A sus 63 años es independiente, despierto, inteligente, tiene un gran sentido del humor, es atento, cariñoso, charlatán, respetuoso, y podríamos otorgarle una infinidad de adjetivos más. Pero la sociedad en la que vivimos se empeña en clasificarlo como una persona con discapacidad intelectual. Es usuario de Plena Inclusión y, junto a su hermana Lubna, nos cuenta cómo ha sido crecer entre necesidades especiales
Hace unas semanas conocíamos la historia de Mimi y Sara, dos hermanas con un amor con necesidades especiales. Su madre nos contaba cómo influían la una a la otra en su desarrollo cognitivo y emocional. En esta ocasión, hemos querido hablar con Mohamed y Lubna para que nos hagan partícipes de su historia en primera persona.
Mohamed Amar Abdeselam vino al mundo hace 63 años. Es usuario de Plena Inclusión desde antes que esta existiera. Hace 30 años, cuando aún era APROS, él ya estaba ahí. Desde su organización nos cuentan que Mohamed ya ha jubilado a los propios trabajadores del centro. Lubna Amar Abdeselam, de 36, es la más pequeña de siete hermanos. Aunque cuando ella llegó al mundo, Mohamed ya tenía 27 años, han crecido de la mano con una relación muy bonita. «Para mí siempre ha sido uno más, nunca ha sido diferente, es una persona muy servicial», reconoce la hermana pequeña. Ella siempre ha sido consciente de que su hermano tenía necesidades especiales, pero también un amor extraordinario que ahora comparte con sus sobrinos.
Admite que a todo el mundo le gusta sentirse cuidado, sin embargo, es experto en brindar atención a todo el que está a su alrededor. Se sabe hasta la medicación de sus padres, que ya están muy mayores. Y también se encarga de tareas como las de hacerles el desayuno y realizar las compras por la barriada, aunque reconoce que a veces se le olvida lo que le han pedido cuando ya está en la tienda y tiene que volver a casa de nuevo. Pero, ¿a quién no le ha ocurrido eso? Presume de la conexión que tiene con los hijos de Lubna. «Al principio lloraban mucho pero cuando me los deja se tranquilizan», remarca el tío orgulloso. Lo conocen en toda la ciudad, pero, en especial, en su barrio, El Príncipe. Kiosqueros, tenderos, farmacéuticos, no hay quien desconozca que es un forofo del Real Madrid, aunque también celebra las victorias de la UD Ceuta, club en el que ha estado abonado. Mohamed es una persona con muchos compromisos, reserva el fin de semana para quedar con sus amigos, tomar café, hacer diferentes planes, y entre semana acude cada día al rezo en la mezquita de su barrio, rato que aprovecha para conversar con la gente. Antes de la pandemia incluso viajaba con sus amigos a Marruecos. «Tengo amigos hasta policías locales», se ríe.
‘Plena Inclusión’, el segundo hogar de Mohamed
«Si no es por estos sitios se aburre uno». Con esta afirmación nos queda claro que esta organización supone un respiro para Amar Abdeselam, que hasta el momento vive con sus padres. Llegó siendo un niño a la estancia diurna y ahora es de los más veteranos en los talleres y las aulas de las instalaciones. La psicóloga responsable del Programa de Apoyo a Familias de Plena Inclusión, Beatriz Gil, cuenta que hace unos años se realizó en el centro una Jornada de Vida Independiente en las que participaron padres y madres, hermanos y hermanas. Durante la misma se habló cómo serían ellos de cara al futuro. «Había muchos que se veían en un tiempo viviendo en casas tuteladas, Mohamed fue el único que se seguía viendo con su familia«, explica Gil, que asegura que el usuario se siente tan a gusto que no tiene necesidad de independizarse porque él ya lo es viviendo con sus padres y, en un futuro, con sus hermanos. «Si no tuviera a nadie como muchos, entonces no tendría más remedio, pero yo tengo a mi hermana, mis hermanos, mis sobrinos que me quieren», asegura el ceutí, que se considera totalmente independiente sin salir de su núcleo familiar.
En este aspecto, desde ‘Plena Inclusión’ apuestan por la vida independiente de los y las usuarias porque lo entienden como una situación en la que la persona con discapacidad ejerce el poder de decisión sobre su propia existencia y participa activamente en la vida de su comunidad conforme a derecho al libre desarrollo de su personalidad.
Es una persona despierta, inteligente, con sentido del humor, atenta, cariñosa, muy charlatana, respetuosa y, como hemos dicho, muy independiente. Podríamos otorgarle una infinidad de adjetivos más, pero la sociedad en la que vivimos se empeña en etiquetarlo como una persona con discapacidad intelectual. ¿Su receta para combatirlo? Dando sentido a la palabra inclusión.