«Y tú, ¿eres virgen?». Podría escribir estas palabras en el buscador de mensajes y me saldrían unas 200 referencias. La primera vez que recibí esa pregunta debía rondar los 12 añitos y, disculpad, pero mi respuesta fue: «No, soy capricornio». Para mí la virginidad no se vinculó a la sexualidad y al himen hasta los 14-15.
En los núcleos familiares de muchas familias de origen magrebí o de creencia musulmana, hablar de la virginidad, la sexualidad o el himen, deviene incomodidad y se trata de temáticas tabú. Son palabras que si son mencionadas atragantan a las personas adultas del entorno. Así pues, a parte de las explicaciones en la escuela, que por cierto incorporaba en mi conciencia y vocabulario con cierta vergüenza, fui conociendo el ámbito por mis amistades (a nivel teórico y a través de sus experiencias).
Pasados los años y mientras mi cuerpo se asemejaba más al de las mujeres de mi contexto, fui recibiendo la presión de cuidar de la pequeña telita de nuestra entrepierna. Esa pesadilla recibe el nombre de «himen» y representa que, según el imaginario de mi entorno, si lo “pierdes” con ella se vienen abajo tu dignidad, respeto y virginidad. Mi hermana me contó que no debía confundir el himen con la virginidad. «Cuando entras en una selva virgen, o en la nieve virgen, basta con que pises el espacio para que deje de serlo. No necesitas talar un árbol o cavar un hoyo». Empecé a comprender que la virginidad era una forma de controlar el cuerpo de las mujeres, una forma más de ocupar nuestras vidas y oprimirlas.
Muchas «pierden» el himen con golpes que reciben, montando a caballo o en bicicleta. Otras nacen sin tenerlo. Según Imma S. (una amiga pediatra) únicamente el 30% de mujeres presentan sangrados en sus primeras relaciones con penetración. Algunas lo “perdieron” en medio de una violación o abuso sexual. Y otras por menstruaciones fuertes. A pesar de ello, nos centramos en hablar de pureza, de honor y honra a las mujeres. Generarles miedo de tener sus primeras relaciones por si el sangrado no está allí. Las hay que han sido repudiadas y agredidas por no haber manchado bragas o sábanas. Y mientras escribo esto… Algún hombre estará manteniendo relaciones sabiendo que para su matrimonio quiere a una mujer virgen, con himen. ¿A qué esperamos para educar a los hombres en dejar de colonizar nuestros cuerpos? Podría seguir con ejemplos, y casos, y bla-bla. Pero no hace falta. Creo que nos hemos entendido. Toda persona debe elegir libremente cómo disfrutar o vivir su sexualidad.
Si eres un hombre que quiere colaborar en destruir el patriarcado, no preguntes a las mujeres de tu entorno si son vírgenes (que además es un término que en el simbólico va vinculado al cristianismo). La virginidad es una construcción social que ha costado la vida y libertad a muchas de ellas.
Convertir en tabú estas temáticas hace que se invisibilicen casos de abusos, violación y/o violencia. No seas cómplice.
Apunte: Esta publicación ha sido escrita desde las relaciones entre hombres-mujeres. No hay que perder de vista que otras identidades también sufren la opresión de la heteronormatividad o el peso de no poder visibilizar y vivir su opción sexual.