Igual que si de un espeso día de levante envuelto en niebla se tratara, tenemos un humo blanco que nos rodea, que flota sobre nuestras cabezas. Sí, es la fumata blanca que anuncia que en el último Pleno se ha aprobado el Plan, con mayúsculas. ¡Habemus un nuevo modelo de ciudad! ¡Aleluya!
Un momento, ¿teníamos uno antes? No me ha quedado del todo claro, tengo la duda. Creo haber leído que el modelo de los bazares se había acabado hace un par de décadas. Entonces, ¿qué es lo que hemos tenido en estos últimos veinte años? No, no lo busquen porque no lo van a encontrar. Ya se lo digo yo: ninguno. No hemos tenido absolutamente nada. Lo único que hemos tenido es dinero público a espuertas que se ha dilapidado en tener la estructura municipal más sobredimensionada, indecente e inútil de toda España.
Pero no nos apresuremos. Somos muy proclives a lanzar las campanas al vuelo cuando hacen un anuncio de enjundia, como cuando hace tres años nos prometían a bombo y platillo que el nuevo PGOU saldría antes de final del año, y luego que saldría en febrero, y luego antes de final de la anterior legislatura, y luego que algún día saldría, y luego… Bueno, pues eso, que mejor no nos apresuremos.
Verán, he leído el nuevo modelo y lo encuentro una carta a los Reyes Magos de Oriente muy entrañable.
Lo primero que me ha llamado la atención es que se reconoce que la decisión de Marruecos de cerrar la frontera y el virus presuntamente llegado de oriente (un poco más allá de los Reyes Magos) han sido los causantes de que el Gobierno de la ciudad se haya tenido que plantear seriamente un plan para nuestro futuro. Si esto es así, deberíamos mandar un jamón de pata negra como agradecimiento al gobierno marroquí, y erigir un monumento al COVID y al murciélago (con permiso de Batman) en plena plaza de la Constitución. Ellos y nadie más que ellos han conseguido que nuestro querido Gobierno se haya dado cuenta de que necesitábamos hace muchos años que alguien pensara cuál iba a ser nuestro futuro y cómo sacarnos del agujero en el que estábamos inmersos. Si ha servido para que alguien prometa que por fin va a hacer su trabajo, bienvenido sea.
Lo segundo que me sorprende es que, además de señalar a todos (menos a la Ciudad) como responsables de esta situación, se pide sacrificios a los ciudadanos, a los grupos políticos, al Gobierno de la nación… pero ni una mención a renunciar al despilfarro que supone esta Administración Local, a reestructurar sociedades municipales, a reducir puestos a dedo, a dejar de ser una de las corporaciones locales mejor pagadas de España, a la necesidad de una Relación de Puestos de Trabajo que posibilite la eficiencia de los recursos públicos, o a la política incomprensible de generosas subvenciones que reparte cada legislatura muchísimos millones de euros, millones que luego intentamos pedir a papá Estado mientras derramamos lágrimas porque somos pobres.
Lo tercero que reclama mi interés es la ambigüedad y poca concreción de las medidas. Términos como “ayudar, estudiar, apoyar, fomentar, potenciar, favorecer, impulsar o profundizar”, además de proporcionar un ilusionante diccionario de sinónimos, llenan de alegría y buenos deseos ese nuevo modelo. Será porque se acerca la Navidad. Para que ustedes entiendan, es como si para este año 2021 todos ustedes decidieran que vamos a estudiar la manera de potenciar, impulsar o mejorar nuestra economía doméstica para profundizar en nuestras posibilidades de comprarnos un Ferrari. ¿No es hermoso? El cómo conseguirlo ya es otro cantar. Al menos ya tenemos un documento que nos indica cuál es nuestro objetivo, algo es algo. Ahora sólo nos queda esperar a que se desarrolle su concreción y se empiece a trabajar. Yo les recomiendo que se armen de paciencia y que vayan buscando un buen asiento para no cansarse.
Lo cuarto que me llama la atención es que pasa de puntillas sobre aspectos fundamentales para el futuro urbanístico de nuestra ciudad, como el desarrollo más allá del PGOU, la necesidad de una Ley del Suelo específica para Ceuta, el diseño de una estructura urbana en el marco de un Plan Director urbanístico y de infraestructuras (inexistente) que nos guíe en las próximas décadas, o en conseguir una vía de actuación para ordenar y regularizar la escandalosa presencia de construcciones ilegales.
Ese plan tampoco hace más mención que una escueta línea al desarrollo, restauración y mantenimiento del increíble patrimonio histórico y cultural que poseemos. Ese patrimonio podría convertirse en el motor turístico más importante para ser un referente patrimonial nacional como ciudad amurallada y como vestigio del único Presidio Mayor que ha tenido España en toda su historia. Ceuta es la gran desconocida, es mucho más que unas Murallas Reales, y en este nuevo modelo no hay referencias a que eso vaya a cambiar. Para ello habría que acometer un gran proyecto de recuperación patrimonial de absolutamente toda la ciudad, empezando por los diversos perímetros defensivos amurallados hasta los fortines abandonados, al foso de la Almina o a la red de túneles subterráneos en desuso. Desgraciadamente, no parece que sea un punto esencial en este plan excepto como mención forzada.
El problema no son las carencias que pueda tener el documento, que las tiene, o que se pueda ampliar y mejorar, que se puede. De hecho se podría y debería haber hablado de la necesidad de reformar nuestro Estatuto de Autonomía, o de reformar el IPSI en profundidad para que fuese deducible en los mismos términos que el IVA en vez de dejarlo en una simple bajada de tipos. La cuestión de fondo es saber si se quedará sólo en eso, en un documento con carencias, porque elaborar objetivos es bastante fácil. Materializarlos, sin embargo, requiere voluntad y capacidad real de gestión, algo que este Gobierno no ha sido capaz de demostrar. Recibir fondos llovidos del Estado, proponer gastos inconexos, realizar gestiones mediocres por parte de cargos mediocres (con alguna honrosa excepción) y apagar fuegos cuando se presentan es lo cómodo. Lo difícil es conseguir un objetivo que vaya más allá de la promesa. Por eso estamos en la situación que estamos, hundidos y con un nuevo canto de sirena sobre la mesa, esta vez algo más elaborado.
La verdadera cuestión, pues, es abrir los ojos y darnos cuenta de que hemos permitido que se tiren a la basura veinte años de inacción, que hemos perdido el futuro de una generación entera. Sí, lo hemos permitido nosotros, hipnotizados por promesas, por bonitas palabras, por patrióticos gestos y por lujosas farolas y aceras. Y esa responsabilidad no sólo ha sido del Gobierno, ha sido responsabilidad de todos nosotros.
Pero estoy cayendo en la crítica descarnada tan inusual en mí. Entonaré el mea culpa. Es un momento de júbilo y dicha, no de exponer las miserias. ¿Cuándo se ha visto en el Pleno tanto consenso junto sin que haya muerto alguien o sin un atentado de por medio? En cuanto las medidas de distanciamiento social lo permitan, iré a celebrarlo. Seguramente brindaré por Marruecos y por los murciélagos, que nos han proporcionado un futuro tan brillante forzando este nuevo modelo. ¡Salud!