Existe un concepto un tanto perverso de lo que es noticia. Lo que ocurre todos los días no es noticia: si más de mil millones de personas pasan hambre todos los días no es noticia porque ocurre a diario; la desigualdad no es noticia por su cotidianidad; con la violencia ejercida sobre las mujeres por el hecho de ser mujeres sucede del mismo modo, se informa del puntual asesinato, pero la percepción del hecho no coincide con el concepto de hecho noticioso por ser habitual.
Hasta que el organismo de turno actualiza los datos y la suma da una cifra redonda: 1000. Mil mujeres asesinadas por sus parejas o por sus exparejas, desde que hay registro de datos, esto es, desde el 1 de enero de 2003. También se puede narrar de otra manera: mil hombres han matado a sus parejas o exparejas desde 2003, cuando la administración empezó a contabilizar los asesinatos. Tal vez se abre un momento de hacer balance. De exigir que la violencia machista sea noticia hasta que desaparezca.
1000 es una cifra redonda, pero inexacta e imprecisa cuando pretendemos dar cuenta del volumen de la violencia de género en nuestra sociedad. Los asesinatos son “la última paliza” de una trayectoria de maltrato, como señala Cristina P. Fraga, de AMECO. Y aunque cada vez más mujeres, familiares, amistades y personas del entorno dan el paso de denunciar situaciones de violencia, todavía muchas mujeres la sufren en silencio –el CGPJ estima que puede haber unas 800.000 mujeres en España viviendo malos tratos y que no se atreven a pedir ayuda y según la última encuesta del INE en materia de violencia de género, en 2018 se contabilizaron 31.286 víctimas de violencia de género, un 7,9% más que en el año anterior-. Y acaso lo que es más importante: los asesinatos son la punta del iceberg de la permanente discriminación y desigualdad que viven las mujeres.
Los asesinatos son la punta del iceberg
En 2004 entró en vigor la Ley Orgánica contra la Violencia de Género. En aquel año, fueron asesinadas por sus parejas y exparejas 72 mujeres. En los últimos años, y según las estadísticas que elabora la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, las víctimas mortales se han ido reduciendo: 60 en 2015, 49 en 2016, 51 en 2017 y 47 el año pasado, la cifra más baja desde que se tienen datos. En 607 ocasiones, el agresor era la pareja actual de la víctima en el momento de la agresión. En las 393 restantes, era la expareja o estaba en fase de separación.
Desde 2013, siempre siguiendo el criterio de vincular la violencia de género al ámbito de relación sentimental, se comienza a considerar que aquellas hijas e hijos asesinados por sus progenitores para hacer daño a sus madres son también víctimas de violencia machista.
Reconocer la violencia machista fuera del ámbito de la pareja es una de las reivindicaciones del movimiento feminista. El Convenio de Estambul, que España ratificó en 2014, así lo establece. Si se aplicara, tendrían que registrarse datos estadísticos y de investigación sobre todas las formas de violencia contra las mujeres por el hecho de ser mujeres. “Aplicación de la agravante por razón de género”, asume el Observatorio del CGPJ desde 2016 en sus informes.
Este enfoque fue incluido en el Pacto de Estado contra la violencia de género que se aprobó en septiembre de 2017 en el Congreso, pero todavía no se ha aplicado en las estadísticas oficiales, en las que de momento solo aparecen las mujeres asesinadas por parejas o exparejas.
Las denuncias han ido aumentando progresivamente. Según las estadísticas del Gobierno, en 2018 el número llegó a 166.961; 14 de las mujeres que denunciaron, fueron asesinadas. En lo que va de año, de las 25 mujeres que han sido asesinadas, 3 habían denunciado. Si ponemos la referencia en esa cifra de la que hoy hablamos, 1000 mujeres asesinadas por el machismo, 209 habían denunciado, es decir, 1 de cada 5. La denuncia protege, pero todavía ese porcentaje nos evidencia un fracaso del sistema de protección.
El tratamiento en los medios
Cuando se empezaron a recopilar los datos de asesinadas por violencia machista, las estadísticas de denuncias, órdenes de protección, sentencias y condenas, nadie sabía cómo informar de esta realidad desde los medios de comunicación. Algunas profesionales valientes empezaron a dar recomendaciones acerca de cómo no hacerlo: no eran sucesos, no eran asuntos domésticos, no eran necesarios detalles escabrosos o irrelevantes, ni testimonios que llevaran a atenuar la responsabilidad del asesino y a reforzar la culpabilidad de la víctima, tampoco debían presentarse como hechos aislados. Desde entonces se han hecho esfuerzos por contextualizar y nombrar adecuadamente la violencia machista en los medios. Se han confeccionado decálogos, manuales y talleres para contribuir a la formación de las y los periodistas. A pesar de los innumerables errores, ha habido avance. Pero volvemos al comienzo de este artículo: el perverso concepto de noticia nos lleva a normalizar la violencia de género porque, hablando de asesinatos, de media, cada semana es asesinada una mujer a manos de su pareja o expareja en España.
Un grupo de periodistas, con Magda Bandera y Patricia Simón a la cabeza, se cuestionó y se cuestiona la necesidad de transformar el modo de tratar la violencia machista en los medios y decide crear un proyecto con ese objetivo: #PorTodas. Una iniciativa que, según la directora de La Marea, “nace de un ejercicio de autocrítica. En cada taller sobre tratamiento informativo de la violencia machista insistíamos en la importancia de hacer seguimiento. Pero no lo hacíamos. Debemos repensarnos y mejorar el modo en que comunicamos la violencia. Formar e informar”. #PorTodas investiga qué sucede antes y después de un feminicidio. Para ello, La Marea analiza los casos de las 55 mujeres asesinadas en España en 2014, según los registros oficiales. El proyecto acaba de ver la luz, tras meses de trabajo, y es francamente recomendable.