Hace unos días, charlando con un grupo de amigas, salió el tema de las dietas, ya que varias de ellas lo están desde hace algunas semanas. Estuvimos hablando de los hábitos de vida saludables, de lo difícil que es cambiar tus hábitos si no los has adquirido desde pequeña, ya que normalmente puedes cambiar tu alimentación o hacer alguna actividad deportiva, durante unos meses, obligándote a ti misma para perder peso, pero si durante veinte, treinta o cuarenta años, no lo has hecho así, es muy difícil que una “obligación”, se convierta en un hábito. Todo esto nos llevó a reflexionar sobre nuestros hijos, sobre qué hábitos les estamos inculcando, y que repercusión tendrá en ellos el día de mañana.
Los hábitos de vida saludables son estilos de vida, de comportamiento, de los cuales los más conocidos son los que tienen que ver con la alimentación, la higiene, la actividad física o los hábitos tóxicos. Estos hábitos saludables son imprescindibles para la construcción de una persona sana en todas sus dimensiones y, por tanto, para la prevención de enfermedades en la edad adulta tales como hipertensión, enfermedades cardiovasculares, obesidad o diabetes. En España, aproximadamente un 14% de los niños presentan obesidad, y un 12% sobrepeso, lo que quiere decir que un cuarto de la población infantil pesa más de lo que debe, y por tanto no se están desarrollando de manera saludable.
Educar a los niños en hábitos saludables se considera hoy en día la medida preventiva más eficaz para mejorar la condición de salud a lo largo de toda la vida y es obligación de nosotros los padres, enseñar a nuestros hijos una serie de hábitos de alimentación y costumbres sanas, desde los primeros meses de vida para que se vayan consolidando en la infancia y adolescencia.
Lo primero, en cuanto a la alimentación, es una dieta variada, suficiente, con un aporte energético adecuado a cada etapa del desarrollo y equilibrada, abarcando todo tipo de nutrientes, repartidos adecuadamente (fig 1) y con especial atención a la ingesta de frutas y verduras, hecho que es muy complicado en algunos casos por el rechazo que producen, pero en el que debemos insistir, sobre todo con el ejemplo, ya que lo que no podemos hacer nunca es ofrecerle a nuestro hijo un plato de menestra de verduras y tener en el nuestro un filete empanado. Nosotros somos el espejo en el que se miran nuestros hijos, y aunque en algunos casos también nos cueste, tenemos que alimentarnos adecuadamente, ya que la salud de toda la familia lo agradecerá.
Hay que limitar, que no eliminar, el consumo de alimentos dulces y bebidas azucaradas y establecer un patrón de distribución de comidas, realizándose cinco comidas al día, comenzando con un desayuno completo, que nos garantice las necesidades del niño en la escuela, un suplemento de media mañana saludable (no snacks o bollería), almuerzo, merienda y cena. El niño, debe acostumbrarse a no comer entre estas comidas, respetando los horarios.
Lo que sí que hay que evitar e intentar dar el máximo ejemplo, es el consumo de alcohol, tabaco o drogas, sustancias muy nocivas para la salud y que, desafortunadamente, cada vez se están comenzando a consumir a edades más tempranas.
El otro pilar es fomentar la realización de actividad física, ya que aproximadamente un 75% de los niños que practican deporte en su infancia lo seguirán haciendo a lo largo de toda su vida, mientras que aquellos que no lo realizaron de niños, en muy contadas ocasiones lo realizan posteriormente. El refuerzo es aún mayor si la actividad la realizan con sus padres. Además, las actividades al aire libre, no sólo van a protegernos del sobrepeso sino que además fomentan las relaciones sociales y producen bienestar psicológico. Hay que intentar por todos los medios evitar el sedentarismo, y el ocio solitario no interactivo, como ver la televisión o jugar a videojuegos.
Fig 1
Muy interesante