No sé si será una impresión particular, o un hecho cierto.
Mientras alguien me descubre de qué se trata, lo cierto es que en la posada están tomando más frenéticas iniciativas, que en más de 20 años.
Que yo sepa, la vacuna no tiene efectos de bebida tonificante, que te da alas.
Que yo sepa, el amo de la posada, no ha aparecido todavía, poniéndose a salvo, con lo que sabe de conjugar el verbo escurrir, o hacerse el Pilato.
Fue aparecer con la de la gripe, y corriendo a toda prisa, que me fui al Centro del Mayor.
Si fueran verdad esos acelerones por tomar decisiones, estaría muy feliz.
Porque con ese ritmo alocado, lo mismo, con la llegada del nuevo año, se produce la más esperada: la dimisión en bloque de, absolutamente todos, los personajes de la posada.
Año nuevo, gente nueva.
Nada más gratificante para empezar el año, que hacerlo con elecciones anticipadas.
Ya pasó el año con su doble inocentada.
Una, de gran dolor que no termina en su afán de amargarnos la existencia. La otra, de bromas.
10 años por el agua. 10 años por inauguración de una universidad, aprovechando un cuartel con goles cercanos.
Un poco más, y Ceuta inaugura universidad cuando las clases, vía telemática, es la realidad. Qué pena de ciudad maltratada.
Mientras tanto, las familias ceutíes, durante años de toda la vida, marchando detrás de los hijos, porque no podían soportar el coste de sus estudios.
Las dos décadas suman 20. Y el día, para hacer las maletas, da 1.
Todos, juntos y unidos, para coger puerta.
Y que vengan los siguientes con las ideas claras.
Si se me permite consejo gratis.
Lo principal, lo primero que deben hacer, es HIPOTECAR, con mayúsculas, a los medios.
Sería una medida novedosa.
En trocitos de hoja de papel roto con furia, ha quedado mi carta a los Reyes Magos.
La forma de su desplazamiento hasta llegar a Ceuta, por helicóptero, por barco, con camellos (con un visado especial en tiempo especial para poder pasar por la frontera cerrada), es un acto de ejercer política.
Y es que todo está sujeto a tal ciencia.
Por supuesto, en el año nuevo 2021, mi deseo interior era que Sus Majestades no viajaran pues sería egoísta que, por venir a traerme juguetes y deseos, se pusieran en riesgo.
Los buzones eran protagonistas para echar en ellos las cartas a los Reyes. Su relevancia era enorme. Los tenía ubicados a la perfección con un peculiar plano de situación por la ciudad.
No obstante, la Plaza de España, era mi lugar preferido. Con ese león de boca de devorar cartas. Con esas otras tres entradas de correspondencia tan bonitas.
Pero, no sólo eran los buzones de la Oficina de Correos, lo que me llevaba hasta allí. Resulta, que todas las tardes, iba a echar una carta que nunca terminaba de depositar, para tener pretexto.
Mi querida madre, María Luisa, pasaba los días navideños con un mosqueo que no veas. La razón no era otra que ese magnífico tren de juguete que exponían a lo largo y ancho del escaparate que daba a Correos.
El tren era enorme, como su recorrido por la tienda de Casa Ros, y se me pasaban las horas y las horas, contemplando aquella maqueta que era increíble, maravillosa. No le faltaba un detalle, era una perfección.
En éste 2021 por mí no habrán venido los Reyes Magos. Lo habrán hecho por otros, y respeto, aunque no entienda del todo.
De todas formas, mi deseo iba relacionado con un cambio radical de entender la democracia.
Lo mismo, mi carta, rota en pedazos de esperanzas desilusionadas, me hubiera sido devuelta por falta de madurez.
Pero que nadie, por favor, me quite de mis juegos con mi tren. Sin ser el de Casa Ros, es el que tengo. Ya lo decía Antoine de Saint- Exupéry:
No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.