Cada vez que pienso en Ceuta, que es bastante a menudo, pienso en la frontera, y no solamente como construcción social, sino que se me viene a la mente la imagen de la frontera del Tarajal.
La frontera es cruel, representa la división y la segmentación entre grupos, personas, clases sociales, sistemas económicos y moralidades. Sin embargo, hay elementos con los que la frontera es permeable como, por ejemplo, con el capital. David Moffette explica la paradoja que existente en la frontera ceutí, donde las personas en tránsito migrante (principalmente población de origen subsahariano) tiene prohibida la entrada a la Ciudad Autónoma, mientras que las porteadoras pueden acceder. La explicación de Moffette, a la cual yo me subscribo, es que las porteadoras son productivas para el sistema capitalista porque sustentan el comercio atípico, y por el contrario, las personas migrantes no pueden entrar a Ceuta porque no son productivas en términos económicos para la ciudad.
Las personas que intentan o que consiguen entrar a Ceuta sin la documentación exigida por los tratados internacionales, se exponen a la muerte, las heridas, la privación de libertad y la vulneración de sus derechos.
Recordemos como el pasado 9 de febrero nos concentrábamos en Ceuta para recordar el asesinato impune, de al menos 15 personas que pretendían entrar en la ciudad, a manos de los cuerpos y fuerzas del Estado. La semana pasada entramos en pánico y en un estado de ira, tras conocer como un niño había muerto en Ceuta atropellado por un camión en el que pretendía huir del continente africano. Estos son los dos casos son más mediáticos, pero no son las únicas vulneraciones de derechos humanos contra las personas migrantes. Migrar es un derecho reconocido en el artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH). Declaración que han subscrito tanto Marruecos como España y que no respetan.
Ceuta se ha convertido en una cárcel para la población migrante -menor y mayor de edad- que espera entre vulneraciones, el momento de seguir su viaje migratorio o quedarse en limboscape que representa Ceuta. Cabe preguntarse si ha cambiado el papel de Ceuta desde que dejó de ser un presidio portugués, o si, por el contrario, sigue siendo la cárcel europea para la ciudadanía no apta para residir en el continente europeo.