Hay tres pilares para nuestro Think Tank. Uno de ellos es, sin lugar a dudas, la sanidad. No la sanidad como siglas, o como entidad regulada. La sanidad a grandes rasgos. Esa medicina hipocrática que translució al concepto de supervivencia para dejar ver detrás de sí la esencia en la que hoy día se sustenta y que está muy por encima de las siglas o de organigramas. Esa esencia no es otra que humanidad.
En una de nuestras reuniones habituales, hablando con el doctor Abdeselam Buyema (un destacado miembro del Think Tank, así como un extraordinario emergencista) sobre el devenir de la sanidad en nuestra ciudad, salió a colación un artículo titulado “los médicos residentes ceutíes promueven proyectos de cooperación en Tanzania”. En el propio artículo citan, con una foto introductora del mismo, cómo la doctora María Inés Gusmâo Ramos, residente de medicina de familia, se había desplazado a la ciudad de Moshi en el contexto de esta cooperación. No se nos escapa que esta doctora, de origen portugués, no ha debido tener el camino fácil en tanto que ha debido estudiar una de las carreras más difíciles del momento en un idioma que le es ajeno, lo cual juega en favor de su propio mérito. Mérito que ya va intrínseco en el estudio de una carrera de semejante calibre. Ya de por sí la medicina es una carrera que comienza pero que nunca acaba, sin entrar en que la obtención de la titulación demora en un mínimo de más de una década de estudio. Sin embargo, no deja de ser curioso como otras carreras de muchísima menor entidad se suscriben al mismo grupo. Una de las consecuencias del estatalismo que sustenta sus decisiones en la capacidad de presión de cada colectivo y no en el sentimiento de justicia, que le es siempre ajeno. “pero hay muchos médicos”. Podréis decir al leer esto. Si. Pero es una profesión vocacional y los convierte en esclavos de su premisa. Y el estatalismo lo sabe y lo utiliza. Si, lo sé. El estatalismo es demencial.
Ejemplos hay cientos. La internista Laura Vela, que ha estado pasando digestivo, pediatría, interna… dejando una gran impronta personal y profesional por cada puesto por el que ha pasado, y a la que finalmente el INGESA ha forzado su decisión de marcharse a base de contratos basura, convirtiendo a esta entidad en una verdadera trituradora de facultativos. Pero claro. Son una profesión vocacional y lo que quieren es ayudar. Así que deben aceptar lo que sea o si no “no piensan en el paciente, solo en el dinero” … por lo tanto, para el estatalismo es legítimo tener en vilo a los facultativos con contratos de duración reducida para que traguen con todo lo que puedan tragar. Si. Estatalismo demeritocrático. Esta es solo una de tantas historias en las que podríamos ahondar, y que ya son tan cuantiosas que apenas constituyen un número. Pronto, seguramente, se unirá el nombre de la doctora María Inés Gusmâo Ramos, y como ella tantos otros.
El estatalismo es, ante todo, incomprensivo con la sociología y la ciencia en sí. No entiende la naturaleza humana. No entiende que los seres humanos somos seres empáticos y coyunturales, y esto implica que las personas siempre van a buscar un mejor porvenir, sin atarse a un contexto a toda costa como si fueran una pareja de pingüinos. Y esta es la razón de que los estados socialistas sean los grandes constructores de muros. Para que sus víctimas no puedan huir de sus excesos. Dentro de poco tiempo, los “fichajes” del INGESA irán en función de que haya una cuota de asiáticos, una cuota de transgéneros, una cuota de subsaharianos, una cuota de veganos, otra de animalistas, y otra de barbilampiños si de aquí a unos años también se pone de moda la “lucha por los derechos de barbilampiños”, y donde el conocimiento, dedicación y, en definitiva, los elementos productos del mérito y de los que derivan ineludiblemente las cualidades de la práctica de su profesión, pasaran a configurar un segundo, tercero, o cuarto plano. Máxime cuando ya la ministra Celaá ha dicho que hay que aprobar a los estudiantes en función de “la madurez” sin importar lo suspensos (aún estamos esperando como va a evaluar la madurez, si les va a enseñar un meme del capitán américa y si se aguantan la risa, les dará la ESO). Y no te quejes, que ya dijo Celaá que los hijos pertenecen al estado. Si, estás pensando bien. Como la Alemania nazi o Cuba.
Creo que toda Ceuta sabe que ahora mismo nos encontramos en una encrucijada donde lo que suceda de aquí a dos años, va a definir la inercia de la ciudad para los próximos veinte años. Y es el momento de hacernos una pregunta. ¿Queremos una sociedad configurada sobre el mérito o sobre el demérito? Y es el momento de respondernos con pragmatismo y madurez (y no solo para que Celaá nos apruebe la ESO).
Había un programa en Canal Sur llamado “la respuesta está en la historia”. Y, aunque no trataba de eso expresamente, si me da un cabo suelto del que tirar. Solo hay que echar un vistazo a la historia. A lo que se ve. Al método científico, para ver con realidad empírica hasta qué punto el demérito del socialismo destruye las sociedades de forma inevitable. Siempre se fundamentan en la falacia de la “igualdad”. No hay que ser muy listo para darse cuenta de que, si nosotros queremos hacer una carrera de 100 metros lisos contra Usain Bolt, solo hay dos maneras de alcanzar la igualdad. O todos corremos como Usain Bolt, o tanto Usain Bolt como el resto de nosotros tienen que correr como el más lento. Me imagino que ya sabéis cual de esas dos opciones es la única viable. Mientras todos corremos al ritmo del más lento, el organizador de la carrera se congratula de haber conseguido llevar la igualdad al pueblo. El propio concepto de avance contiene tantas variables que la desigualdad es su premisa, pero es una premisa ineludible para el propio avance. Buscando en la historia, solo hay que fijarse en “el salvaje oeste”. Aquel agreste terreno casi carente de estatismo, donde tu aval eran tus capacidades y no tu apellido, y donde lo que importaba era qué sabías hacer y qué podías darle a la sociedad que se creaba de manera incipiente y que carecía de paternalismos expropiadores al que abrazarse para convertirse en un eterno impúber. Hoy día son parte de las regiones más ricas del mundo. Consecuencia de saberse que el estado jamás crea riqueza. La riqueza siempre viene del sector privado. Este ejemplo no es el único. Podemos recordar también cómo los griegos fundaban sus apoikias. Las colonias griegas de la edad oscuras. Tan solo con una ambigua frase del oráculo de Delfos a sus espaldas, doscientos expertos en diferentes profesiones partían en busca de un nuevo comienzo donde cada brazo era indispensable. Donde las personas eran personas y no números ni apellidos, y donde se construían ciudades sobre la estela del mérito. Toda la base de la filosofía occidental de nuestro tiempo se teje en las redes aquellos soñadores, padres de la jonia o de la magna Grecia. Curiosamente, los sistemas meritocráticos que empiezan a influir en Europa en la ilustración, son traídos por los jesuitas que estuvieron en China y contactaron con el “sistema de exámenes imperiales” donde eran obligados incluso a estudiar obras clásicas como a Confucio, que ya tenía un modelo de organización estatal muy concreto y del cual deriva el modelo chino actual (confucionista, no comunista como algunos creen). Esto ya lo aclaró Voltaire, que estudió con los jesuitas, cuando dijo “la mente del hombre no puede imaginar un gobierno mejor que el de China, donde todos los poderes están en manos de una burocracia cuyos miembros han sido admitidos después de unos exámenes muy difíciles”. “China es un país que premia la virtud y alienta el mérito. Un campesino honesto y pobre se hace mandarín (burócrata)”.
En Ceuta, a día de hoy (y por desgracia), no existe un solo partido que prime la meritocrácia y el esfuerzo individual. Todos y cada uno de los partidos que están en Ceuta, al menos en sus aplicaciones localistas de esta ciudad, son partidos socialistas que abogan por el demérito y la subvención. Es el momento de que Ceuta decida si eso es lo que quiere para su ciudad o es el momento de virar el rumbo y empezar a creer en el esfuerzo y en las libertades individuales. No quisiera despedirme sin dejar una cita del que fuera emperador, también de Ceuta como parte de la recuperatio imperii Justiniano I el Grande, quien dijera que “La justicia es un firme y constante deseo de dar a cada uno lo que se merece”. Ergo la discriminación (sea con el apellido de positivo o negativo que se le quiera poner), es sencillamente un ejercicio de injusticia. Y e aquí el punto de inflexión que relaciona todo el artículo. ¿empezarán por fin en el INGESA a hacer justicia y premiar el mérito de quien lo merece? ¿por qué no se producen consolidaciones u oposiciones anuales? ¿por qué no se han tratado las zonas de Ceuta, Melilla o Canarias como zonas de máxima complejidad? No será por falta de facultativos u oportunidades con quien comenzar ese proceso. Ahora toca ponerle voluntad.