Tras dos meses viajando e investigando sobre las fronteras de Chile-Perú; Perú-Bolivia y Bolivia-Chile, tuve tiempo para reflexionar sobre la insistencia de Zapata Barrero (2012) en el origen etimológico del concepto de frontera, es decir, “tierra que está en frente de otra y, por ende, es un límite entre dos territorios”. Sin duda alguna, esta definición tiene un marcado origen militar.
¿Y por qué reflexionaba yo sobre esto? Justamente, porque para explicar la porosidad o la impermeabilidad de las fronteras hay que mirar qué alianzas militares tienen los países fronterizos. Pasemos a los ejemplos fácticos. Tras el Acuerdo Schengen (1991), en las fronteras internas de la Unión Europea dejaron de existir los controles fronterizos entre los países miembros, pero, sin embargo, esto solamente fue algo tácito, puesto que, desde la configuración de la OTAN, las fronteras entre los países de la Unión no estaban militarizados, o sea, ¿qué sentido tiene “proteger” tu frontera de tu socio militar?
Actualmente, esta dinámica no solamente se puede explicar por los acuerdos militares, sino que hay que sumarle los intereses geopolíticos mercantiles, o sea, la militarización del mercado. La militarización de las fronteras ya no se ejerce sobre la línea fronteriza, sino que se externaliza creando fronteras verticales, que casualmente están cada vez más al sur. La frontera hispano-marroquí es un estandarte de esto, aunque esto lo podemos ver también en la frontera mexicano-guatemalteca, por ejemplo.
La semana pasada entraron 155 personas en tránsito migrante por Benzú. La frontera del Tarajal fue la última frontera visible que cruzaron los migrantes, pero antes de ésta, cruzaron el Estado-tapón de Marruecos, los campos de concentración de Sudán, del Chad y de Niger, que la Unión Europea a militarizado para “frenar” la llegada a su territorio. La externalización de las fronteras no es gratuita, la Unión Europea inyecta a sus países socios, en los controles de flujos migratorios, billones de euros en concepto de “Planes de Desarrollo” y “Cooperación al Desarrollo” como pago a la militarización y la violencia que ejercen sobre las personas en tránsito migrante.
Mahmud Traoré escribió el libro “Partir para contar” donde explicar su viaje migratorio desde Senegal hasta cruzar la valla del Tarajal. Al leer su historia como “cruzador de fronteras” siempre me surge la misma pregunta ¿será qué cuanto más septentrionales residimos, menos podemos apreciar que solamente vemos la punta del iceberg de la migración?