Formada por un equipo multidisciplinar de mujeres, presentaron su primer informe donde se detallan las distintas vulneraciones de derechos humanos e incumplimientos en materia laboral y se aportan propuestas concretas para cambiar una situación que no por ser permanente y estructural no puede revertirse
Por Gloria López
Las cancelas en el campo onubense son las puertas que cierran las vidas de las mujeres que recogen las fresas y los frutos rojos que llegan hasta nuestras mesas. Tras las cancelas existen abusos y explotación laboral muy difíciles de denunciar por el miedo a las represalias y porque quienes no son los dueños de las fincas o trabajan en ellas no pueden entrar. Son las cancelas de la explotación laboral, las de la explotación de la tierra, las cancelas de las fronteras, las cancelas que cierran la palabra y el cuerpo de las mujeres. Y hay que abrirlas: ese es el objetivo de la Brigada de Observación Feminista que con el lema “¡abramos las cancelas!” y con la perspectiva de un feminismo sindicalista y antirracista, acaba de presentar su primer informe
Impulsado por el Museo Reina Sofía y la cooperativa La Laboratoria, la Brigada está integrada por un equipo multidisciplinar de mujeres -juristas, periodistas, activistas, documentalistas…- que construye una mirada global capaz de aunar la perspectiva feminista, la defensa de los derechos humanos y laborales y el ecologismo con el objetivo de dar a conocer las condiciones en las que viven las trabajadoras de la fresa en Huelva, profundizar en la raíz de las múltiples discriminaciones y vulneraciones que enfrentan e incentivar propuestas para su transformación. Su trabajo se nutre de la experiencia y el quehacer cotidiano de Jornaleras de Huelva en Lucha.
Desde el punto de vista comunicativo, todo relato es poco”, expresaba la periodista Olga Rodríguez, que forma parte de la Brigada, en la presentación. Lo cierto es que, aunque la situación viene denunciándose desde hace años, con especial incidencia a partir de 2018, cuando saltó a los medios y las redes sociales la denuncia de varias jornaleras por abuso sexual, todavía el desconocimiento y la distancia con la que percibimos cómo viven estas mujeres, cuyos derechos son vulnerados de manera sistemática, es demasiado grande. Para quienes quieran conocer recomendamos la lectura de reportajes como los publicados por Olga Rodríguez y el relato de la activista feminista Justa Montero.
Tras documentar lo que vieron, oyeron, sintieron e intuyeron en los tres días que duró la visita a los campos de Huelva de la mano de las temporeras y activistas Ana Pinto y Najat Bassit y la abogada Pastora Filigrana, la Brigada ha elaborado un informe donde se detallan las distintas vulneraciones de derechos humanos e incumplimientos en materia laboral y se aportan propuestas concretas para cambiar una situación que no por ser permanente y estructural no puede revertirse. El documento se ha trasladado a la Organización Internacional del Trabajo y a los Ministerios de Igualdad y Trabajo, con quienes se han tenido reuniones. Yolanda Díaz, vicepresidenta Tercera del Gobierno y ministra de Trabajo, se ha comprometido a reforzar las inspecciones para perseguir las conductas que lesionen los derechos de las trabajadoras del campo.
Ana Pinto: “Todo esto empezó porque no me dejaban escuchar música mientras recogía la fresa”
“Todo esto empezó porque no me dejaban escuchar música mientras recogía la fresa”, expresa Ana Pinto, como dibujando en un trazo la represión y el silencio que se impone a las temporeras. Es difícil para ellas hablar, salir del espacio en el que laboran y viven, situado lejos de los núcleos urbanos, comunicarse y sentir que la expresión de su dolor sirve para algo. Pero, a pesar de las dificultades, compartir, escuchar y hablar, va dando sus frutos, “no solo frutos rojos”, como resaltaba Olga Rodríguez en el encuentro.
“Es importante el feminismo que ellas practican”, señalaba Justa Montero, dando valor a la experiencia de Jornaleras de Huelva en Lucha, que, junto con Abogadas Sociedad Cooperativa Andaluza, han guiado a la Brigada por los campos onubenses donde han podido entrevistarse con las temporeras en escondites naturales y compartir “su dolor” pero también “la esperanza que significa el desarrollo del proyecto de estas jornaleras”.
Un proyecto anclado en la necesidad y en la certeza de que la unión, la amistad y la fraternidad entre las mujeres es el camino. “La lucha es de todas y para todas” reitera Pinto, denunciando que “han intentado dividirnos, a las autóctonas y a las migrantes”, “han tratado de silenciarnos”, “nos han cerrado todas las puertas y nadie está dispuesto a contratarnos”, pero “hemos estado haciendo lo que creíamos que teníamos que hacer” y “hemos entendido la importancia de tejer redes”. Su feminismo, como argumenta Justa Montero, “expone con claridad la interseccionalidad, que refleja la enorme complejidad de su propia situación, el machismo, el racismo imperante en la sociedad y en los entornos en los que ellas tienen que trabajar”.
“Nos hemos dotado de varias leyes para evitar ese miedo, las represalias, entre ellas el Convenio de Estambul que proclama evitar la victimización secundaria”, recuerda durante la presentación Begoña Lalana, abogada y una de las redactoras del informe, que lamentó que a pesar de las denuncias del relator de Naciones Unidas o los artículos en los medios de comunicación, no se ha avanzado, no solo en lo que tiene que ver con “castigar lo que son malas conductas”, sino especialmente por la “falta de prevención” por parte de las administraciones públicas. Lalana defendió la importancia de la reparación que implica que a estas mujeres se les reconozca una autonomía que permita superar su condición de víctimas. “Su situación de desigualdad no es individual” y para modificar las condiciones de vida, trabajo y explotación, es importante “dar visibilidad” y “fomentar la asociación de mujeres”, concluyó.
El modelo estructural de las huertas de Europa se basa en la explotación de la tierra, el agua y los cuerpos
En las relatorías sonoras que se han mostrado este martes se documentan ejemplos de abusos a las temporeras que exponen también los reportajes e informes antes mencionados. “No es un sistema en el que hay manzanas podridas, sino que es la propia estructura la que determina ese comportamiento sistemático”, defiende Pastora Filigrana. Es un modelo estructural que caracteriza a toda la huerta del sur de Europa, que sigue patrones de explotación similares y que ha estudiado Mariangela Paone, periodista y autora del informe E(U)xploitation. Gangmastering: The Southern Question. Italy, Spain and Greece, de la asociación ambientalista Terra!: “si no entendemos que la explotación laboral se sustenta en un sistema de producción que no es nacional no podemos atajar el problema”.
“El boicot no es la solución”, aclara Nazaret Castro, brigadista, periodista y experta en economía social y solidaria, autora del reportaje La historia por detrás de las fresas de Huelva. Para la integrante de Carro de Combate es importante “concienciar sobre un consumo responsable que incentive a las empresas que sí lo están haciendo bien”, pero sobre todo “debemos entender el activismo desde el consumo desde una perspectiva más amplia” y “escuchar y apoyar a las jornaleras”.
Esa estructura que se materializa en los cuerpos de las jornaleras es el producto de una agricultura que ha pasado de la variedad de cultivos familiares a un monocultivo intensivo ávido de mano de obra y de agua, con un sistema de distribución que se concentra en manos de pocas cadenas europeas. “La agricultura es un motor de la economía, pero la mano de obra está invisibilizada, racializada y feminizada”, explica Filigrana. “Cuando la fuerza de trabajo se aleja del patrón de cuerpo blanco y varón, se va abaratando”, insiste, abogando por crear “alianzas que lo impugnen todo”.