Rachid Sbihi Ahmed
Este pasado sábado, un grupo de Menores Extranjeros No Acompañados acogidos en el Centro de Menores de «La Esperanza» y tutelados por la Ciudad Autónoma de Ceuta, entregaban un ramo de flores al Cristo del Medinaceli a su paso por las puertas de sus instalaciones, en un gesto que merece ser analizado con detenimiento y siempre desde el respeto a la diversidad religiosa existente en nuestra ciudad.
En primer lugar, es fundamental recordar que muchos de los niños que se encuentran bajo la tutela de la ciudad provienen de contextos culturales y religiosos que difieren significativamente del catolicismo y que probablemente sus padres no permitirían que sus hijos menores de edad participaran en este tipo de actos.
La entrega de flores a una imagen religiosa cristiana, en un acto que no solo es simbólico sino que también puede ser interpretado como un acto de veneración, puede resultar inapropiado para aquellos que profesan el Islam, ya que en esta religión no está permitida la adoración de ningún tipo de imágenes, ni las ofrendas florales a las mismas.
Este tipo de actividades no solo ignoran las creencias de estos niños, sino que también pueden ser vistas como una forma de imposición religiosa, lo que contradice el principio de integración que debería guiar la labor del centro.

Además, la decisión de organizar un evento de esta naturaleza puede dar la impresión de que se está utilizando a estos menores como instrumentos para promover una agenda religiosa o cultural específica y que no es la suya.
Podría formar parte también de su integración llevarlos a misa los domingos? Me pregunto.
La integración no debe confundirse con la asimilación.
Es esencial que los menores inmigrantes se sientan valorados y respetados en su identidad religiosa, y que se les brinde un espacio seguro para explorar y expresar su propia fe, sin que se puedan generar confusiones en los mismos.
En lugar de promover actos que puedan ser percibidos como adoctrinamiento, deberían enfocarse en crear programas que fomenten el diálogo intercultural, la educación sobre diferentes creencias y la construcción de puentes entre las diversas comunidades que coexisten en Ceuta, como se viene haciendo afortunadamente desde hace años.
Es crucial que las instituciones que trabajan con menores, especialmente aquellos en situaciones vulnerables, actúen con sensibilidad y consideración hacia sus creencias religiosas.
La falta de atención a estos aspectos puede tener consecuencias negativas en la percepción que estos niños tienen de su entorno y de la sociedad en la que están intentando integrarse.
En conclusión, la organización de este acto a las puertas del centro de menores, a mi juicio es solamente cuestionable desde una perspectiva religiosa, y pone de manifiesto la necesidad urgente de revisar y replantear las políticas y prácticas que rigen la atención a los menores inmigrantes en ese sentido.
La labor del director y de todo el equipo del centro debe centrarse en construir un entorno inclusivo y respetuoso como se viene haciendo, pero preservando siempre sus creencias religiosas.
Se trata por lo tanto de niños en situación de vulnerabilidad, que a diferencia de lo que ocurre por ejemplo en los alrededores del CETI, donde operan órdenes religiosas que actúan como verdaderas «sectas» y que con el pretexto de realizar programas de alfabetización pretenden adoctrinar a algunos de los residentes aprovechando su difícil situación personal.
Sin embargo, éstos últimos son mayores de edad y pueden abrazar la religión que les venga en ganas, como cualquier adulto en un país como el nuestro, que garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos.
Pero lo que a mi juicio resulta aún más preocupante es el silencio absoluto de la comunidad musulmana de Ceuta, dedicada últimamente a otros «menesteres» que no le competen.
Este silencio puede interpretarse de varias maneras.
En primer lugar, plantea interrogantes sobre la capacidad de la comunidad musulmana para preservar sus creencias religiosas en un contexto donde se les presenta una situación que podría ser vista como inapropiada respecto a su fe.
Estos «autoproclamados representantes» de todos los musulmanes de Ceuta, deberían aclarar públicamente entre otras cosas, si la entrega de un ramo de flores por un grupo de niños a una imagen religiosa cristiana durante su traslado desde una iglesia, en un acto que puede ser percibido como una forma de veneración, no solo ignora las sensibilidades religiosas de los menores involucrados, sino que también puede ser visto como un acto que promueve la asimilación en lugar de la integración.
La falta de una respuesta clara y contundente por parte de la comunidad musulmana puede dar la impresión de que se aceptan o se toleran este tipo de actos, lo que podría tener consecuencias negativas en la percepción que los musulmanes tienen de «sus representantes» y su lugar en la sociedad.
(La Sura 109 del Sagrado Corán con el título: «Al- Kafirun», no deja lugar a dudas ni a interpretaciones al respecto).
Además, el silencio también de algunas formaciones políticas con representación en la Asamblea es igualmente preocupante.
Estos partidos tienen la responsabilidad de representar y defender públicamente a estos niños que recordemos, están tutelados por la ciudad, y su falta de pronunciamiento sobre un evento que podría ser considerado como un acto de imposición religiosa, es desconcertante.
La ausencia de una voz autorizada en este contexto puede ser interpretada como una falta de compromiso con la defensa de los derechos y la dignidad de los menores inmigrantes que profesan la religión musulmana.
La comunidad musulmana y los representantes políticos deben ser proactivos en la defensa de estos principios, asegurándose de que las exposiciones públicas y con mucha repercusión mediática (como en este caso) de las actividades que se realicen en entornos tutelados por la ciudad donde se encuentran menores inmigrantes sean inclusivas y por supuesto, respetuosas de sus creencias religiosas.
La falta de respuesta ante situaciones que pueden ser vistas como un intento de adoctrinamiento no solo perjudica a los menores involucrados, sino que también socava los esfuerzos por construir una sociedad más cohesionada y respetuosa de la diversidad religiosa.
En conclusión, el silencio de la comunidad musulmana de Ceuta y algunos Diputados de la Asamblea ante esta ofrenda floral durante la procesión del Cristo del Medinaceli es preocupante y debe ser abordado.
Es imperativo que se promueva un diálogo que fomente la integración auténtica, basada en el respeto mutuo y la celebración de la diversidad religiosa, en lugar de permitir que actos que pueden ser interpretados como adoctrinamiento pasen desapercibidos.
La defensa de los derechos y la dignidad de todos los menores, independientemente de su origen o creencias religiosas, debe ser una prioridad para todos.