A medida que la vacuna se va haciendo realidad, se van bajando más personas del carro del movimiento antivacuna. A día de hoy, solo un 28% de la población no se vacunaría en cuanto pudiese, según el CIS. Si bien el miedo a algún posible efecto secundario se resiste a desaparecer, atrás quedan, por suerte, las teorías de las mutaciones genéticas y control mental mediante microchips y el 5G.
La última encuesta del CIS sobre la intención de los/as españoles/as con respecto a la campaña de vacunación contra la covid-19 refleja que, en nuestro país, el movimiento antivacuna se extingue a pasos agigantados: solo un 28% no se vacunaría, frente al 55% de la consulta anterior.
Dentro de esos porcentajes conviene separar a los/as que simplemente tenían o tienen miedo a posibles efectos secundarios de los/as que van más allá y creen que hay una conspiración mundial relacionada con la pandemia de coronavirus. Estos últimos han desarrollado teorías que nos alertan de que la vacuna es capaz de modificar nuestro ADN; de que llevan un microchip o nanobots para controlarnos; o de que todas las vacunas se han fabricado a base de células madres de fetos abortados.
El patrón para crear estos bulos suele ser similar. Se parte de una información real para, a partir de la misma, desarrollar una teoría conspiranoica que sea creíble porque tiene una base «sólida». En este sentido, al tratarse de microbiología, un tema del que, en general, sabemos muy poco, es fácil introducir conceptos para despistar y generar dudas que, tras enrevesadas explicaciones, pueden parecer razonables.
Mutaciones genéticas
Se ha dicho que las vacunas son capaces de crear mutaciones genéticas. La base para este bulo es que las vacunas contra el coronavirus no son las tradicionales que están en el imaginario colectivo. Son vacunas de «ARN mensajero». O lo que es lo mismo, en lugar de inyectarnos el virus de forma controlada para que nuestro organismo genere anticuerpos, lo que se nos va a introducir es una secuencia de ARN con las instrucciones para que nuestro cuerpo cree defensas sin necesidad de haber estado en contacto con el virus. Lo explica mejor en este artículo del Centro para el Control y la prevención de Enfermedades:
«Una vez que las instrucciones (ARNm) se encuentran dentro de las células inmunitarias, las células las usan para producir una porción de la proteína. Una vez que nuestro organismo creó esa porción de proteína, la célula descompone las instrucciones para deshacerse de ellas.
A partir de allí la célula muestra la porción de la proteína creada sobre su superficie. Nuestro sistema inmunitario reconoce que la proteína es un cuerpo extraño y comienza a generar una respuesta inmunitaria y producir anticuerpos, como sucede cuando se produce una infección natural contra el COVID-19″.
Una vacuna para controlarlos a todos
Más literarias han sido la teorías del microchip o los nanobots, todas relacionadas con Bill Gates. Un supuesto plan elaborado de las élites estaba poniéndose en marcha. El confinamiento sirvió de excusa para instalar a hurtadillas potentes antes de 5G (tan potentes como las de televisión) con las que se controlarían los microchips y/o nanobots que nos iban a inyectar con las vacunas. Para darle peso a la teoría, se utilizaron declaraciones de Bill Gates sacadas de contexto en las que en ningún momento menciona microchips, nanobots, o nada similar. A lo sumo, habla de «certificados digitales» en campañas de vacunación, certificados como los que nos permiten hacer trámites online con las administraciones públicas.
Lo irónico de estas teorías de «control» es que nos alertan sobres situaciones que, a día de hoy, hemos naturalizado totalmente y con las que nos sentimos, en general, bastante cómodas. Es decir, el control de masas a través de microchips o nanobots es un delirio de la ciencia ficción que ya ha sido superado por la realidad gracias a internet y los dispositivos móviles. Tenemos aplicaciones a las que damos permiso a acceder a nuestra ubicación, a nuestro micrófono, a nuestra cámara, a nuestros archivos…
Se fabrican con fetos abortados o de animales
Este es el bulo del mal gusto. Se ha dicho que las vacunas han sido fabricadas a partir de células madre de fetos abortados para generar rechazo entre la población. La mayoría de estos bulos provienen de movimientos antiabortistas.
Para poder mantener al virus vivo mientras se está investigando con él, es necesario que este tenga células disponibles a las que infectar. En lugar de utilizar organismos vivos para experimentar, resulta más sencillo crear cultivos celulares. Estos cultivos se crean a partir de células extraídas del tejido de un órgano, humano o animal, que contenga distintas variedades de células. Una vez hecho esto, se van seleccionando, y reproduciendo, las células concretas que se estén buscando. Cuando se ha obtenido un subcultivo de células específicas, estas pueden reproducirse para crear una «línea celular» con la que seguir investigando aún cuando las originales ya hayan muerto.
Es decir, las células descendientes de las descendientes de las descendientes (podríamos seguir) de una muestra de tejido de un órgano humano o animal, han servido al virus de «alimento», mientras que se investigaba la fórmula de la vacuna. Para conocer más sobre esta corriente antivacuna que también está vinculada al movimiento antiabortista, se puede consultar este articulo de la web de fact-checking Maldita.es