Los muros rodean la razón de unos tiros que predican muerte y cierran los candados de las fortalezas que cuestan un cojón y medio. La geopolítica malparida de muchos cobardes disfrazados de valor impide que la creatividad y la unión de culturas fluya y cuaje como los fluidos sexuales de unos amantes primerizos.
La incoherencia vestida de espuma golpea los espigones construidos para separar unos de otros. Otros de unos. Mundos a los que saltar con pértigas de humo mientras los (la)drones se (en)cargan de transportar enajenación y platos de lentejas, cuscús, arroz y arepas sobre las mesas de los que deciden arriesgar lo poco que tienen -o les queda-.
Muros y más muros tapan los paraísos que rodean/bordean la ilusión. Fantasía acorralada entre fronteras con la solidez del cartón de tabaco sobre el que se imprimen vísceras en descomposición. Bellas y eternas tierras en forma de calavera custodiadas por enchaquetados verdes y metales que cuidan dañan la libertad/movilidad. ¿Cómo es posible llegar un paso más allá en un lugar donde la mierda cubre hasta el cuello? La luz no entiende de lindes, comparte dioses, cascos de v(c)oladores; vibra en la prisión donde el griterío de niños y cert(v)ezas son la verdadera invasión. Sonrisa por bandera. ¡Vuelvan pronto, por favor! Un adiós en esta Tierra es un hasta luego. Llegará carne fresca, té y el disparo del cañón.
Los años han permitido que mi mirada aprenda a saltar las murallas que tapan el brillo del sol. Ese que mece las mañanas de millones de vida en construcción. ¿Escribo mi historia en esta columna marinera? En el puerto te espero con mi ametralladora, lápiz y ordenador. Noches largas de alcoholemia, vivo en la contra(di)cción. La razón de un mundo vallado sin razón. Vallas y más vallas al corazón. ¡Más altas! ¿Más miedo? ¿Sólo es precaución? La artificialidad de una historia que, desde ya, forma parte de tu vida y, ¡qué cojones!, mi (co)razón. ¡Hasta la semana que viene lector acorazado! Nos vemos en el camino frente a la puerta que te parió.