Treinta y tres años tenía Mihai cuando consiguió migrar a España con una maleta y muchos miedos. Atrás dejaba un país del que solo había recibido rechazo, estigma y odio: Rumanía.
La vida de Mihai nunca fue fácil. Si bien ocultó su orientación sexual por presión social, siempre fue repudiado por ser gitano. Su familia, de clase obrera, intentó darle el mejor de los cuidados, pero desde muy pequeño se vio obligado a pedir limosna en las calles de Craiova para poder sobrevivir.
Siempre tuvo alma activista. Aunque tenía que esconder que le gustaban los hombres por miedo a las represalias, recuerda cómo a principios de los años 2000, cuando la Unión Europea presionaba al país para despenalizar la homosexualidad, él era de los pocos que defendía a la comunidad LGTBI en su instituto.
Creció rodeado de personas que perpetuaban el discurso homófobo y afirmaban que la homosexualidad era un cáncer que estaba destrozando la sociedad.
A pesar del miedo y la inseguridad, Mihai salió a las calles rumanas en 2018 para celebrar el Orgullo LGTBI, una fecha que no olvidará nunca puesto que la contramanifestación convocada por el grupo de extrema derecha “La nueva Derecha” le roció (a él y a muchas personas) de gasolina. Pero este acto violento no es un caso aislado. Poco tiempo después, en un cine de ambiente social donde se reproducían películas educativas LGTBI, un grupo de personas entraron y agredieron a todos los presentes.
Cuando le preguntamos que por qué vino a España, Mihai sonríe y recuerda una frase que le dijo una trabajadora social en Rumanía: “¿cuándo tienes pensado morir?”. La sensación de soledad y desasosiego era abrumadora. A veces pensamos que en Europa no existe la LGTBIfobia, pero no hace falta cruzar ningún mar para encontrarnos este tipo de situaciones discriminatorias.
No dudó ni un segundo el migrar a España cuando tuvo la oportunidad. Asegura encontrarse mejor aquí, aunque reconoce que también hay mucho por hacer. Él forma parte de la red de apoyo de Kifkif y participa en la mayoría de acciones que llevamos a cabo: “Hay que luchar por nuestros derechos”, “La exclusión sanitaria es vergonzosa”. Dice que, a pesar de todos los obstáculos por los que ha pasado, aquí “al menos nos tiene a nosotres, las personas de Kifkif” y a personas que le escuchan y le respetan.
Esta es la historia de Mihai, pero es a la vez la historia de millones de personas que huyen de sus países por ser elles mismes, por el miedo, la violencia y la discriminación a la que se ven sometides por el simple hecho de existir.
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