El movimiento No Name Kitchen ha arrancado un nuevo proyecto en Ventimiglia, una localidad de Italia muy cercana a la frontera con Francia. Tras diversas visitas a esta zona para monitorizar la situación y, tras comprobar que los derechos humanos de las personas que «están migrando se vulneran de forma sistemática, también dentro de la Unión Europea, hemos decidido comenzar a operar en Ventimiglia»
No Name Kitchen es un movimiento nació en 2017 cocinando con y para personas que estaban atrapadas en Serbia, después de que la Unión Europea hubiese cerrado sus fronteras a las personas en busca de asilo. Pocos días después de comenzar con la cocina para servir cenas, veían cómo casi todas las personas que estaban en su tránsito migratorio les contaban historias similares de palizar y devoluciones por parte de policías de países de la Unión Europea como Hungría o Bulgaria. Según legislación europea, una persona tiene derecho a pedir asilo cuando está en territorio de la UE y el país en cuestión tiene la obligación de comenzar un trámite legal para analizar la situación de esa persona. «Las devoluciones y la violencia son totalmente ilegales», apuntan.
Por ello, un proyecto que iba a ser para cocinar con las personas migrantes acabó siendo no solo de ayuda humanitaria (que también) sino que es además una denuncia pública de ataques a los derechos de las personas migrantes. Ahora, desde Ventimiglia, «podemos ser testigos de cómo los ataques a los derechos de las personas no son aislados en países del este o del sur de Europa. Tampoco es algo exclusivo que sucede en las fronteras externas. Podemos comprobar y hacer visible que es parte de una acción sistemática de violencia física y burocrática orquestada desde la Unión Europea, que sigue enviando grandes cantidades de dinero en lo que llaman proteger las fronteras”.
Las irregularidades que «hemos conocido en la primera semana de proyecto«
En apenas los primeros días que llevan en la ciudad ya han conocido a personas que «nos han contado cómo han sido devueltas desde Francia». En el primer día del proyecto fueron a recorrer aldeas cercanas a la frontera con Francia y conocieron a más de una docena de personas, de diversas nacionalidades de países de África que les contaron que había sido devueltos de Francia a Italia.
«Parecían visiblemente perdidos, muchas de estas personas eran muy jóvenes, y tenían documentos que decían no entender, que les había dado la policía. Nos contaron que la policía francesa les habían tomado sus huellas dactilares y luego les entregaron unos documentos y les dijeron que tenían que firmarlos sin que la gente supiera qué era exactamente», relatan. Pudieron ver que algunos de esos documentos que la gente firmó, les impiden solicitar asilo en Francia. Otros documentos que la gente portaba les instaban a ir a la oficina de inmigración en Italia en un plazo de 7 días con un pasaporte válido para que evaluaran su situación.
Otras personas les comentaron que, tras haber sido devueltas desde Francia, la policía de Italia los paró y les dio documentos que son órdenes de expulsión para abandonar no sólo Italia, sino todo el espacio Schengen en un plazo de 7 días.
Les contaron cómo fueron a Francia con el objetivo de pedir asilo allí, ya que vienen de países que son antiguas colonias francesas y, por tanto, conocen el idioma francés, «pero se vieron devueltas a Italia por parte de agentes de la policía y con documentos oficiales donde se afirman que nunca pidieron asilo».
La ruta para llegar a Francia es «muy peligrosa». Pero, según las leyes europeas, cuando alguien llega a la UE tiene derecho a pedir asilo. Conseguir asilo o un visado desde países de África en guerra o conflicto es prácticamente imposible. Por eso la gente se juega la vida para llegar aquí. Muchas personas que hemos conocido en Ventimiglia nos cuentan que llegaron en embarcaciones desde Libia o desde Túnez. El viaje a Francia es «extremadamente peligroso». Según les han contado, algunas personas intentan cruzar las montañas hasta Menton, otros intentan cruzar de noche la peligrosa autopista que se ha bautizado como el «Paso de la Muerte» porque se ha llevado vidas de personas migrantes por delante.
En la ciudad de Ventimiglia hay más de 100 personas viviendo en situación de calle, tras haber sido devueltos desde Francia. Algunas personas les han contado estos días que «han sido incluso detenidas por la policía durante días sin que se les facilitara información alguna y también hemos conocido historias de gente a las que se les denegaron las solicitudes de traducción en la policía a la hora de pedir protección internacional, lo que dejó en una situación especialmente vulnerable a quienes no hablan francés o italiano. Recordemos, de nuevo, que todo esto es ilegal».
Su labor en Ventimiglia
El proyecto acaba de arrancar. Por el momento, están apoyando a organizaciones ya presentes en Ventimiglia desde hace tiempo, y que hacen «una gran labor, con distribuciones de comida». Cuando recorren las aldeas fronterizas llevan agua y fruta para las personas que le cuentan que han sido devueltas y que se encuentran de vuelta en Italia.
Pronto arrancaran su proyecto de higiene y salud. «Las personas, al verse forzadas a vivir en situación de calle (si la policía no les da acceso a pedir su protección internacional es muy difícil que alguien les vaya alquilar un espacio donde vivir), están expuestas a una condiciones de higiene que son perjudiciales para su salud física y mental», explican.
Además, como llevan haciendo desde 2017, «denunciaremos y reportaremos cada caso que vayamos conociendo de la vulneración de los derechos de las personas».