Sin duda alguna nunca he escrito nada con tanto dolor. Hoy amanecemos con otra muerte en la frontera del Tarajal. Una mujer porteadora ha muerto esperando para poder entrar a Ceuta a desempeñar su actividad laboral.
Fátima Bushra formaba parte de mi vida. Compartimos confidencias, nos abrimos el corazón y proyectamos esperanzas sobre nuestras vidas, nuestro futuro y el de esa frontera criminal que nos había unido. No tuvimos una relación entrevista-entrevistadora, era imposible con ella. Siempre buscaba empatizar y dejar de hablar de la frontera, “duana” que ella decía. Y eso hicimos, nos vimos sin grabadora ni bloc de notas, solamente como dos personas que se han caído bien y que tienen un fin común: luchar por erradicar las vulneraciones a los derechos humanos hacia las porteadoras. Cada una desde su narrativa, eso sí.
No quiero hacer apología del pasado y detallar lo que ella me hizo entender sobre el feminismo, la sororidad y la resiliencia, pero si que me quiero parar aquí y gritar de rabia y de dolor: ¡qué esto no puede seguir así! ¡qué esa frontera no para de asesinar a personas! ¡qué todos tenemos que hacer algo para erradicar esta situación! ¡qué cada muerte duele!… ¡y duele mucho!
Quienes estamos en lucha adquirimos un discurso tan gastado sobre la defensa de los Derechos Humanos, sobre las responsabilidades políticas… que pierde valor, porque la sociedad ha normalizado el dolor. Hoy, ahora, es el momento de cambiar la narrativa, porque tenemos la corresponsabilidad de crear un discurso que llegue a instituciones, a sociedad civil, a periodistas y a políticos. Un discurso no revictimizador y no dirigido hacia los focos equivocados.