Recuerdo cuándo, hace más de cuarenta años, escuchaba por las calles de mi ciudad eso de… “un día esto será de Marruecos, está ya más que pactado”. Era una frase que me infundía temor y me desconcertaba, porque no llegaba a entenderla. “¿Cómo es posible que Ceuta llegue a ser lo que los ceutíes no queremos que sea?”, me preguntaba entre enfadado y triste. Hoy lo sigo escuchando en boca de algunos, con desesperanza.
Soy de Ceuta, mis hijos son de Ceuta, mis padres son de Ceuta, y por eso me duele mi ciudad. Me duele ver cómo algunos, incluyendo nuestros gobernantes, se compran sus casitas en Estepona, en Marbella, en … donde sea con tal de no quedarse aquí cuando se jubilen. Me duele que algunos vengan de otro lugar de España a regañadientes para estar unos años sin implicarse en esta ciudad y después huyan lo más lejos posible. Me duele que se les inculque a nuestros hijos la idea de que estudien fuera y no vuelvan a no ser que se saquen un puesto en la Administración. Me duele ver en algunos una resignación por el futuro de Ceuta que yo no comparto.
Hablar de ilusión es difícil cuando nunca nos han ofrecido motivos para ilusionarnos. ¿Quién querría ilusión con la tasa de paro que tenemos, con el fracaso escolar, con las carencias sanitarias, con los problemas fronterizos o con la falta de oportunidades?
Sin embargo, cuando alguien visita Ceuta por primera vez les causa en ellos un impacto que me inyecta ilusión. Y no me refiero al tan manido típico discurso de la diversidad y la multiculturalidad, de la ubicación incomparable, de las vistas tan espectaculares o del clima marinero, aspectos que son reales pero insuficientes. Me refiero a la sensación de haber descubierto un tesoro totalmente inesperado y desconocido que les deja con la boca abierta. Me refiero al enorme potencial que tenemos, que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo y que nadie ha tenido el valor y la voluntad de saber explotar.
Esa es justo la clave para tener ilusión, que se ofrezca una razón para tenerla. Ceuta tiene potencial pero es desconocida, Ceuta tiene recursos por explotar pero no han sabido cómo, Ceuta tiene futuro pero nadie ha apostado por él. Simplemente no nos conocen, no se ha puesto nunca en valor de manera efectiva sus posibilidades. Muchas veces hemos oído eso de tener un proyecto para la Ciudad pero no hemos visto proyecto alguno sobre la mesa.
¿Cómo es posible que no nos conozcan? ¿Por qué no tenemos un proyecto definido y claro? ¿Quién es el responsable?
Hace un año escribí un artículo llamado “Consciencia en el paraíso” en el que reflexionaba sobre si somos conscientes de esta realidad, de estar desubicados, sin saber muy bien qué nos encontraremos en el horizonte y por qué damos palos de ciego sin ningún criterio. Tanto entonces como ahora llego a la misma conclusión. Tener ambición por unos objetivos comunes es nuestra obligación como ceutíes, y ofrecer ilusión por lo que seremos debería ser nuestra prioridad como ciudad.
Mientras esta ciudad sea gestionada con el único objetivo de mantener una falsa apariencia de bienestar y un tenso equilibrio, en vez de marcar un objetivo claro y ambicioso y lanzarnos a por él, nos instalaremos en la desilusión y muchos seguirán despidiendo a sus hijos y buscando una buena oferta para comprar una casita y retirarse a disfrutar de la jubilación lejos, fuera de Ceuta.