El sentimiento de culpabilidad es algo que se encuentra, por una razón o por otra, en casi todo el mundo. A menudo cargamos con una sensación que puede llegar a afectarnos emocionalmente, muchas de las veces sin tener por qué. Basta con creernos que no tenemos el enfoque adecuado sobre determinada anomalía que afecta a nuestra sociedad y ahí queda eso…, por ejemplo, todo lo que afecta al fenómeno de la inmigración ya forma parte de uno, nos autorecriminamos, nos sentimos mal por no empatizar con los que la originan.
Es normal tener esta sensación de culpabilidad cuando se producen altercados como el último en la ciudad hermana de Melilla, cuando se producen victimas mortales y por la contención por parte de los agentes que custodian las fronteras, pero…, lo que hay que tener muy claro, y que no se puede aceptar de ninguna manera, es la irregularidad, la ilegalidad y el objetivo final de estas personas que es asaltar a otro país.
Ciudadanos de Europa y Estados Unidos estamos conviviendo todos los días con esta circunstancia que está resultando ser un verdadero quebradero de cabeza para las autoridades y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad ¿Quién no es sensible con el sufrimiento que están padeciendo los inmigrantes en su periplo hacia lo que ellos consideran un mundo mejor?
¡Pero así, no! Sería un alivio posicionarse en el lugar adecuado, pero eso requiere de un conocimiento que nos permita distinguir bien, para elegir con entereza y ser más libres y dejar a un lado una sensación que, sencillamente, no nos merecemos padecer.
¿Qué hacer? Cuando me refiero a posicionarnos y tener más conocimiento para librarnos de esta angustia, simplemente es porque debemos implicarnos para así tomar partido abiertamente y liberarnos de una vez de una culpa que, en ningún caso nos pertenece.
Hay grupos que se lo ponen fácil, que han resuelto el dilema y que apuestan abiertamente por una política de puertas abiertas: dicen que todo el mundo tiene derecho a la libre circulación, sin fronteras que impidan el paso. Básicamente eso es lo que quieren, que todo el mundo viaje por donde quiera sin que ninguna ley de ningún país se lo pueda impedir. Estos suelen ser los que creen que los presupuestos generales de los países se los encargan a los Reyes magos.
Miren que…, siempre distinguí que los avances, el progreso en las sociedades libres y democráticas se producen por iniciativas, propuestas, sobre todo, de grupos de ideologías de izquierdas, salvo excepciones, claro, y observé que cada una de ellas tenía un componente común y maravilloso como es la “utopía”. Sí la denostada y poco fiable utopía nos ha hecho avanzar siempre a un ritmo mayor.
Pero ojo, es importante distinguir entre la realidad de lo que somos y nuestras capacidades dentro del contexto y el momento del país; para no hacer mal a nadie, tampoco para hacer el ridículo. Hay grupos y muchos particulares que van creando en la gente ese sentimiento de culpa y confusión vana que para nada tiene que ver con la utopía, a la postre, constructiva. Estos son la cara mala de la demagogia, la ignorancia, el peligro y la temeridad.
Cuando necesitemos mano de obra, deberá ser legal, contratada en origen, con garantía, en igualdad y sin ningún tipo de discriminación. Como suelo decir siempre, el buenismo no tiene nada de bueno.