Hoy han dejado Ceuta más de 25 personas que se encontraban acogidas en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) y que entraron a nado o cruzando el espigón que separa Ceuta de Marruecos el pasado mes de mayo. Todos son solicitantes de Protección Internacional. Hablamos con Naji Ali, que llegó a Ceuta desde Yemen y con Aamer Sultan, de Siria. Ambos comienzan hoy una nueva etapa de su ruta migratoria
«Salimos de una guerra y llegamos a Egipto con muchas dificultades, de Egipto fuimos hasta a Etiopía, luego Níger, Argelia, todo caminando y al final Marruecos. Hemos presenciado la muerte muchas veces, pero gracias a Alah hoy hemos llegado hasta aquí», así comienza el relato de este joven yemení, Naji Ali, de 37 años, que tuvo que dejar a su mujer y sus tres hijos en Yemen, huyendo de la guerra hay en su país y que afecta gravemente a la población civil.
«No he podido sacar a mi familia, afortunadamente, he podido salir yo, pero hemos llegado hasta aquí para traer a nuestras familias. Aquí hemos visto la libertad que no tenemos en nuestro país, tenemos derechos, esperanza, es como si hubiésemos renacido«, nos cuenta con sus ojos azul claro llenos de esperanza, a unos minutos de subirse al ferry para poner rumbo a la península.
Su nombre, está junto al de otros treinta jóvenes y familias que están acogidos en el CETI desde el pasado mes de mayo, cuando entraron en Ceuta más de 12.000 personas. Yemen, Siria, Sudán del Sur, Turquía o Marruecos son algunos de los países de los que provienen estas personas que migran buscando un futuro mejor y que hoy han partido hacia la península en la conocida como «lista Baleària» o Laissez Passer.
Naji Ali nos sigue contando, a las puertas de la estación marítima y acompañado de algunos compatriotas que a día de hoy su país sigue en guerra, «están los enemigos, matan a los niños, no es una cosa entre militares, hay cuatro grupos en guerra y cada uno tiene su zona y no se puede mover de un lado para otro».
Aun así, no pierde la confianza en la juventud de su patria, «es fuerte y orgullosa, pero la guerra que se nos ha impuesto ha matado a mucha gente, mi padre murió sin haberlo visto y a mi madre hace años que no la veo, porque no nos dejan movernos de un lado a otro, y Arabia Saudí es la culpable de todos estos problemas, nos ha impuesto sus normas…», Naji Ali es interrumpido por uno de sus compañeros, queq le dice por lo bajito que no se meta en política.
Junto a ellos está Aamer Sultan, un chico sirio de 34 años que hizo una ruta migratoria diferente a sus compañeros de Yemen, pero no menos dura… «de siria al Líbano, Sudán, Libia, Argelia, Marruecos y Ceuta», nos explica con la mirada puesta en el futuro que le espera al otro lado del Estrecho. Entró durante la crisis de mayo, esa «jornada de puertas abiertas» que permitió a muchos perfiles vulnerables llegar a Europa para pedir la Protección Internacional o el Asilo que necesitan. Pero, como muchos otros jóvenes migrantes, esta no era la primera vez que lo intentaba «han hecho muchos intentos, pero los han devuelto otras tantas» nos asegura una voluntaria que nos ayuda con las traducciones.
«Pienso en la muerte, me veía muerto en el camino» asegura Aamer Sultan, que nos cuenta que salió del Líbano en agosto de 2020 y ahora en agosto 2021 continúa con su ruta migratoria hacia Europa, aunque de Siria se fue en 2007, junto a su mujer y sus siete hijos, a quienes tuvo que dejar como refugiados en el Líbano; «en cuanto pueda me traeré a mi familia, he venido para traerme a mi familia», nos afirma rotundamente.
Junto a ellos, está Wylliam Roop, un pastor evangélico, que ha acompañado durante estos meses a estos 23 jóvenes yemeníes y tres sirios que entraron en mayo. Les conoció tras la entrada a nado del pasado mes de mayo y les ofreció su ayuda, ellos le llamaron para explicarle que estaban en una situación «muy precaria» en un asentamiento en Calamocarro.
Tras pasar una tarde con ellos, al día siguiente fueron llamados a la Policía Nacional, hoy ha venido a despedirse de ellos y nos cuenta que se alegra de que durante estos meses hayan sido acogidos, protegidos, alimentados y cuidados, «la alegría es que hoy continuan su viaje, es como una graduación para esta etapa, han pasado hasta seis meses caminando, en camiones… y sus familias están en Egipto, en el Cairo y su ilusión es mandar dinero a su familia y traerlos con ellos».