He estado pensando desde hace unos días en escribir algo sobre el Covid-19. Algo estilo ¿estamos informados de que hay multitud de coronavirus que conviven con nosotros? ¿qué el coronavirus no es nada nuevo? ¿sabemos realmente los efectos de confinamiento? ¿y no solamente económicos…? pero no. Nadie quiere leer a otra progre sabindonga teniendo un discurso disruptivo. Seamos honestos. No queremos estar informados. Vivimos en la era de la desinformación, hacemos de un tuit (tweet) una verdad absoluta, de un mensaje reenviado en Whatsapp nuestro dogma. Y así es tan fácil expandir una noticia falsa (fake news).
Sin ir más lejos, esta semana encontramos en dos periódicos diferentes la misma foto con distinta noticia. En El Español “un bloque de pisos se suma a la cacerolada contra Pablo Iglesias” y en El Diario.es “un bloque de pisos se une ante la cacerolada al Rey Emérito”. Sí, era la misma foto del mismo bloque de vecinos (por cierto, la noticia real era la de El Diario.es); pero ¿qué más da? Da igual, ya has generado la noticia, has armado el revuelo, has activado la maquinaria de los retuits y de los mensajes en cadena, ¿no es ese el efecto que se espera de una noticia? ¿no es tener el mayor impacto? ¿aumentar la audiencia? En el nuevo paradigma de la comunicación: la verdad no importa, importa el ruido mediático.
Esto no es nuevo, llevamos desde 2015 en constante cambio sobre la manera de comunicar y vemos como esto ha tenido influencia en las campañas electorales. Fijaros: un relato construido alrededor de noticias falsas y que aboga por la emoción, a los sentimientos. Un discurso que no se apoya en datos ni estadísticas de fuentes fiables, y en el caso de que las utilice no son reales, porque no busca informar: busca impactar. Una oratoria que quiere culpabilizar abiertamente a colectivos vulnerabilizados: personas en tránsito migrante y mujeres. ¿Os suena? Vivimos en esta época.
¿Cómo afecta la situación actual de confinamiento y pandemia a la comunicación? Millones de personas confinadas en sus hogares (quienes lo tenga) en redes sociales 24/7 y con la televisión de fondo. Hipercomunicados e hiperinformados, pero desde una óptica hegemónica. Esta situación nos ha abocado a un discurso común: cedemos todas nuestras libertades individuales por el bien común, ¿el de quienes? Expliquémosles a quienes no puedan pagar facturas ni comprar alimentos en un mes qué es el bien común. Elevamos al nivel de héroes nacionales al personal sanitario, y a las fuerzas y cuerpos del Estado. Ambos están cumpliendo con su trabajo, al igual que lo están haciendo las personas que trabajan en los sectores sociales, ¿dónde esta el reconocimiento para las personas que trabajan en las residencias de personas mayores? ¿y en los centros de TEA? ¿dónde? en ningún sitio. Siguen trabajando con grupos vulnerables y con alto factor de riesgo. Y al igual que el personal sanitario están afrontando la muerte sin medios, ni materiales ni psicológicos, pero ellas (porque son sectores feminizados), ellas no son heroínas para nuestra sociedad. Y además, lo hacen en condiciones más complicadas, con salarios ínfimos, turnos eternos y con la movilidad restringida o reducida (descenso de líneas de transporte público, y ¡ojo! para ellas no hay taxi gratuito como en el caso del personal sanitario).
Y ya para finalizar… ¿solidaridad? ¿de verdad? La solidaridad es un sentimiento acompañado de unas acciones que ponen a la persona en el centro del paradigma, no distingue de clases social, ideología, género, color de piel, edad… Déjenme que les diga: no estamos siendo solidarios, bajo el concepto de solidaridad estamos construyendo un Estado policial, juzgando los comportamientos de todas aquellas personas que no están “cumpliendo” con lo que el establishment ha dicho que debemos hacer. No somos solidarios, solo estamos trabajando para el Estado en base a los conceptos de utilitarismo y de emotivismo, no de solidaridad. La solidaridad es otra cosa, no es llamar a la policía porque tu vecino saca más de dos veces al día al perro. No somos solidarios por aplaudir al personal sanitario a las 20.00.
O… volviendo al Estado policial, ¿nos hemos planteado que hay más personas multadas por saltarse el confinamiento que personas contagiadas (a las que les han hecho el test, claro) por Covid-19? ¿Quiénes son las personas multadas? Pensadlo, probablemente no sean solo las runners, ni las que compran siete veces comida para el perro, ni quienes hacen fiestas en un parque. Quizá esas sean las mediáticas, pero… ¿y las redadas policiales en Lavapiés aprovechando el Estado de Alarma? ¿y quienes no tienen un hogar? ¿o un hogar seguro? Cuidado con las concesiones que realizamos en esta situación, ya cedimos en el sistema público sanitario y en la regulación laboral, y mirad como estamos.
Somos como los robots estamos solamente preparado para ir donde van la mayoría y hacer caso a lo que es de gran audiencia , los de más casos minoritatios e igualmente o mayor importancia nos lo quitan de los medios y no nos da por pensar ya más allá . Gracias