mejores habilidades sociales, la capacidad para resolver problemas, se les potencia la imaginación y la creatividad.
El periodista americano Richard Louv planteó la hipótesis de la existencia del «Trastorno por déficit de naturaleza», bajo el cual se agrupan distintas alteraciones cuya causa común podría ser la falta de contacto con nuestro entorno natural, como son la depresión, el estrés, el déficit de atención-hiperactividad o la ansiedad. Quizás, tras la reciente celebración de La Mochila, sea el momento para replantearte si necesitas retomar el contacto con la naturaleza para mejorar tu estilo de vida y recuperar tu bienestar mental y físico. Y si no encuentras respuesta, coge tu mochila y déjate llevar por los tesoros más naturales que aguarda nuestra tierra. Tienes a tu alcance ¡un auténtico paraíso natural por descubrir!