Artículo elaborado por Chaimaa Boukharsa, filológa licenciada en Estudia Árabes e Islámicos y activista en redes sociales para la Tribuna Violeta ‘Maite Alascio’ de CCOO Ceuta
Las mujeres inmigrantes y racializadas no tienen voz en la sociedad española actual. Este es un fenómeno que caracteriza en general al colectivo inmigrante, pero especialmente a las mujeres, quienes terminan ocupando el lugar (lejos del espacio público, y lejos de los centros de decisión) que, desde hace tanto tiempo, y de maneras tan distintas se les ha indicado.
En términos de discriminación las mujeres inmigrantes y racializadas se encuentran en la intersección entre la discriminación sufrida por ser mujeres, por ser extranjeras, por su condición étnico-racial, y aquella recibida por su fe. Esta serie de discriminaciones se viven tanto en lugares cotidianos, la calle, el parque etc., como en el ámbito laboral o administrativo, dónde los prejuicios generan comportamientos de rechazo hacia ellas. Tal como afirma Parella (2003) en su artículo “Mujer, inmigrante y trabajadora: la triple discriminación”:
“el hecho de ser inmigrante implica que la trabajadora inmigrante, en comparación con la mujer autóctona, se halle en los estratos más bajos de la estructura ocupacional, cubriendo los huecos laborales peor pagados, con menos prestigio social y eludibles por las trabajadoras autóctonas por ser emblemáticos de la discriminación de género” (Parella, 2003; 139).
Es decir, las mujeres inmigrantes y racializadas perciben por término medio los salarios más bajos, ocupan los peores puestos de trabajo y tienen más probabilidades de estar desempleadas. También tienen más probabilidades de vivir en la pobreza y de ser madres solteras que sus homólogas blancas.
De esta manera la mujer inmigrante y/o racializada se le suele asignar trabajos domésticos, de cuidado de personas dependientes o en la hostelería. Almudena Díaz, en el artículo: La mujer trabajadora inmigrada: principal víctima de la precariedad laboral. Explicaba que estos trabajos son empleos no valorados por la sociedad española y donde más abuso hay, aunque son empleos que generan salarios, es insuficiente para permitir una vivienda digna, el acceso a la educación, o momentos de ocio. Estos derechos son incluidos en el sistema, pero de manera borrosa, dificultosa, con limitaciones muy grandes para conseguir esa supuesta igualdad ante una persona autóctona.
En este contexto, las desigualdades sociales generan las condiciones ideales para que estos trabajos mal remunerado y despreciado socialmente sean asumidos por mujeres migrantes de países en los que sus oportunidades son muy escasas.
¿Porque hay tanto miedo que las mujeres inmigrantes y racializadas ocupen cargos de funcionarias, cargos públicos o cargos de poder?
RACISMO INSTITUCIONAL
El lugar donde ayuda a entender esta desigualdad hacia las mujeres migrantes y racializadas es la Administración y
precisamente Extranjería. Un ejemplo de violencia institucional que sufre una mujer inmigrante en España se encuentra en situaciones tan esenciales como la solicitud de la tarjeta de identificación española. Un proceso tan básico que termina siendo una
odisea, empezando con las citas que en numerosas ocasiones no hay disponibilidad y si hubiera pueden tener hasta meses de
retraso, hecho que perjudica nuestro día a día porque dependen de esta tarjeta para vivir en esta sociedad
dignamente.
Una vez accedes a la famosa cita, dentro de las oficinas comienzan la discriminación, el racismo paternalista y la infantilización, todo esto mientras tu aguantas porque te toca, porque no hay un sistema que te apoya, que te protege, sabes que tendrás que pedir otra cita. Finalmente, vez que tu futuro lastimosamente depende del estado emocional del funcionariado, porque viajar, trabajar, estudiar y prácticamente todo depende de tu NIE.
Sin olvidar los hijos e hijas de inmigrantes nacidas en España, además de tener que pasar largos y costosos procesos burocráticos para obtener la nacionalidad, no tienen derecho a voto a nivel nacional, es completamente injusto que se niegue ese derecho.
Permitir a cualquier ciudad votar en unas elecciones territoriales, pero no nacionales es completamente excluyente de procesos democráticos fundamentales, además de una injusticia.
¿Por que una persona nacida en España que su única realidad es España no puede ejercer sus
derechos a plenitud? ¿Qué interés hay en excluirlas?
Ante todas estas situaciones el Estado español no reacciona, no toma acciones, esto porque el racismo sociocultural y la xenofobia están impregnados en la estructura social, económica y política del mundo.
La representación mediática de la mujer inmigrante y racializada
En el imaginario colectivo social existe una imagen y una construcción de lo que ser una mujer inmigrante y racializada, si nos ponemos a pensar, las primeras imágenes que nos vienen en la cabeza son: una mujer marginada, inculta, una analfabeta, una musulmana con hiyab, prostituta o victima de violencia de género, solo por nombrar algunos estereotipos.
Todos son imágenes típicas del prototipo de la mujer inmigrante, la vemos con un cierto paternalismo y una infantilización que la hace completamente invisible. Sin olvidar que siempre hablamos de “la mujer inmigrante” como si de alguna forma en este marco tienen que encajar TODAS las mujeres inmigrantes y racializadas, de esta manera estamos anulando la heterogeneidad de estas mujeres, la diversidad cultural, religiosa, étnica que les caracteriza.
¿Pero de donde viene esta representación?
La respuesta es, los medios de comunicación. Una gran parte de la construcción mental que tenemos de las migraciones tiene que ver con el poder que tienen los medios de comunicación en nuestra vida, condicionando en muchos aspectos nuestra configuración del mundo, nuestro lugar en él y el lugar de los demás, conformando valores, actitudes y juicios respecto a la sociedad en la que vivimos. Es decir, los medios de comunicación juegan un papel sumamente importante en la construcción de la diferencia, en definir quienes somos nosotras y quienes son ellos/as.
Por lo que, se ha construido en estos medios una otredad, y esta enfocada sobre todo a la representación de las mujeres inmigrantes y/o racializadas (Creighton, Helen. 2013), es una representación sesgada, errónea, se narran una historia incompleta y muchas veces con interés políticos y económicos.
Ahora bien, para liberarse de esta imagen, es necesario una deconstrucción de esa otredad ya sea cultural, étnica, religiosa o simbólica, una relectura y una reconceptualización de la representación de las mujeres inmigrantes en la sociedad. Es un asunto integral para la promoción de una convivencia positiva, pacífica y intercultural.
Las mujeres inmigrantes están subordinadas de esta manera porque los patrones de jerarquía, dominación y opresión basados en la raza, la clase, la religión, el género y la orientación sexual están incorporados en la estructura de nuestra sociedad. la desigualdad y el racismo en otras palabras, es estructural y está marcada por patrones sociales. Esto lo vemos en las políticas migratorias del país que controlan y criminalizan la migración, hecho que fomenta y crea oportunidades de impunidad, de violencia y corrupción sobre todo hacía las mujeres racializadas e inmigrantes.
Desde el Estado se representa a la mujeres inmigrantes y racializadas como de forma negativa, sin valor añadido a la sociedad. Esta percepción y estigmatización hacia la mujer racializada e inmigrante reafirma la existencia de un grupo opresor que ha generado un discurso de discriminación y exclusión social hacia una minoría tomando como puntos centrales la raza y el género, y extendiendo este pensamiento a todos los ámbitos del estado hasta llegar a la sociedad y la cotidianidad. Esta estigmatización y percepción no es más que una forma de ejercer poder contra las mujeres racializadas e inmigrantes y naturalizarlo.